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Telde

La redención tiene forma de carabela

Roque Hernández dedica todas sus mañanas a tallar réplicas de madera de barcos, faros o vehículos | Ofrece un taller de manualidades para ex presidiarios en Jinámar

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El artesano Roque Hernández Juan Castro

En un pequeño cuarto del centro cívico del barrio de Jinámar tiene Roque Hernández su taller de manualidades, en donde realiza desde hace dos décadas réplicas exactas de barcos, vehículos, faros y viviendas. Repartidos en dos estanterías se encuentran su amplia colección, que elabora cuidadosamente con la ayuda de los ex presidiarios que asisten a la asociación cultural Entre Amigos para realizar trabajo comunitario. 

Desde la carabela Santa María, que cruzó el Atlántico para descubrir el continente americano, hasta el transatlántico Titanic, que se hundió en las profundidades marinas tras chocar contra un iceberg. Roque Hernández ha traído otra vez a la vida los buques más famosos de la Historia.

Con sus propias manos, sin ayudarse de más maquinaria que la precisión de sus dedos, el artesano comenzó hace aproximadamente dos décadas a pulir la madera que encontraba para darle forma de barcos. «Empecé por aburrimiento, en realidad», confiesa sin darle importancia.

En su pequeño taller del centro cívico de Jinámar guarda como un tesoro las decenas de maquetas en las que ha trabajado día tras día, en las que ya no sólo sobresalen los buques y veleros. También numerosos faros, como la Torre de Hércules de La Coruña, o estructuras tan conocidas como la Torre Eiffel de Francia, son ya parte de la colección.

El artesano realiza sus piezas solo con materiales reciclados, como cajas de madera para la fruta o palillos

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«Algunos tienen un valor más sentimental, como el camión del agua de San Roque», expresa orgulloso, aunque también señala con admiración la pieza en la que trabaja ahora mismo: la Noria de Jinámar. En sus texturas se aprecia el mimo que le pone a cada maqueta, que tienen un acabado impecable.

Su labor social

Antaño sus piezas recorrían las ferias de artesanía del municipio de Telde, pero desde hace unos años que está centrado en su tarea en la asociación, en donde imparte un taller de manualidades con los hombres y mujeres derivados del convenio de trabajo en beneficio a la comunidad (TBC) que tiene firmado el colectivo cultural con el centro penitenciario de Las Palmas I. «Me ayudan con algunas de las tareas que realizo, como cortar madera o lijar alguna pieza», cuenta Hernández.

Una de las características principales de las piezas de Roque es que todas están elaboradas con materiales reciclados. Desde cajas de fruta hasta cafeteras viejas, e incluso camisas viejas. Señala una réplica en miniatura de la Torre Eiffel, situada en uno de los estantes de su cuarto. «Esta la elaboré con más de 600 palillos de madera», expresa realmente orgulloso. El artesano reinventa el uso de los objetos para darles una segunda vida: un paralelismo de su propia trayectoria. «Yo estuve durante casi toda mi vida trabajando como administrativo en una empresa de muebles», comienza a narrar el artesano, que tiene ahora mismo 76 años. «Siempre me atrajo la carpintería, pero no llegué a dedicarme a eso nunca», explica.

La compañía en la que trabajaba quebró, quedándose sin empleo por aquel entonces.  Podría decirse que integrar en el colectivo de Entre Amigos le salvó del hastío en aquel momento. «Suso (Jesús Santana) me invitó a formar parte del colectivo y me ofreció un espacio, en el que trabajo desde entonces», explica. Ahora es presidente de honor del colectivo, por el tiempo que lleva implicado en las actividades de la asociación, y asiste todas las mañanas a la sede, de lunes a viernes, para trabajar en sus obras.

Comenzó a tallar hace dos décadas «por aburrimiento», pues se había quedado sin empleo

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«Empecé a hacer lo que siempre me había llamado la atención: tallar», agrega sonriente. Con algunos libros aprendió rápido el arte de esculpir en madera y desde entonces no ha parado. Enseña las durezas de la palma de sus manos como insignia que reconoce todas las horas que ha invertido en este oficio. Y por pura afición. «Si hago 40 euros en un año es mucho», admite entre risas, pues ante todo quiere dejar claro que nunca ha realizado sus piezas pensando en el dinero. «Tampoco podría, porque la gente ya no está por la labor de comprar», sostiene.

Sobre el tiempo que invierte en una pieza no tiene cálculos precisos. «Trabajo unas cuantas horas cada mañana en varias piezas a la vez», explica, aunque sabe que aproximadamente puede tardar dos semanas en realizar a la perfección uno de sus barcos: seleccionar las piezas de madera, cortarlas y darles forma, unirlas y después barnizar la obra que queda para alcanzar el resultado final. «Luego otros trabajos no precisan más que una semana o un par de días», agrega.

Aunque ejecuta sus obras por pura pasión, sí que tiene pensado aprovechar su trabajo para realizar una exposición. De hecho, la asociación cultural ya tiene una sala específica. «Ahora mismo está la muestra temporal del grupo de Los Gofiones, pero más adelante tenemos pensado mostrar estas obras», explica orgulloso.

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