Lomo Magullo ha vuelto a vibrar este domingo de pura diversión con el regreso de su insularmente conocida Traída del Agua. Alrededor de un millar de personas se han acercado hasta el pago teldense para disfrutar de la vuelta de una de las grandes citas del calendario festivo de la segunda ciudad de la isla. Una Traída que en esta edición -la primera tras la pandemia de Covid-19- ha estado marcada por la tranquilidad y por el barro. Y es que el líquido elemento, lejos de salir cristalino de las acequias, tenía un color canelo que tiñó las prendas de los asistentes, que pese al inconveniente, han seguido dándolo todo.

Algún problemilla de última hora que ha opacado un ápice la vuelta de la Traída del Agua, para pesar de la población residente de Lomo Magullo, que ya tenía muchas ganas de que las fiestas volvieran a llenar las calles. "La verdad que me da pena por lo mucho que ha trabajado la Comisión de fiestas", ha lamentado una vecina. Aunque es verdad que quienes asistieron han terminado algo más embarrados de lo que les hubiera gustado, tampoco es menos cierto que han batallado como solía hacerse, dando algunas de las típicas imágenes de auténticas guerras del agua, donde no había piedad con todas aquellas personas que cumplieran alguno de estos tres requisitos: fueran demasiado secas por la calle, portaran pistolas de agua o fueran novatas en la celebración.

La efervescencia fue 'in crescendo' en el pago desde media mañana, cuando fueron llegando algunos grupos de amigos o familiares a la plaza de la iglesia, donde había música ambiente para ir calentando motores. Sin haberse escuchado todavía el volador que a las 12 del mediodía daba el pistoletazo de salida a la procesión de fieles hacia la acequia para llenar sus baldes y tallas de barro, ya había gente que tímidamente comenzaba a dar algún que otro chapuzón a quienes encontraba cerca. Era el típico ambiente previo a las grandes citas

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Fiesta del agua de Lomo Magullo Andrés Cruz

Puntualmente, del tejado de la iglesia se disparó el volador, que se escuchó kilómetros a la redonda para informar a los alrededores que la fiesta estaba por comenzar. Al grito de «¡Agua, agüita! ¡La gente está sequita!», cientos de voces se unieron para sonar atronadoras por encima de la marcha que ya había prendido la Banda de Agaete, que un año más no faltó a la cita de Lomo Magullo. Los acordes de las sintonías clásicas de muchas fiestas populares de la isla acompañaron a los asistentes durante todo el recorrido, que se alargó debido a los inconvenientes de la acequia. Ello no solo no fue un problema para quienes se encontraban ahí, sino que se convirtió en una oportunidad más para hacer las «mataperrerías» a quien pasara por delante. Ayer, todo estaba permitido, y el ambiente cálido no provocó sino el agradecimiento por terminar enchumbado para combatirlo. 

‘Pimpi’ Hernández aguardaba en la puerta de la iglesia a que comenzara la Traída ataviada con la vestimenta típica para la ocasión. Fueron muchas las personas que optaron por este vestuario, aunque otras decidieron venir más veraniegos, con bañadores y camisetas de tirantes. «La estábamos esperando con ansias», dijo la mujer sobre la larga espera de tres años hasta que por fin llegó el gran día. El único objetivo que se ponía era divertirse como lo había hecho siempre. El otro era mucho más emocional: «Tengo sentimientos encontrados, por un lado el de mantener viva esta tradición, pero también el recordar a todos aquellos vecinos que ya no están entre nosotros, que se fueron durante estos años de pandemia». 

José Luis Bosa no se ha perdido ninguna de las 54 ediciones: «La esencia es pedir para evitar la sequía»

Sin embargo, inmediatamente aseguró que el regreso de la Traída del Agua a Lomo Magullo «es para el disfrute de todos» y que no deja de simbolizar el «recuperar la normalidad que habíamos perdido con el Covid». Igualmente, comentó que quizás se esperar más afluencia de público, aunque le restó importancia porque al final estaban «los vecinos de aquí». 

Muchos de ellos regresaron ayer al barrio que les vio nacer, crecer y del que sacaron a sus primeros amigos, esos que marcan la infancia y la adolescencia. Suso fue uno de ellos. «La Traída del Agua es lo más importante de mi vida, por delante incluso que la UD Las Palmas», afirmó rotundo. Por eso siempre regresa a casa, pero no por Navidad, sino por Las Nieves. Ayer, después de tres años, por fin se reencontró con muchos de sus vecinos de siempre, algo muy emocionante, con quienes comentó los últimos acontecimientos de la vida, del deporte, de la actualidad internacional, de lo que se terciara, en definitiva. Charló bastante con José Luis Bosa, uno de los imprescindibles de las fiestas.

Bosa, de 70 años, no ha faltado a ninguna de las citas con la Traída desde que comenzara la fiesta en 1968. Con sus dos latas cargadas a los hombros a la manera tradicional, y un cinto «que ni Emidio Tucci» hecho con filamentos de platanera, el hombre no acusó su edad y transitó por las calles de su barrio con la energía de un chaval, y pidiendo agua a voz en grito para combatir el calor. «Yo lo único que pido para ser feliz hoy es que se moje con agua limpia, que no haya problemas y todo sea alegría sana», solicitó el hombre antes de comenzar su periplo por la calle de La Virgen, y comentar socarronamente que en su casa tenía preparadas las garrafas para «lo que surja».

Una tradición aborigen

La Traída del Agua lleva celebrándose en Lomo Magullo 54 ediciones con la de este año, en la que regresa tras el parón obligado por la Covid-19. La "guerra del agua" fue impulsada por un grupo de jóvenes, liderado por Juan Peñate Suárez, que en 1968 se planteó la importancia de recuperar las tradiciones de la tierra. Y es que este rito ancestral, ahora convertido en algo más bien lúdico, hunde sus raíces en la Gran Canaria aborigen, cuando los habitantes de la isla rogaban al dios Alcorac mediante cánticos y plegarias para que la tan ansiada lluvia regara sus campos de cultivo y llenara sus manantiales para tener agua potable. En aquella época, igual que ahora, la sequía era un episodio muy habitual en el Archipiélago, lo que echaba a perder muchas cosechas y mataba al ganado sediento.

Fiesta del agua en Lomo Magullo

Fiesta del agua en Lomo Magullo C. A.

Este domingo, las muchas gentes de toda la isla, y de parte del extranjero, que se han dado cita en Lomo Magullo lo han hecho para aliviarse la calufa que ha abochornado a la isla durante toda la semana. En un baño colectivo en el que los baldes iban y venían, no pocas personas han terminado enchumbadas, dedos arrugados mediante, con el agua de la 'archifamosa' acequia del pago teldense. Sin embargo, el líquido que usaban en sus ritos aborígenes los antiguos pobladores era muy diferente. Antaño, iban en procesión a los amogarenes -los lugares sagrados en los que hacían sus prácticas religiosas- y allí derramaban leche y manteca.

Y este reencuentro con las antiguas costumbres aborígenes se ha convertido en un auténtico reclamo para mucha gente. La pequeña localidad de Telde, que tiene unos 1.500 habitantes la mayoría del año, bulle actividad cada domingo de Traída, y en alguna ocasión llegó a multiplicar por 10 los visitantes atraídos por la festividad de la Virgen de las Nieves. En esta edición, esas cifras no se han alcanzado, pero sí que se vivió la misma alegría de siempre entre las alrededor de mil personas que se han congregado.

«Busco mantener viva esta costumbre, y también recordar a quienes ya no están», afirma ‘Pimpi’

La Traída del Agua terminó con una gran verbena, que es conocida popularmente como La Secá, en la que las cientos de personas que recorrieron las calles del barrio pudieron continuar la fiesta con una orquesta en el escenario de la plaza de la iglesia mientras sus ropas, cabellos y cuerpos se secaban al sol de primera hora de la tarde. Fue el broche final a unas intensas jornadas festivas en Lomo Magullo, que cierra el telón hasta el próximo año, después de haber conseguido recuperar sus tradiciones tras el parón de la pandemia.