Recogidas de basura para dar una segunda vida al litoral teldense

El activista Cristo Padilla Suárez, conocido en redes sociales como Plastiman canario, culmina su septuagésima jornada de limpieza en la playa de Ojos de Garza

Benyara Machinea

Benyara Machinea

La fauna y la flora marina poco a poco vuelven a aparecer en la costa de Ojos de Garza. Parte del mérito recae en Cristo Padilla Suárez, que adopta el alias de Plastiman canario en redes sociales, donde acumula 10.000 seguidores. Junto a un grupo de voluntarios, el activista medioambiental culmina su septuagésima jornada de limpieza para dar una segunda vida a una de las playas más deterioradas del litoral teldense.

La limpieza y la suciedad conviven a partes iguales en el litoral teldense, algo que queda patente al comparar la cantidad de desperdicios que acumulan las playas con mayor oleaje frente a la pulcritud habitual en aquellas que reciben más turismo. "¿Por qué no limpian Ojos de Garza, La Restinga o Bocabarranco igual que lo hacen con Salinetas o Melenara?", se pregunta el activista Cristo Padilla Suárez, más conocido en redes sociales como Plastiman canario, donde acumula 10.000 seguidores. El activista medioambiental utilizó precisamente las plataformas digitales para convocar ayer su septuagésima recogida de basura en la playa de Ojos de Garza que, tal y como señala, "es una de las más sucias del municipio"

El impulsor de esta limpieza, acompañado como siempre de su perro, se reunió desde las siete y media de la mañana hasta las doce del mediodía con una decena de seguidores que decidieron acudir al punto de encuentro a echar una mano. Entre los voluntarios primaban las familias con niños, en las que algunos padres remarcaban a sus hijos que "ayudando a recoger la basura de la playa aprendes más que en muchas de las clases que te dan en el colegio". 

Un grupo de familias voluntarias ayudan a recoger los desperdicios acumulados junto a la playa.

Un grupo de familias voluntarias ayudan a recoger los desperdicios acumulados junto a la playa. / ANDRES CRUZ

A la orilla del mar se asomaban unos pocos cangrejos, aunque esto no es algo muy común de ver en esta zona de la costa, señala el propio activista. Padilla explicó que "antes no podían tener vida porque son animales muy sensibles, que a nada que reciben un toque mueren, por lo que no podían estar ahí con tanta basura chocando contra las rocas". Sin embargo, y gracias en parte a las recogidas que han llevado a cabo desde noviembre de 2019, poco a poco han vuelto a aparecer. "Hace dos meses he empezado a ver los primeros cangrejos y ha sido una motivación extra", celebró. 

Treinta años acumulando basura

El encargado de convocar la iniciativa denuncia que "esta playa nunca antes se había limpiado en los treinta años que lleva la escollera". En su caso, fue dando un paseo con su perro cuando vio en qué estado se encontraba la zona y decidió tomar cartas en el asunto. Empezó a recoger todo lo que podía él solo hasta que, al compartir por internet lo que hacía, se le unieron una serie de voluntarios, con los que ha conseguido sacar cerca de 1.000 bolsas de basura. "Al principio era duro porque parecía que no había cambio y sacábamos bolsas y bolsas pero seguías viendo basura. Ahora se está notando una transformación y está volviendo la vida", enfatizó.

Un voluntario sujeta un anzuelo de pesca enredado con una cuerda que terminó a la orilla de la playa.

Un voluntario sujeta un anzuelo de pesca enredado con una cuerda que terminó a la orilla de la playa. / ANDRES CRUZ

Tanto esta playa como Bocabarranco y La Restinga sufren el mismo problema porque el oleaje acerca a la orilla muchos restos procedentes de otras zonas. "Las propias administraciones son las que tienen que tomar medidas para mejorar la limpieza. Si Melenara y Salinetas las limpias una vez a la semana, en los otros lugares en los que sabes que van a parar más desperdicios deberían ir dos veces por semana. En algún momento hay que empezar", reclamó Padilla.

El grupo recoge en bolsas y cajas todo tipo de artilugios, desde garrafas hasta maderas, boyas, puertas y ventanas. "Cuando llueve lo que tira la gente a la calle va a parar al barranco y de ahí al mar. Eso afecta al pescado, que termina en la pescadería y de la pescadería vuelve a tu boca. Es un círculo del que la gente no se da cuenta todavía", reflexionó el activista.

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