Desde la ciudad Arzobispal… (LXXIII)
Teodoro Rodríguez, una vida al servicio de la Iglesia
Rememorando aquellos días nos decía entre risas: «Como bien saben ustedes, no tengo carnet de conducir, pero en Tías era un experto conductor de burros; a lomos de ellos me recorría la parroquia de cabo a rabo»

Encendido y hoguera de San Juan en Telde / La Provincia
Llega junio y con él, las fiestas de San Juan Bautista. Telde tiene en el último gran profeta a uno de sus patronos; el otro es San Gregorio Taumaturgo. Si el primero se venera en la Basílica, situada en la zona fundacional de la ciudad, el Santo Milagrero recibe veneración en la Parroquial de Los Llanos. Pero no nos engañemos, la gran devoción de los teldenses ha sido, es y será el Santísimo Cristo del Altar Mayor. Y gran parte de ese noble sentimiento hacia la imagen mexicana se debe, entre otros, a nuestro querido y siempre recordado don Teodoro Rodríguez y Rodríguez, del que seguidamente vamos a hablar y del que nuestro Ayuntamiento inaugurará, este mismo lunes, una exposición fotográfica retrospectiva de las más de dos décadas que estuvo al cuidado de la Parroquia Matriz teldense.
Quienes tuvimos el alto honor de conocer a don Teodoro, jamás lo podremos olvidar. Su personalidad arrolladora, hacía de este hombre de no mucha altura física un imponente huracán emocional. Nacido en Juncalillo de Gáldar (28 de diciembre de 1917), descendiente de una familia de agricultores de las medianías de Gran Canaria, conoció de cerca las necesidades inherentes a vivir en un lugar, por aquel entonces, apartado. Con todo cariño hablaba de sus padres y tíos, pero destacaba la indudable influencia que siempre ejerció su abuela sobre el clan familiar. Tanto a él como a sus hermanos José y Francisco, les asaltaron las vocaciones religiosas en sus más tiernas infancias. Con sonrisa socarrona, nos decía una y otra vez: «Yo creo que fui cura desde que nací, pues siendo yo un niño me cubría con una sábana a manera de vestimenta sacerdotal y a mis hermanos y primos les cantaba Misa, improvisando sermones que dejaban boquiabierta a mi abuela, quien decía: Teodorito va pa’cura».
Comenzó sus estudios en el seminario Diocesano de Las Palmas de Gran Canaria, en donde concluyó los mismos con altas calificaciones en Latín, Filosofía, Humanidades y Teología. Con posterioridad marchó a la Universidad Pontificia de Comillas, en donde obtuvo la Licenciatura en Derecho Canónico. El 23 de septiembre de 1944 fue ordenado sacerdote por el Obispo Pildáin ante el Altar de la Virgen del Pino en Teror y el 8 de octubre del mismo año ofició su primera misa junto a sus hermanos, también sacerdotes.
Otra anécdota que nos contó don Teodoro fue la visita que, junto a sus hermanos sacerdotes, realizó a la Ciudad del Vaticano, logrando entrevistarse en audiencia privada con el mismísimo Pontífice San Juan Pablo II. Su hermano don José le explicó al Papa en correcto latín que eran tres hermanos de Gran Canaria y los tres sacerdotes, lo que hizo que Su Santidad exclamara «¡Vuestra madre no tuvo matriz, tuvo un Sagrario!»
Don Teodoro tuvo su primera experiencia como párroco en Tías (Lanzarote), lugar al que llegó en 1944, permaneciendo allí por espacio de seis años. Fueron tiempos de gran penuria que él recordaba con gran pena y nostalgia. Gentes sencillas y humildes que entregaron su corazón al joven e inexperto sacerdote y que él supo compensar con entrega total a la caridad. Rememorando aquellos días nos decía entre risas: «Como bien saben ustedes, no tengo carnet de conducir, pero en Tías era un experto conductor de burros; a lomos de ellos me recorría la parroquia de cabo a rabo».
Al dejar aquella localidad conejera fue destinado a Tenteniguada, en donde volvió a destacar por su gran labor sacerdotal. La restauración y ampliación de la iglesia, la rehabilitación de la Casa Parroquial y la creación de un cementerio propio para este barrio del municipio de Valsequillo ocupó gran parte de su tiempo. A finales de 1959 fue trasladado a la iglesia parroquial de Agaete en donde tuvo el altísimo honor de iniciar los trámites y llevar a cabo la primera restauración de las famosas tablas de la Virgen de Las Nieves.
En 1969 llegó a la Parroquial de San Juan Bautista de Telde, el mismo templo al que supo elevar a rango de Basílica Menor de la Cristiandad. Su labor inmensa en la restauración de la misma fue altamente aplaudida por toda la feligresía. Sus continuas llamadas a la veneración de la Santísima Imagen del Santo Cristo del Altar Mayor, hizo que esta se extendiera dentro y fuera de la ciudad.
Mil acciones más adornan su personalidad de sacerdote entregado y amante del arte religioso.
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