Investigadores de la Universidad de Oxford (UK) han desarrollado un sistema que convierte el dióxido de carbono (CO2) en combustible para aviones a reacción de manera sencilla y económica.

El dióxido de carbono (CO2) es el principal gas de efecto invernadero que se emite a raíz de las actividades del ser humano.

En la actualidad, la huella de carbono de la industria aérea representa el 12% de todas las emisiones de CO2 relacionadas con el transporte, y el 2 por ciento de todas las emisiones contaminantes producidas por la actividad humana, según calculó en 1992 el panel internacional sobre el cambio climático (GIEC).

Los resultados de esta investigación, publicados en la revista Nature, sugieren que su fórmula podría conseguir que los aviones a reacción dejen de emitir contaminación en sus desplazamientos.

De momento el experimento, que se basa en una reacción química a base de hierro, solo se ha desarrollado en un laboratorio, y deberá verificarse a una escala mayor para que lo que promete se convierta en realidad.

Protocolo sintético

Protocolo sintético Cuando se queman combustibles fósiles como el petróleo o el gas natural, estos hidrocarburos se convierten en dióxido de carbono que luego se acumula en la atmósfera contribuyendo al calentamiento global.

Esta investigación, según explican los científicos en su artículo, ha desarrollado un protocolo sintético para la fijación de dióxido de carbono y evitar su acumulación en la atmósfera.

Ese protocolo convierte directamente el CO2 en combustible para aviones utilizando un catalizador novedoso y económico a base de hierro, situado en una pequeña cámara de reacción fijada a 300 grados Celsius y presurizada a unas 10 veces la presión atmosférica a nivel del mar.

El catalizador ayuda a que el carbono de las moléculas de CO2 se separe del oxígeno y se una al hidrógeno, formando así las moléculas de hidrocarburo que componen el combustible de los aviones.

Estos catalizadores convirtieron el 38% del dióxido de carbono en nuevos productos químicos, de los que el 48% eran hidrocarburos de combustible para aviones. El resto eran petroquímicos que se pueden utilizar para fabricar plásticos.

El efecto conseguido invierte el proceso mediante el cual la combustión fósil genera CO2: lo transforma en combustible neutro en carbono usando un método específico de combustión orgánica.

Pequeña escala

Pequeña escala El experimento funcionó a muy pequeña escala: con un reactor de acero inoxidable que consiguió solo unas pequeñas cantidades de combustible útil.

El dióxido de carbono empleado lo obtuvieron de un filtro (cánister) que almacena los vapores de la gasolina generados en un depósito de combustible mediante una serie de válvulas y tuberías.

Sin embargo, la idea de los investigadores, según Wired, es capturar grandes cantidades de gas de efecto invernadero de una fábrica o directamente del aire, para convertirlo en combustible y eliminarlo de la atmósfera.

Para ello proponen instalar una planta de combustible para aviones junto a una fábrica de acero o cemento o una planta de energía que queme carbón, y capturar sus emisiones de dióxido de carbono para producir el combustible. El proceso también podría implicar la succión de dióxido de carbono directamente de la atmósfera.

Wired va más lejos: lo ideal sería que, en el futuro, una fábrica de este tipo de combustible funcionara con electricidad procedente de energía eólica y solar, lo que implicaría que tanto el combustible para aviones como la fuente de CO2 se obtuvieran de forma sostenible.

El sistema desarrollado en Oxford no es el primero que se propone convertir el CO2 en combustible, pero sus creadores destacan que es más sencillo y económico que otras alternativas, también experimentales en este momento.

Referencia

Referencia Transforming carbon dioxide into jet fuel using an organic combustion-synthesized Fe-Mn-K catalyst. Benzhen Yao et al. Nature Communications volume 11, Article number: 6395 (2020). DOI:https://doi.org/10.1038/s41467-020-20214-z

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