Dos nuevos tipos de células gliales descubiertas por científicos de la Universidad de Basilea, en Suiza, tienen la capacidad de detectar e integrar múltiples señales importantes para la actividad cerebral, y además pueden ser una fuente de células para la reparación del cerebro después de enfermedades neurodegenerativas como la esclerosis múltiple, o con posterioridad a una lesión.

Estas células gliales se forman desde células madre neurales que tienen «interruptores» que las mantienen «dormidas» o las vuelven activas, dependiendo de los requerimientos del cerebro. La investigación marca la necesidad de profundizar en el estudio de las células gliales, una variedad de células cerebrales que tradicionalmente se ha menospreciado frente al papel protagonista de las neuronas.

Por ejemplo, las células gliales son mucho más abundantes en el cerebro que las neuronas. Además de encargarse de la comunicación e integración de las redes neuronales, se sabe que también cumplen un papel trascendente en la reparación cerebral.

Un aspecto crucial es que las células gliales mantienen su capacidad de dividirse a lo largo de la vida, algo que las neuronas no son capaces de hacer. ¿Cómo actúan en los procesos de reparación cerebral? En ellos tienen un papel clave los astrocitos: en los organismos complejos, los astrocitos son las principales y más numerosas células gliales.

Los astrocitos proliferan y generan prolongaciones luego de una lesión en el sistema nervioso. No solamente limpian la zona lesionada ingiriendo las neuronas muertas, sino que además se multiplican para ocupar los espacios vacíos producidos por las consecuencias de la lesión. También estarían relacionados con la regeneración neuronal, al liberar distintos factores de crecimiento.

Interacción y reparación

Según una nota de prensa, el hallazgo de los científicos suizos verifica que las células madre neurales tienen la capacidad de seleccionar qué tipo de células gliales producen y cuándo hacerlo. A partir del estudio de la zona ventricular-subventricular del cerebro en roedores, encontraron que algunas células madre de ese sector se activan o desactivan de acuerdo a diferentes estímulos.

Cuando se encienden, producen en determinadas situaciones dos nuevos tipos de células gliales, anteriormente no identificadas. Particularmente, los investigadores se asombraron al apreciar que una de estas nuevas variedades de células gliales se forman adheridas a la superficie de la pared del ventrículo cerebral, en lugar de hacerlo en el tejido cerebral como es habitual.

Al estar integradas con otros sectores del cerebro, cumplirían un rol importante en la circulación de señales e información. Sin embargo, el aspecto más trascendente es que las dos nuevas tipologías de células gliales se activan especialmente en situaciones en las que se requiere la reparación cerebral, ya sea en enfermedades neurodegenerativas o en lesiones.

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Plasticidad cerebral

De esta manera, podrían funcionar como verdaderas fábricas de célulascélulas dedicadas a la reparación cerebral, según las conclusiones de la investigación publicada en la revista Science. También tendrían un rol específico en el funcionamiento normal del cerebro, que deberá definirse en futuros estudios, al igual que su comportamiento en múltiples contextos fisiológicos.

Ahora, los científicos buscarán profundizar en sus características para comprender a fondo el papel que tendrían en la regeneración del tejido nervioso y en la preservación y estimulación de la plasticidad cerebral. Aunque las neuronas sigan siendo las estrellas en el universo del cerebro, quizás ha llegado el momento para que las células gliales también comiencen a brillar con luz propia.

Referencia

Release of stem cells from quiescence reveals gliogenic domains in the adult mousebrain. Fiona Doetsch, Ana C. Delgado, Angel R. Maldonado-Soto et al. Science (2021).DOI:https://doi.org/10.1126/science.abg8467

Foto: un nuevo tipo de célula glial (en verde), que surge de las células madre adultas en el cerebro, entra en contacto con las células nerviosas (en magenta). Crédito: Universidad de Basilea, Biozentrum.