Los científicos advierten de un posible escape de patógenos biológicos en Ucrania como consecuencia de la guerra, al mismo tiempo que las centrales nucleares están en estado de alerta máxima por los riesgos sobre los 15 reactores del país, entre ellos el de Chernobil.

El Bulletin of the Atomic Scientists acaba de expresar su preocupación por la escalada bélica en Ucrania, advirtiendo de los riesgos biológicos y nucleares como consecuencia de las hostilidades.

El boletín es una publicación académica fundada en 1945 por Albert Einstein y los científicos de la Universidad de Chicago que ayudaron a desarrollar las primeras armas atómicas en el Proyecto Manhattan.

Dos años después de su fundación, el Boletín puso en marcha el conocido Reloj del Apocalipsis, que va contando el tiempo que falta para el fin del mundo, ya sea por la amenaza de guerra nuclear o por los catastróficos efectos del cambio climático para el futuro de la vida en el planeta.

El reloj del apocalipsis también supervisa las posibles consecuencias para la humanidad de las armas de destrucción masiva, de las tecnologías emergentes y de las posibles pandemias.

Modernización nuclear peligrosa

A mediados de enero, este reloj fue actualizado una vez más señalando que faltan 100 segundos para el fin de la humanidad, destacando en esta ocasión como principal amenaza la peligrosa escalada de armas nucleares por parte, tanto de Estados Unidos como de Rusia, en un momento de creciente tensión entre ambas potencias.

Un mes después, la guerra de Ucrania ha aumentado considerablemente la crispación entre los dos países, que ha involucrado también a China.

El Boletín señala que estos tres países participan en una variedad de esfuerzos de expansión y modernización nuclear, incluido el aparente programa a gran escala de China para aumentar su despliegue de misiles nucleares de largo alcance basados ​​en silos. También menciona el impulso de Rusia, China y Estados Unidos para desarrollar misiles hipersónicos, así como las continuas pruebas de armas antisatélite por parte de muchas naciones.

Si no se restringen, estos esfuerzos podrían marcar el comienzo de una nueva y peligrosa carrera de armamentos nucleares, advertía el citado boletín.

Y decía expresamente: Ucrania sigue siendo un posible foco de tensión, y los despliegues de tropas rusas en la frontera con Ucrania aumentan las tensiones cotidianas. Una premonición que se ha confirmado completamente.

Los especialistas en defensa química, biológica, radiológica y nuclear del Cuerpo de Marines de EE. UU. practican la respuesta a escenarios de armas de destrucción masiva. ( Cuerpo de Marines de EE. UU. a través de Wikimedia Commons)

Riesgo biológico

El citado boletín acaba de advertir ahora que la invasión rusa de Ucrania puede poner en riesgo una red de laboratorios vinculados a Estados Unidos en Ucrania, que trabajan con patógenos peligrosos.

Lo señala Robert Pope, director del Programa Cooperativo de Reducción de Amenazas, una iniciativa del Departamento de Defensa de Estados Unidos que, desde hace 30 años, ha ayudado a asegurar las armas de destrucción masiva de la antigua Unión Soviética y a redirigir las antiguas instalaciones de armas biológicas y a sus científicos, hacia investigaciones con fines pacíficos.

Sobre Ucrania, Pope aclara que los laboratorios a los que se refiere no son instalaciones de armas biológicas, aunque Rusia ha expresado que Estados Unidos mantiene, no solo en Ucrania, sino también en Georgia y otras repúblicas que formaron parte de la extinta Unión Soviética, laboratorios militares para el desarrollo de armas biológicas o para investigaciones peligrosas.

¿Apagón eléctrico?

Pope asegura que, aunque Estados Unidos no mantiene instalaciones de armas biológicas, la guerra podría poner en riesgo las colecciones de patógenos conservados en Ucrania.

Advierte que, aunque las instalaciones son seguras, el potencial peligro puede proceder de una caída de la energía eléctrica, ya que los patógenos se mantienen congelados para que no puedan replicarse y volverse infecciosos.

En caso de que, como consecuencia de errores militares rusos, la congelación de los patógenos cayera y se calentaran, podrían hipotéticamente escapar de las instalaciones y contagiar a la población de los alrededores, con consecuencias imprevisibles.

Aclara que los patógenos conservados en los laboratorios ucranianos varían según la instalación, pero que algunos son preocupantes para el entorno ucraniano.

Armas bilógicas

Y añade, enigmático: algunos laboratorios pueden tener cepas de patógenos sobrantes del programa soviético de armas biológicas, conservadas en congeladores. “Tienen más patógenos en más lugares de los que recomendamos”, asegura Pope.

Concluye diciendo que su programa había estado cerca de un acuerdo con los ucranianos sobre la consolidación de muestras, pero que la invasión ha hecho que el futuro de ese proyecto sea incierto.

El gobierno de Estados Unidos ha trabajado con 26 instalaciones de este tipo en Ucrania. Antes de la invasión, el programa proporcionó material directo a seis laboratorios ucranianos. El programa también brinda capacitación en bioseguridad y tutoría científica al personal del Ministerio de Salud en todo el país. Todo esto ha saltado ahora por los aires.

¿Y Chernobil?

Rusia seguramente se hará con el control de estos laboratorios, de la misma forma que se ha apoderado de la central nuclear de Chernobil, que, en 1986, debido a una torpe gestión rusa, sufrió una fusión que envió nubes radiactivas sobre partes de Europa y dejó localmente un páramo de suelo contaminado. Los cuatro reactores de Chernobyl están actualmente apagados.

La central está situada en una de las principales rutas empleadas por Rusia para la invasión de Ucrania, y según expertos consultados por el New York Times, a Moscú le interesa mantener los reactores y el sistema eléctrico de Ucrania funcionando sin problemas, si su objetivo es solo el cambio de régimen, y no la ruina del país invadido.

La mayor amenaza sobre Chernobil, al igual que con los laboratorios biológicos, es la posible degradación de la red eléctrica del país, que podría provocar que las plantas de energía nuclear queden fuera de servicio y generar apagones en cascada.

Esa eventualidad ha llevado al gobierno ucraniano a advertir que la guerra, de prolongarse, podría desencadenar este año un desastre ecológico como el de 1986, con demoledoras consecuencias para gran parte del planeta.

Esta posibilidad de momento se considera remota, si bien hay que tener en cuenta que Ucrania cuenta con un total de 15 reactores nucleares que le proporcionan la mitad de la electricidad que consume. Todos sus reactores actuales son de diseño ruso y están preparados para cualquier eventualidad.

Dos de esos reactores están cerca de los escenarios de las hostilidades, por lo que, según la Asociación Nuclear Mundial, citada por NYT, las divisiones de seguridad de todas las plantas nucleares de Ucrania están en alerta máxima.

Estación Espacial Internacional. NASA.

¿Y el espacio?

Otra incertidumbre derivada de la guerra de Ucrania se refiere a la colaboración espacial entre Estados Unidos y Rusia, que está amenazada después de que Moscú advirtiese que se podría retirar del programa como consecuencia de las sanciones económicas occidentales.

La principal amenaza se refiere a la continuidad de la Estación Espacial Internacional, en la que están implicados no solo Estados Unidos y Rusia, sino también Europa (ESA), Japón y Canadá. Su futuro a medio plazo está rodeado de incertidumbre.

Otra derivada de la guerra de Ucrania en el espacio puede ser el fin de la colaboración ruso-norteamericana en misiones espaciales, particularmente porque la NASA se ha apoyado en los Soyuz rusos para el lanzamiento de sus misiones espaciales tras abandonar en 2011 a sus transbordadores espaciales.

La agencia espacial rusa Roskosmos ha suspendido incluso la cooperación con sus socios europeos en la organización de lanzamientos comerciales del Soyuz-ST. Varios lanzamientos de satélites europeos previstos para este año y 2023 han quedado en el aire. Además, la agencia rusa no cooperará con la NASA en la creación de la estación interplanetaria Venus-D, según informa en su Twitter. .

¿Y los satélites?

No menos preocupante es que este divorcio ruso-norteamericano derive hacia el uso de misiones espaciales para apoyo de acciones militares en tierra.

La privatización de las misiones espaciales abre la posibilidad de que empresas privadas dispongan de información terrestre privilegiada sobre escenarios bélicos, provocando una eventual escalada de las potencias para preservar sus secretos militares: no se descarta en un futuro la posible interferencia de satélites comerciales, destaca la revista Space.

El Boletín de los científicos atómicos llama la atención también sobre una eventualidad inesperada. Se refiere a que acciones no intencionadas de Rusia, Bielorrusia o de algunos Estados individuales miembros de la OTAN, pueden desencadenar un conflicto mayor que nadie había planeado.

Durante las próximas horas, días y semanas, aumentará el riesgo de lo que los estrategas llaman “escalada inadvertida”, destaca el Boletín de los científicos atómicos.

La escalada inadvertida, en términos estratégicos, se produce cuando se traspasa un umbral relevante para la víctima, pero no calculado previamente de la misma manera por el agresor.

Los científicos rusos se desmarcan

El estallido de la guerra de Ucrania está teniendo otras consecuencias para la investigación científica y los desarrollos tecnológicos.

La revista Science informa que numerosos científicos y periodistas rusos, entre ellos el Premio Nobel en 2010 Konstantín Novosiólov, han firmado una carta en contra de la guerra porque consideran que convertirá a Rusia en un Estado paria en el contexto internacional.

TrV-Nauka aseguraba ayer que la carta superaba ya las 4.100 firmas. A ella hay que añadir una segunda carta, firmada por la diáspora científica rusa, entre cuyos signatarios se encuentra el también Nobel (compartido con Novosiólov) Andrei Geim, pidiendo asimismo el fin de la guerra.

El propósito de la primera carta, según explica Mikhail Gelfand, especialista en bioinformática del Instituto Skolkovo de Ciencia y Tecnología cerca de Moscú, es poner de manifiesto que la comunidad científica rusa no se identifica con las direcciones políticas del Kremlin sobre Ucrania.

Escalada inadvertida

También demuestra a los científicos ucranianos y del resto del mundo que los firmantes se oponen a la guerra desencadenada por el líder del Kremlin, y que por ello esperan que las sanciones contra Rusia sean quirúrgicas y no dañen a la comunidad científica.

Añade Science que la comunidad científica de Rusia ya está experimentando daños colaterales: las sociedades matemáticas del Reino Unido, Canadá, Francia, Polonia y Estados Unidos han anunciado que no participarán en el Congreso Internacional de Matemáticos, que se realizará en San Petersburgo, Rusia, en julio.

La cascada de consecuencias no ha hecho sino comenzar, en otra especie de escalada inadvertida vinculada al progreso científico humano, porque los perros de la guerra (evocando a Frederick Forsyth) han vuelto a escaparse en Europa.