Los avances de la exploración espacial, que actualmente vive una nueva "época dorada", parecen marcar que el futuro de la humanidad está en el espacio. Sin embargo, existen dos grandes caminos para ese futuro: que la humanidad logre "terraformar" otros planetas para hacerlos más parecidos a su hábitat actual, o que se creen "islas" en zonas específicas de espacio en forma de esferas, capaces de proteger colonias humanas a largo plazo.

En breve, la humanidad volverá a la Luna. Se cree que sobre la próxima década llegaremos a Marte, en tanto que se preparan proyectos similares para Venus o varias de las lunas de Júpiter y Saturno. Poco a poco, las observaciones de telescopios espaciales de avanzada como el James Webb harán que nos familiaricemos con los exoplanetas, exóticos y lejanos mundos calentados por otros soles. ¿Cuánto falta para que la humanidad se establezca en el espacio y desarrolle colonias permanentes? ¿Lo haremos transformando otros planetas o a través de “islas” protectoras localizadas en la inmensidad del cosmos?

Según un artículo publicado en Interesting Engineering, esas parecen ser las dos grandes opciones. Cada una tiene sus ventajas y sus peligros: terraformar un planeta, como por ejemplo Marte, supone una enorme cantidad de recursos económicos y humanos, junto a la imperiosa necesidad de lograr una producción local de recursos que permita hacer sustentable el proyecto. Las “islas espaciales” quizás ofrezcan una escala más pequeña y sencilla para abordar el problema, pero por otro lado suponen una proeza tecnológica que no puede garantizarse tan fácilmente. 

Asentamientos espaciales cilíndricos

Por el lado de las “islas espaciales”, una de las ideas más sugerentes es el denominado Cilindro de O'Neill, diseñado precisamente por Gerard K. O'Neill, físico de la Universidad de Princeton. Pensado como una colonia espacial de tercera generación, que se active luego de décadas de desarrollo de proyectos previos, su configuración consta de un par de cilindros, cada uno de 32 kilómetros de largo y algo más de 6 kilómetros de diámetro. 

Los cilindros poseen tres áreas de tierra, alternados con tres ventanas y tres espejos que se abren y cierran periódicamente para crear un ciclo de día y noche en el interior de la isla circular. Con un área total de aproximadamente 804 kilómetros cuadrados, la ciudad cilíndrica podría albergar a varios millones de personas. Los cilindros giran en direcciones opuestas, para de esa forma mantenerlos dirigidos hacia el Sol con mayor facilidad. 

O'Neill pensó que estas estructuras podrían construirse empleando materias primas de la Luna y los asteroides cercanos a la Tierra (NEA). Los hábitats estarían en constante rotación, para simular la gravedad, alimentados por energía solar. La arquitectura incluiría tres hábitats principales o "islas", sostenidos por muchos cilindros más pequeños, utilizados para el cultivo, y módulos industriales de gravedad cero.

¿Terraformar Venus?

Los avances en el estudio y el modelado de climas planetarios condujo a ideas revolucionarias sobre cómo se podrían alterar los entornos extraterrestres para hacerlos más accesibles a los seres humanos. Este concepto, conocido popularmente como "terraformación", es el que se esconde quizás en el corazón de la misión Mars 2020 de la NASA: conseguir la información necesaria para obtener agua en el planeta rojo o producir oxígeno en su superficie, entre otros desarrollos.

Sin embargo, un planeta que en principio parecía inviable para la vida, Venus, ha dado muchas sorpresas en los últimos tiempos sobre la presencia de algunas sustancias que podrían propiciar alguna clase de vida microscópica. En 1961, Carl Sagan escribió uno de los primeros artículos de propuesta para la terraformación de otro mundo, titulado "El planeta Venus", en el cual precisamente argumenta que las bacterias fotosintéticas podrían introducirse en la atmósfera de Venus para convertir el dióxido de carbono, reducir el efecto invernadero y disminuir la densidad de la atmósfera. 

Aunque esta propuesta resultó inviable con el posterior descubrimiento de nubes de ácido sulfúrico, junto a la caracterización de una atmósfera demasiado densa para que estos organismos sobrevivieran, algunos nuevos descubrimientos parecen devolverle algo de razón a Sagan. En cualquier caso, Venus parece más atractivo que otros mundos para pensar en una terraformación, considerando que se trata de un planeta terrestre y teniendo en cuenta su cercanía a la Tierra.

¿Habitaremos otros mundos transformados a nuestro antojo, dentro de nuestras posibilidades tecnológicas¿ ¿O flotaremos en el cosmos en “islas” especialmente diseñadas y ubicadas para protegernos de las inclemencias del clima espacial y obtener los recursos necesarios? Es probable que la respuesta esté más cerca en el tiempo de lo que pensamos.