Nullius in verba (3)

El pensamiento rápido domina nuestra sociedad y distorsiona la democracia

Solo el 10% de la población es capaz de distinguir la verdad de la mentira que se ha instalado en la política

El pensamiento rápido sostiene al mundo.

El pensamiento rápido sostiene al mundo. / Gerd Altmann en Pixabay.

EDUARDO COSTAS (científico) y EDUARDO MARTÍNEZ (periodista científico)

Vivimos en una sociedad atrapada en el pensamiento rápido que llena las redes sociales y vacía las bibliotecas. Esta fragilidad, que se nutre de la escasa formación de la población y del egoísmo humano, convierte a los electores en presa fácil de políticos que llegan al poder sin una lógica en su discurso y sin una capacidad de gestión acreditada.

La ciencia tiene una explicación posible para fenómenos preocupantes que ocurren en las democracias de nuestro tiempo: el apogeo de candidatos irracionales que llegan al poder sin acreditar una lógica en su discurso ni una eficacia en su gestión.

La explicación tiene varios componentes: en primer lugar, la forma humana de crear pensamientos. En segundo lugar, la escasa formación de la sociedad. Y, en tercer lugar, el egoísmo que se arraiga en nosotros desde los ocho años de edad.

Estos tres factores, consistentemente documentados, se combinan en la dinámica electoral y conducen a resultados inesperados que agravan la crisis de las instituciones democráticas a lo largo y ancho del mundo, tal como ha advertido reiteradamente Naciones Unidas.

Cómo creamos los pensamientos

Una primera explicación del origen de esta crisis fue formulada por el Premio Nobel de Economía en 2002 Daniel Kahneman, que, entre otras contribuciones, estableció las dos formas en las que la mente humana crea el pensamiento.

Kahneman, que fue galardonado con el Nobel por haber integrado aspectos de la investigación psicológica en la ciencia económica, explica que nuestra mente puede tomar decisiones empleando dos tipos de pensamiento diferentes: el sistema 1 (o sistema de pensamiento rápido) y el sistema 2 (o sistema de pensamiento lento).

El sistema 1 genera respuestas de una manera automática. Responde velozmente, de forma intuitiva, sin necesidad de una reflexión profunda. Nos saca de apuros cuando hace falta una decisión rápida y no hay tiempo para mucha reflexión. Este sistema de pensamiento es eficiente energéticamente (algo importante, ya que el cerebro es un órgano que consume mucha energía).

Kahneman y sus colaboradores demostraron que todos los seres humanos utilizamos este sistema 1 durante la mayor parte del tiempo. En realidad, solo necesitamos este sistema de pensamiento rápido para sobrevivir.

El pensamiento rápido nos atrapa en la falsa seguridad.

El pensamiento rápido nos atrapa en la falsa seguridad. / Mohamed Hassan en Pixabay

Respuestas conscientes

Por el contrario, el sistema 2 genera respuestas conscientes. Es voluntario y deliberado, pero responde muy lentamente, tras dedicar mucho esfuerzo a una reflexión profunda. Este sistema de pensamiento lento es muy ineficiente en términos energéticos (gasta mucha energía).

Para poder usarlo se necesita aprender durante años, dedicándole mucho esfuerzo. Kahneman y sus colaboradores demostraron que son muy pocos los seres humanos que utilizan habitualmente este sistema 2. En general su uso es más frecuente en individuos con una formación académica rigurosa.

Así, un matemático brillante descubre un nuevo teorema empleando su sistema de pensamiento 2, pero para la mayor parte de su vida cotidiana se apaña utilizando el sistema 1. Puede ser un genio en su campo, pero en muchas otras cosas su sistema de pensamiento 1 le llevará al error.

Redes sociales versus bibliotecas

El problema está en que el sistema 1 produce conclusiones rápidas que sentimos como seguras. Nos aporta convicciones firmes, rotundas e inamovibles. Por el contrario, el sistema 2 no aporta esta seguridad. Como en realidad el mundo es extremadamente complejo, cuesta años de esfuerzo que el pensamiento lento aporte conclusiones categóricas que podamos asumir como ciertas.

Nos gusta creer que en nosotros prevalece en sistema de pensamiento 2 cuando tomamos decisiones. Pero en realidad no es así. Como demostraron Kahneman y sus colaboradores, ni siquiera somos racionales tomando las decisiones que más nos afectan y preocupan, como las que tienen que ver con nuestra propia economía.

Por este motivo, las redes sociales (donde predomina el sistema 1) están llenas. Y las bibliotecas (donde prevalece el sistema 2) vacías.

Ejemplos emblemáticos

Un ejemplo emblemático de este dominio del pensamiento 1 en el mundo es Brasil: tras la reciente derrota electoral de Jair Bolsonaro, miles de sus fanáticos seguidores salieron a las calles haciendo señales luminosas al cielo con los teléfonos móviles: invocaban a los extraterrestres para conseguir que interviniesen, impidiendo así que el ganador de las elecciones, Lula da Silva, pudiese tomar posesión de su cargo.

Estos seguidores de Bolsonaro, entre los que se encuentran militares, policías, camioneros, camareros, oficinistas, comerciantes, gente normal y corriente, no son los únicos que creen en falacias.

En Norteamérica, los miembros de QAnon (Q-Anónimo), una de las principales teorías de la conspiración de la extrema derecha estadounidense, creen que los actores de Hollywood, los políticos del partido Demócrata y los altos funcionarios del gobierno, se organizan en una gigantesca trama internacional de tráfico de niños con quienes realizan actos pedófilos.

Los movimientos antivacunas politizados hacia el populismo fueron muy activos durante la pandemia de la COVID-19. Pagaron con una tasa de muertes, superior en muchas veces a la de los que si se vacunaron. Pese a tan rotunda evidencia y tan tremenda pérdida, siguen sosteniendo sus posturas irracionales.

La pobre educación condiciona el futuro de una sociedad.

La pobre educación condiciona el futuro de una sociedad. / Gerd Altmann en Pixabay.

La educación no ayuda

Pero no solo la biología de nuestra mente, que piensa en los términos descritos por Kahneman, permite que seamos tan ilógicos. Tampoco ayuda la educación que recibimos.

Un ejemplo: el Programme for International Student Assessment, que evalúa la competencia de los estudiantes en ciencias, matemáticas y comprensión lectora en los países de la OCDE, indica que Brasil es uno de los países del mundo donde sus estudiantes tienen peor desempeño.

Aunque Brasil es el 11 país del mundo con mayor PIB nominal, sus estudiantes están en una pésima posición. Son los 70 del mundo en matemáticas y los 64 en ciencias, sobre un total de 78 países evaluados. ¿Se puede estar peor?

En España tampoco estamos nada bien. Nuestro país es el 14 del mundo en cuanto a su PIB nominal, pero ocupa un modesto puesto 34 en matemáticas y el 30 en ciencias, con el agravante de que en ambos casos sus puntuaciones medias son mediocres.

Incompetencia electoral

Como resultado de una pésima educación, diversos organismos internacionales estiman que en numerosos países de la OCDE tan solo el 10% de la población es capaz de distinguir entre opiniones falaces no demostradas y hechos probados rigurosamente mediante demostraciones lógicas, matemáticas o científicas. Y las cifras bajan a la hora de comprender datos cuantitativos rigurosos que resultan esenciales para entender el mundo.

Esto nos lleva a ser profundamente incompetentes como electores. Valoramos mucho la rapidez del pensamiento. Valoramos que los políticos utilicen su sistema de pensamiento 1.

Nos gustan determinados políticos, no porque hagamos un análisis racional de lo que hacen, ni porque estimemos rigurosamente su grado de acierto, sino por una mera preferencia irracional.

El egoísmo a veces se vuelve contra la sociedad.

El egoísmo a veces se vuelve contra la sociedad. / Mohamed Hassan en Pixabay

Y el egoísmo natural tampoco ayuda

Pero, además de nuestra incapacidad congénita y mediocre educación, para colmo tenemos un componente de egoísmo al elegir a nuestros políticos. Los psicólogos evolutivos han demostrado que es alrededor de los 8 años de edad mental cuando este comportamiento surge espontáneamente en los niños.

Un ejemplo histórico de la influencia de este componente de egoísmo lo tenemos en las elecciones presidenciales norteamericanas de 1960, que enfrentaron a John F. Kennedy contra el entonces vicepresidente Richard Nixon. 

Aunque se pronosticó que sufriría una debacle electoral, Nixon estuvo muy cerca de Kennedy en unos comicios que resultaron ser mucho más reñidos de lo que nadie había imaginado.

Los analistas se llevaron las manos a la cabeza y empezaron a estudiar lo que pasó, a todas luces inexplicable porque la gran mayoría de la gente creía que Kennedy era el mejor candidato con mucha diferencia.

Derogación de bienhechores

Pero aquellos analistas no contaron con un fenómeno conocido como “la derogación de los bienhechores”: el término "bienhechor" se refiere en este caso a una persona que se desvía de la mayoría en términos de comportamiento, debido a su moralidad.

La derogación de los bienhechores es un experimento pionero de Teoría de Juegos, creada en 1928, que se repitió muchas veces por multitud de experimentadores. Aunque se introdujeron pequeñas variaciones, siempre arrojó resultados similares.

Una versión sencilla del juego es la siguiente: Sean 10 personas a las que se les da 100 euros a cada una. Se les permite aportar una cantidad entre 0 y 100 euros a un fondo común. Después de que todos hayan aportado, a cada persona se le da la mitad de lo que hay en el fondo común.

Es fácil demostrar que lo mejor para todos es aportar los 100 euros. Al final habrá 1.000 euros en el fondo común y cada persona recibirá 500 euros. Todos multiplicaron por 5 la inversión.

Sin embargo, para un individuo en particular lo mejor es no invertir nada, mientras los otros invierten sus 100 euros. Si se hace así, al final habrá 900 euros en la cuenta común y todos recibirán 450 euros (la mitad del total). Los 9 que invirtieron sus 100 euros se quedan con 450. Pero el que no invirtió nada termina finalmente quedándose con 550 euros (sus 100 originales que no invirtió más los 450 del reparto del fondo común).

Una variante demoledora

Seguramente ya se habrán imaginado que pasa. Los egoístas abundan y al final la gente gana bastante poco del fondo común (alrededor de 40 euros como media de muchos juegos).

Entonces los experimentadores introdujeron una variante. Antes de repartir se conocería la cantidad que invirtió cada jugador y los otros podían decidir imponerle algún tipo de sanción. Así, tras saberse que no había alguien que no había invertido nada en el fondo común, sus compañeros podían sancionarlo sin cobrar. 

El resultado del juego, repetido hasta la saciedad, fue sorprendente. Como era de esperar, se sancionaba a quien no había invertido nada. Pero la gente seguía invirtiendo muy poco. Y sorprendentemente también sancionaban a los que más habían invertido. Invierto poco porque soy egoísta. Además, castigo a quien más invierte pues no quiero quedar mal.

Por el contrario, cuando los participantes en este juego eran seleccionados exclusivamente entre miembros de academias científicas o matemáticas, profesores de universidades prestigiosas, etc., prácticamente todos invirtieron la totalidad de su capital en el bien común. Y todos ganaron mucho.

La mentira se ha institucionalizado en las sociedades actuales.

La mentira se ha institucionalizado en las sociedades actuales. / Mohamed Hassan en Pixabay

Somos presa fácil

Con electores biológicamente propensos a la irracionalidad, escasamente educados y tendentes a la maldad del egoísmo, la Teoría de Juegos demuestra que los políticos tienen fácil aprovecharse de nosotros.

Estos modelos indican que la mejor estrategia para un político que quiere ganar, debería invertir alrededor del 90% de su trabajo en estar de campaña electoral permanente, y como mucho debe dedicar el 10% a hacer gestión.

Buena parte de los electores valorarán más la confrontación política (resultado del sistema 1 de pensamiento) que la buena gestión para la que se necesita el sistema de pensamiento 2.

Las evidencias de que los políticos no hacen bien su trabajo, tanto por incompetencia como por egoísmo, abundan. Pero, al menos en las democracias, gran parte de la culpa de tener tan malos políticos es también de los votantes. Muchos electores rivalizan en incompetencia e irracionalidad con sus políticos.

 LOS PODERES, BAJO LA MIRADA CIENTÍFICA

•   Artículos para entender lo que nos pasa desde una óptica rigurosa

Nuestra vida cotidiana transcurre en un mundo extremadamente complejo. Entenderlo nos plantea un extraordinario reto intelectual. Los análisis dialécticos clásicos, por más elaborados que resulten, no parecen ser suficientemente capaces de explicarlo.

Mientras aumenta enormemente la dificultad de los desafíos a los que se enfrenta la humanidad, cada vez hay más adeptos incondicionales de las ideologías simples polarizadas en extremo. Numerosos bulos y fake news, teorías de la conspiración, a cuál más irracional, se abren paso atrayendo a decenas de millones de personas. Algunas de estas creencias son simplemente ridículas (por ejemplo, el terraplanismo). Pero otras (antivacunas, negacionistas del cambio climático, etc.) dificultan sobremanera la solución a retos de los cuales depende el futuro de nuestra especie.

En medio de este panorama debemos plantearnos cuán acertadas son nuestras opiniones, pero -sobretodo- cuán acertadas son nuestras decisiones.

No es una mera curiosidad académica. Interpretar lo mejor posible la realidad que nos rodea nos permite tomar buenas decisiones, algo esencial si queremos construirnos una buena vida y conseguir que la sociedad vaya mejor.

Tal vez sea hora de abordar la realidad desde un enfoque diferente.

Conocimientos para analizar la realidad

La ciencia experimental nos ha proporcionado el conocimiento más completo y fiable del que dispone la humanidad. A base de responder preguntas aplicando rigurosamente el método científico experimental, hemos conseguido proezas tales como desvelar cuál fue el origen de nuestro universo, datar con precisión cuando ocurrió, revelar la naturaleza íntima de la materia y la energía, describir lo que ocurre a velocidades próximas a la de la luz, desentrañar los misterios de la relatividad y de la mecánica cuántica, liberar la energía del átomo…

Hemos podido comprender también la esencia de la vida, descifrando el complejo funcionamiento de su maquinaria molecular y la manera en que evolucionan los organismos, escribiendo una crónica detallada de la biodiversidad durante los últimos 3.500 millones de años. Incluso nos aproximamos a la comprensión de la base material de nuestra propia consciencia y desarrollamos inteligencia artificial sobre soportes materiales no biológicos.

La ciencia triplicó nuestra esperanza de vida y nos permitió unos estándares de bienestar material impensables durante la mayor parte de nuestra existencia como especie. Por primera vez en nuestra historia no vivimos cubiertos de parásitos, tenemos analgésicos y no estamos muchos de nosotros permanentemente hambrientos.

Mejorar nuestras opciones

Si la ciencia experimental consiguió tan gigantescos logros, también podrá explicar certeramente lo que pasa en nuestra vida cotidiana, proporcionar una visión mejor de la política o la economía y ayudarnos a acertar en nuestras previsiones.

Decía Carl Sagan que una buena manera de entendernos a nosotros mismos es realizar un experimento mental imaginando que unos extraterrestres extremadamente inteligentes, tremendamente avanzados a nivel tecnológico, que para adquirir sus conocimientos solo siguen un razonamiento científico-matemático extremadamente riguroso: nos estudian a distancia sin interferir en nada con nosotros.

De hecho, ni siquiera sabríamos que nos están estudiando. Nada saben de nosotros, ni de nuestra historia, ni de nuestras ideologías, creencias o religiones. Simplemente nos analizan sin prejuicios solo en base al método científico. ¿A que conclusiones llegarían?

Eduardo Costas, científico profesional, catedrático y académico, y Eduardo Martinez de la Fe, periodista científico con una larga trayectoria, colaboran desde hace años en diversos proyectos de divulgación científica. Ahora asumen un nuevo reto: analizar, aplicando rigurosamente el método científico, diversos problemas a los que nos enfrentamos en la actualidad, intentando sacar las consecuencias necesarias que nos ayuden a mejorar la vida.

Es un objetivo ambicioso que afrontamos con total humildad intelectual.

Certezas basadas en evidencias

El nombre elegido para esta nueva sección es Nullius in verba, que puede traducirse del latín como “no confíes en la palabra de nadie” y que tiene un gran significado en la historia de la ciencia. Es el lema de la Royal Society, la sociedad científica que cambió nuestra historia al resultar clave para el desarrollo del mundo moderno. Resume nuestro objetivo con esta serie de artículos de entender la vida cotidiana desde una perspectiva científica. La búsqueda de la verdad debe dejar de lado las presiones políticas, sociales o religiosas y sustentarse en hechos demostrables en vez de en la palabra, la autoridad o la fama de alguien.

Trataremos desde este enfoque temas de actualidad que a todos nos preocupan (políticos, jueces, emigración, economía…). Nos ayudará a entender. Nos ayudará a acertar en nuestras decisiones en estos tiempos de gran incertidumbre.

En los albores del siglo XX, Ortega y Gasset reflejó este momento incertidumbre con una fase célebre: no sabemos lo que nos pasa y eso es lo que pasa. Nosotros añadimos: aunque seguimos sin entender muy bien lo que pasa, queremos entender por qué nos pasa. Como veremos, las herramientas científicas son tremendamente útiles para conseguirlo.

Otros artículos de esta serie:

<em>Los comportamientos políticos no resisten el análisis científico</em>

<em>Halcones y palomas sobrevuelan la política española, según la ciencia</em>