Ciencia imposible

¿Qué pasaría si viajáramos a la velocidad de la luz?

Hasta ahora no hemos superado los 28.000 kilómetros por hora que alcanzamos en la Estación Espacial Internacional

Viajar a la velocidad de la luz, un sueño imposible.

Viajar a la velocidad de la luz, un sueño imposible. / Shawn Suttle en Pixabay.

Redacción T21

La física dice que es imposible, pero soñamos con la posibilidad de viajar a la velocidad de la luz. En ese supuesto, el tiempo se dilataría y se alteraría nuestro campo de visión, pero la fuerza de la aceleración nos destruiría. Sin ayuda alguna, no podemos ir a más de 45 kilómetros por hora.

La velocidad de la luz en el vacío es de 299.792 kilómetros por segundo. Esto significa que, hipotéticamente, si un objeto pudiera viajar a la velocidad de la luz, podría dar la vuelta a la Tierra 7,5 veces en un segundo.

Aunque muchos se han preguntado cómo sería viajar a la velocidad de la luz, la realidad es que alcanzar esta velocidad es físicamente imposible, al menos para los objetos con masa.

Según la teoría de la relatividad especial de Einstein, la masa de un objeto aumenta exponencialmente a medida que se acerca a la velocidad de la luz, hasta llegar a comportarse como si tuviera una masa infinita.

Para impulsar un objeto con masa infinita se necesitaría una cantidad infinita de energía, lo que es impracticable. Por eso, ningún objeto puede moverse a la velocidad de la luz o más rápido.

Dilatación del tiempo

Además, si un objeto se moviera a la velocidad de la luz, experimentaría un fenómeno conocido como "dilatación del tiempo". Esto significa que el tiempo transcurriría más lento para él que para alguien que no se mueve. Por ejemplo, si un astronauta viajara a la velocidad de la luz durante un año, al regresar a la Tierra habrían pasado muchos más años para el resto de la humanidad.

Dado que eso es imposible, podemos hacernos una idea del efecto de la dilatación del tiempo con un ejemplo real: el cosmonauta ruso Sergei Avdeyev pasó 747 días (64 540 800 segundos) a bordo de la estación espacial Mir, que viajaba a 7600 ms. Después de más de dos años, Sergei solo rejuveneció 21 milisegundos respecto a sus colegas en la Tierra.

Visión alterada

Otro efecto curioso de viajar a la velocidad de la luz sería la alteración del campo de visión. Debido a la distorsión de la luz, el viajero solo podría ver el mundo a través de una estrecha ventana en forma de túnel frente a la nave espacial en la que viaja. Todo lo demás aparecería oscuro o distorsionado.

En conclusión, viajar a la velocidad de la luz es un sueño imposible para los humanos, pero también una fascinante posibilidad para explorar las leyes de la física y la naturaleza del universo.

Y hay más problemas: aunque la mayoría de los humanos pueden soportar fuerzas de aceleración de aproximadamente cuatro a seis veces mayores que las de la gravedad (4 a 6 g) durante un corto período de tiempo, la velocidad de la luz ejercería sobre nosotros una fuerza de más de 6.000 g. Inevitablemente nos mataría.

¿Hay un límite de velocidad para los humanos?

Aunque viajar a la velocidad de la luz sea imposible, los humanos hemos logrado alcanzar velocidades impresionantes gracias al desarrollo de la tecnología y el deporte. El récord actual de velocidad humana lo tiene el astronauta Peggy Whitson, que en 2017 viajó a 28.164 kilómetros por hora en la Estación Espacial Internacional.

En la Tierra, el récord de velocidad terrestre lo tiene el piloto Andy Green, que en 1997 condujo un coche a 1.228 kilómetros por hora en el desierto de Nevada. Y en el aire, el récord de velocidad aérea lo tiene el piloto William Knight, que en 1967 voló un avión a 7.274 kilómetros por hora en California.

No es sencillo

Estas hazañas son increíbles, pero también tienen sus riesgos y limitaciones. A altas velocidades, los humanos estamos expuestos a fuerzas extremas que pueden dañar nuestros órganos, huesos y tejidos.

Por ejemplo, cuando un piloto acelera o frena bruscamente, sufre una fuerza llamada aceleración g, que puede causar pérdida de visión, desmayos o incluso la muerte. Para resistir estas fuerzas, los pilotos y astronautas usan trajes especiales que distribuyen la presión y evitan el desplazamiento de la sangre.

Además, las velocidades que hemos alcanzado dependen en gran medida de los vehículos y las condiciones externas que usamos. No podemos correr o nadar tan rápido como conducimos o volamos.

De hecho, la velocidad máxima que puede alcanzar un humano sin ayuda es de unos 45 kilómetros por hora, según el récord del atleta Usain Bolt en los 100 metros lisos. Algunos científicos creen que este récord está cerca del límite fisiológico de los humanos, ya que más allá de cierto punto, la potencia muscular y la resistencia aerodinámica se equilibran y no permiten una mayor aceleración.

Sin límite conocido

Sin embargo, esto no significa que los humanos hayamos llegado al tope de nuestra velocidad. A lo largo de la historia, hemos superado muchas barreras que se consideraban insalvables.

Por ejemplo, a principios del siglo XX, se decía que un ser humano no podría viajar a más de 100 kilómetros por hora, ya que el aire le impediría respirar y le arrancaría la piel.

Esta creencia se basaba en la experiencia de los trenes de vapor, que alcanzaban velocidades de unos 80 kilómetros por hora. Pero en 1903, los hermanos Wright demostraron que era posible volar a más de 100 kilómetros por hora en un avión. Desde entonces, la aviación ha evolucionado enormemente y ha permitido a los humanos viajar a velocidades que antes eran impensables.

Por lo tanto, no podemos descartar que en el futuro se desarrollen nuevas tecnologías o técnicas que nos permitan aumentar nuestra velocidad.

Tal vez algún día podamos viajar a la velocidad del sonido, o incluso a una fracción de la velocidad de la luz. Más difícil será que algún día podamos cumplir el sueño de viajar a la velocidad máxima del universo.