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Ciencia y sociedad

La universidad en la UVI: crónica de una crisis anunciada

Nature documenta la triple amenaza que asfixia a la educación superior: ahogo económico, parálisis innovadora e injerencias políticas

El sistema universitario global se encuentra fracturado, atrapado entre el conocimiento tradicional y la disrupción ineludible de la inteligencia artificial, que definirá su futuro.

El sistema universitario global se encuentra fracturado, atrapado entre el conocimiento tradicional y la disrupción ineludible de la inteligencia artificial, que definirá su futuro. / IA/T21

EDUARDO MARTÍNEZ DE LA FE/T21

EDUARDO MARTÍNEZ DE LA FE/T21

Madrid

Durante décadas fueron el motor del progreso y la igualdad de oportunidades, pero hoy las universidades se enfrentan a una tormenta que amenaza con colapsarlas: la financiación pública se desploma, la ciencia se vuelve conservadora y las presiones políticas erosionan su autonomía.

Un informe especial de la revista Nature revela que la educación superior atraviesa el momento más crítico de su historia debido a una tormenta perfecta de presiones económicas, políticas y tecnológicas.

El núcleo del problema es una profunda crisis de financiación que ha desvirtuado su propósito original. Tras la Segunda Guerra Mundial, durante los así llamados "treinta años gloriosos" (1945-1975), los gobiernos de los países ricos consideraron la educación superior un bien público esencial. Asumían la mayor parte de su costo, garantizando un acceso casi gratuito que la equiparaba a la escuela primaria o secundaria. Este modelo transformó las universidades: de ser academias para élites se convirtieron en motores de movilidad social y crecimiento económico, disparando el alumnado universitario mundial de 6 millones en 1950 a más de 260 millones en la actualidad.

Mercantilismo académico

Pero la crisis financiera de 2008 y el posterior estancamiento económico llevaron a los gobiernos a retirar su apoyo. La carga económica fue transferida progresivamente a los estudiantes y sus familias, a menudo a través de sistemas de préstamos que hipotecan su futuro profesional.

Este cambio ha provocado que las universidades se vean forzadas a operar como empresas con una lógica mercantilista que limita la igualdad de oportunidades. Un informe de 2022 en Estados Unidos reveló que solo el 4% de los estudiantes del nivel socioeconómico más bajo logran acceder a las universidades más selectivas, en claro contraste con el 33% del grupo con mayores ingresos. No es un fenómeno aislado: la fuerte subida de tasas en Inglaterra en 2012 provocó una caída inmediata de 25 puntos en las solicitudes de acceso a la universidad, según otro informe del Institute for the Study of Labour .

Investigación decadente

La asfixia económica se extiende también a la investigación, con consecuencias directas y medibles en la capacidad de generar ideas rompedoras. Un estudio publicado en Nature en 2023, que analizó 45 millones de artículos científicos y 3,9 millones de patentes entre 1945 y 2010, concluyó que la ciencia es cada vez menos "disruptiva". Los hallazgos muestran una caída constante en la proporción de investigaciones que rompen con el pasado para impulsar a la ciencia en nuevas direcciones.

En su lugar, la investigación se ha vuelto más incremental, centrándose en consolidar o desarrollar conocimientos ya existentes. Aunque la cantidad de publicaciones científicas ha crecido exponencialmente, la frecuencia de los avances significativos ha disminuido. La competencia por fondos escasos obliga a los científicos a optar por proyectos más seguros y con resultados predecibles, ahogando así las ideas innovadoras que históricamente han impulsado los grandes saltos cualitativos en el conocimiento humano.

Datos clave que ilustran la crisis actual de la educación superior, desde la desigualdad en el acceso y el declive de la investigación disruptiva hasta la masificación del sistema y el impacto de las barreras económicas en la movilidad estudiantil.

Datos clave que ilustran la crisis actual de la educación superior, desde la desigualdad en el acceso y el declive de la investigación disruptiva hasta la masificación del sistema y el impacto de las barreras económicas en la movilidad estudiantil. / Elaboración propia/T21

Injerencias políticas

Sobre este escenario ha prosperado igualmente un nuevo frente de batalla: el político. En Estados Unidos y Europa, líderes populistas han acusado a las universidades de ser focos de elitismo desconectados de la realidad social y política. Unos ataques que erosionan la confianza pública y la libertad académica.

El cerco se cierra con políticas de inmigración cada vez más restrictivas, que cortan una vía de ingresos vitales —las matrículas más altas de los estudiantes internacionales— y, lo que es más grave, estrangulan el flujo de talento global que ha sido siempre el oxígeno de la innovación académica. Políticas de visado cada vez más estrictas en tradicionales países de acogida están disuadiendo a miles de estudiantes: solo en Estados Unidos se espera una caída de hasta el 40% en nuevas matrículas internacionales para el próximo curso, lo que implicaría una pérdida de ingresos de 7.000 millones de dólares, según detalla Nature.

Campus Satélite

Ante esta situación, Países Bajos o Corea del Sur ganan atractivo, y potencias como China están invirtiendo para convertirse en nuevos polos de atracción académica. En respuesta a estas barreras migratorias, las universidades occidentales están innovando con modelos como los campus satélite. Instituciones británicas, por ejemplo, ya educan a casi tantos estudiantes en sus sedes en el extranjero como en su propio territorio, superando así los obstáculos burocráticos, aunque surgen dudas sobre si la experiencia y la calidad educativa son equivalentes.

Finalmente, la inteligencia artificial ha irrumpido como un disruptor total, obligando a repensar desde los métodos de enseñanza hasta el propósito mismo de la educación. En este complejo escenario, como subraya la revista, las universidades están obligadas a adaptarse no solo para sobrevivir, sino para seguir cumpliendo su misión fundamental.

Independencia económica

El informe de Nature concluye que las universidades deben tomar las riendas de su propio futuro. Una de las propuestas proviene del economista del MIT Yasheng Huang, quien argumenta que las instituciones académicas deben “reclamar una mayor parte del valor que generan para la sociedad ". En lugar de depender de una financiación pública cada vez menos confiable, deben desarrollar estrategias para capturar la riqueza que producen. Esto implica pensar de forma más empresarial en la gestión de la propiedad intelectual, la creación de spin-offs y la colaboración con la industria, sin por ello traicionar su misión pública.

Esta estrategia, ya consolidada, ha demostrado que su mayor valor no reside en los ingresos directos por licencias —que suelen ser una parte menor del presupuesto—, sino en su capacidad para catalizar la economía regional mediante la creación de empresas innovadoras (spin-offs) y empleo cualificado. Como ejemplo, las spin-offs de la Universidad de Barcelona captaron 14 millones de euros en financiación solo en 2024. El gran desafío, sin embargo, sigue siendo equilibrar estos objetivos comerciales con la misión pública fundamental de la universidad para no desvirtuar su propósito.

Innovación interna

Y el úiltimo desafío: las universidades también deben aplicar su capacidad creativa para transformarse a sí mismas. El dosier destaca varias iniciativas: académicos que integran la IA en la formación médica, programas que buscan mejorar la empleabilidad de los doctorandos o métodos que incrustan la creatividad en el corazón de la formación científica.

Son ejemplos de una reinvención en marcha que, aunque quizás insuficientes, señalan el cambio profundo que vive la academia a nivel mundial.

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