El proyecto del tren de Gran Canaria sigue adelante. Sigue adelante y se continúa justificando su construcción, entre otras razones, como proyecto para el desarrollo turístico de nuestra isla. Nada más desacertado. La megainversión para esta infraestructura desde el punto de vista de los teóricos que han analizado las bondades de este proyecto, deberían beneficiar, repito en teoría, a dos grupos: uno, al de los empleados y trabajadores de la industria turística que podrían viajar cómodamente en este medio desde el norte de la isla hasta Maspalomas. Pero ¿han tenido en cuenta estas personas lo que va a suponer este viaje? Partamos de la base de que hoy en día se tardan en coche aproximadamente 45 minutos desde casi cualquier lugar a Maspalomas. El tren se supone que necesitará unos 30 minutos en realizar ese recorrido, pero ¿cuánto tardamos si sumamos el recorrido desde nuestros hogares hasta la estación? Si lo hiciéramos en vehículo privado habría que sumar el tiempo de aparcamiento, además del trayecto desde la estación final hasta nuestro centro de trabajo (este último seguramente con otro servicio público si no contamos con otro vehículo privado en el sur). Y todo ese viaje ¿qué coste tiene ya que no es solo el trayecto en tren?

El otro grupo teóricamente beneficiado por esta infraestructura es el turista en su traslado del aeropuerto a su hotel y viceversa. Hoy por hoy sale de la terminal de recogida de equipajes y a unos 30 metros cuenta con una parada de taxis y unos pasos más adelante la parada de su autobús de transporte discrecional. Para este futuro usuario del tren la situación es algo diferente. Tanto si utiliza el autobús como si va a contratar los servicios de un taxi, en ambos casos deposita su equipaje en el portabultos y se olvida del mismo hasta la llegada a su hotel o complejo de apartamentos. Cuando exista un tren ¿el servicio va a ser mejor que el actual? El turista tendrá que cargar su maleta hasta la estación, comprar un billete, esperar la llegada de un tren, y seguir arrastrando o cargando su equipaje hasta entrar en el vagón. En el caso de que no coincida con un tren directo a las zonas turísticas deberá parar en Carrizal, Agüimes, Vecindario y Playa del Inglés antes de llegar a Maspalomas. Tanto si va a Playa del Inglés como si su destino es Maspalomas, el turista tendrá que seguir con su equipaje hasta la salida de la estación de tren y buscar un medio de transporte adicional para llegar hasta su hotel. No me puedo imaginar que esta oferta de transporte sea más eficiente, más cómoda y más barata para el turista que la existente actualmente. Por supuesto que la actual es mejorable en precio y en servicio.

Y me asaltan numerosas dudas, porque en Maspalomas no se acaba la isla turística: los turistas que se dirijan a Puerto Rico, Amadores o Mogán, por poner unos ejemplos, ¿deberán seguir desde Maspalomas con otro medio de transporte o para ellos no está pensando el tren?

¿Es este un medio de transporte propio para un destino turístico que probablemente, si se aprueba el próximo 13 de diciembre en el Parlamento de Canarias el Proyecto de Ley de Renovación y Cualificación Turística, solo deba crecer con hoteles de cinco estrellas gran lujo?

¿No hay alternativas para abaratar los viajes de los trabajadores y empleados del turismo y descongestionar las vías como el carpooling (viaje compartido) o la mejora de los servicios de transporte públicos?

La inversión pública debe llevarse a cabo en las zonas turística para las zonas turísticas. Las playas están anticuadas y obsoletas, ya no son atractivas para el turista de hoy. No cuentan con baños, con chiringuitos apropiados, con hamacas modernas (no nuevas, modernas), sus accesos y servicios no son los propios de los de un destino vacacional de sol y playa. Los centros comerciales, las vías públicas, el mobiliario urbano, el alumbrado (por ejemplo el de la nueva zona de San Agustín) son deficientes o no funcionan. Así se podría escribir una lista interminable de prioridades. El turista no necesita un tren y sí requiere que se actúe en otros frentes. Realmente no lo requiere el turista, lo necesitamos nosotros para que él nos siga eligiendo como su destino vacacional.