Acaba de dejarnos John Gaze Martín (Tenerife 1946), hijo de un británico emprendedor que se enamoró de las Islas Canarias siguiendo la estela de aquellos primeros hijos de Inglaterra que establecieron sus negocios en el Archipiélago.

La noticia de su fallecimiento nos sitúa con pesar ante un hombre elegante, de una gran curiosidad intelectual y un conversador nato, incluso cuando la enfermedad ya había encontrado cobijo en su persona, como nos demostró en la fiesta con la que quiso agasajar a todos sus amigos, más bien una despedida llena de alegrías y de pocas penas.

John llegó a Gran Canaria en 1971, donde se casó con Queta Martín Quintana y nacieron sus hijos Vanessa, Néstor y Carlos. Para una persona tan sociable y dispuesta como él se abría un ámbito de trabajo prometedor.

Sus formación en Turismo le iba a permitir ocupar relevantes puestos directivos, sobre todo en un momento en que el sector turístico comenzaba a crecer y se necesitaba a profesionales preparados. En ese sentido, John siempre sostuvo que los canarios tenían que adquirir los conocimientos necesarios para ocupar los sitios claves de la nueva industria.

Su historial laboral era el mejor contraste de estas ideas, no muy comunes en una economía insular muy dependiente, con altas tasas de analfabetismo y que vivía un cambio traumático desde la agricultura al terciario.

Gaze comienza con las agencias de viaje, ocupando cargos de responsabilidad en Cosmelli, Paukner, Kuoni, Iberia, entre otras firmas de aquel mundo que empezaba a arrancar. Consecuente con su pensamiento, también se adentra en la educación, en concreto como consejero delegado y director gerente de la Escuela Superior de Turismo (ESTLP), profesor asociado de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y de los Hoteles Escuelas de Canarias (Hecansa). Por los lugares que pasó dejó tras de sí su espíritu innovador, su particular visión de la vida gracias a su genética británica y siempre un afán tremendo por debatir para enriquecer.

En la fiesta donde reunió a toda su familia, amigos y conocidos nadie habló, como es lógico, de lo que nos depara el destino nada más darnos la vuelta a la esquina, y menos con John, al que todos deseábamos una ola de años por delante. Pero fue él mismo, en conversaciones privadas, el que nos demostró el carácter y la templanza con la que afrontaba un diagnóstico que dejaba pocas salidas.

Siempre fue (y lo seguirá siendo) un amante del buen vino, y en aquella jornada tan llena de positividad brindamos en varias ocasiones por el placer de tener a John entre nosotros por mucho tiempo. Y lo seguirá estando con su sonrisa afable y abierta, dispuesta a entablar una amistad.