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El análisis de la crisis amarilla

El balón como virtud y veneno

La ausencia de un plan B, el baile de entrenadores, los errores defensivos y la falta de equilibrio, entre las claves de la caída libre

El balón como virtud y veneno

Con el mayor presupuesto de la historia y varios internacionales en sus filas el esplendor de la UD Las Palmas se ha enquistado. La goleada encajada ante el Celta de Vigo vino a certificar la caída libre de un proyecto que estaba en las nubes hace unos meses y que ya va por su segundo entrenador de la temporada. Este lunes el Estadio de Gran Canaria vivió uno de los capítulos más humillantes de la historia reciente del club cuando el conjunto celeste anotó hasta dos goles con uno menos para ponerse de manera momentánea con un rotundo 0-5 que acabó echando a buena parte del público.

Hasta este episodio no ha llegado la UD Las Palmas por casualidad. Con seis derrotas en ocho jornadas se encuentra en puestos de descenso y unas pésimas sensaciones por un buen número de motivos que han diluido lo que había sido un muy bueno, incluso excelso, retorno a Primera División tras un par de décadas lejos de la élite y centrado en sobrevivir.

Un método muy claro

Muy poco hay en esta UD de aquella que el 1 de marzo bailó al Real Madrid en el Santiago Bernabéu para firmar un 3-3 inolvidable, la última sinfonía de un equipo que hace unos pocos meses maravillaba al mundo. En apenas medio año se ha descompuesto un equipo que no ha parado de desinflarse. Solo queda la intención, la filosofía que pretende recuperar Pako Ayestarán, todavía sin premio en sus dos primeros encuentros.

Al vasco le toca lidiar con esa sombra, la de Quique Setién, el hombre que dirigió a la UD Las Palmas con más proyección internacional en toda su historia. El cántabro formó a un conjunto que maravilló en un 2016 soberbio, un año en el que el equipo remontó a lo grande una situación muy delicada par firmar una salvación exprés gracias a una racha excelente en la segunda vuelta que tuvo continuidad en el inicio del curso siguiente.

Desde el aterrizaje del cántabro todo en la UD Las Palmas empezó a girar alrededor del balón. Era la principal virtud y también el veneno del equipo. Ocurre que en la mayoría de los casos, o al menos en los suficientes para lograr los objetivos, la UD lo convirtió en oro. En ocasiones lo bordaba, pero en otras patinaba. Rara vez tenía término medio. Se acostumbró a jugar al filo de la navaja y así, en cuanto una pieza del puzzle falló, todo se vino abajo.

De técnico en técnico

El mismo hombre que llevó al cielo a la UD fue el que desencadenó la era de las tinieblas, de donde todavía no ha salido. El culebrón de su renovación acabó en divorcio entre dirección deportiva y entrenador, una fractura que se traspasó a la plantilla. Perdió la autoridad el técnico amarillo y la recta final de su contrato se convirtió en una pesadilla para todos. El equipo se descompuso, perdió los papeles, la concentración y el equilibrio.

Pocas veces una negociación en unos despachos había afectado tanto y tan rápido a un equipo de fútbol. Especialmente a domicilio la UD Las Palmas hizo aguas. Encajó varias goleadas y firmó la salvación yendo de ridículo en ridículo por los campos de España.

De la solidez a la nada

Con esa herencia se plantó la UD en una nueva temporada, en la que el entrenador se encontraba otra vez bajo sospecha. Y es que Manolo Márquez aterrizó como segunda opción después de que la dirección deportiva descartara a última hora la opción de Roberto De Zerbi, que ha sido el cuarto entrenador oficioso de la UD en 2017, pues el italiano llegó a planificar la plantilla y la pretemporada, con varias reuniones en distintos países, a pesar de que no había firmado su contrato.

El contexto, nada fácil, engulló a Manolo Márquez, un novato que intentó arreglar los errores que arrastraba la UD Las Palmas. Comprendía el diagnóstico, sabía lo que había que enmendar pero no encontró la manera. El catalán, después de dos desastres en las dos primeras jornadas, puso en liza un doble pivote que sirvió para sacar seis puntos pero no para arreglar el problema de fondo.

En su camino por buscar la solidez defensiva perdió la principal virtud del equipo, que estaba en la rápida circulación de balón, en una salida limpia desde atrás y en la paciencia para encontrar espacios. El partido ante el Leganés desnudó a la UD Las Palmas, que en su objetivo por encontrar el plan B se olvidó de su plan A. Sin velocidad en la posesión de balón, sin automatismos, sin una filosofía definida fue un auténtico desastre que precipitó la dimisión de Manolo Márquez, una medida que el catalán ya se había planteado.

Dos bajas de mucho peso

El verano no ha afectado de manera negativa a la UD solo por sus cambios en el banquillo. Las salidas de Roque y Prince Boateng han afectado una barbaridad al equipo. Si con el teldense ya la UD tenía problemas de equilibrio, su traspaso mal sustituido, al menos hasta que alguien demuestre lo contrario, perturba aún más cualquier planteamiento. Nadie ha hecho olvidar a Roque, aunque a Ayestarán le queda la bala de Samper. La salida del ghanés fue cubierta por Rémy, que ha rendido muy bien con tres goles en unos 100 minutos, pero sus lesiones le han impedido tener más impacto en los resultados de la UD.

Así, el equipo sigue echando de menos el rendimiento fiable y continuado de dos de los tres jugadores más importantes de la temporada pasada. Sus sustitutos tienen nombre, pero no han logrado tener la misma influencia. Y otros jugadores de la columna vertebral como Vicente Gómez, Tana, Macedo, Lemos o Bigas tampoco están al mismo nivel, en algunos casos afectados por lesiones.

Ante esta caída libre se encuentra Pako Ayestarán, que mañana ante el Villarreal tiene la primera oportunidad para sacar a la UD de una crisis prolongada.

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