Ser el equipo más goleado de toda la Primera División no es un buen síntoma. Menos aún cuando los goles que tú consigues anotar en la portería contraria no puede hacer de esa sangría un asunto menor. Si encima no ganas, la bola comienza a hacerse grande. Pero si además muestras síntomas tan preocupantes como que la gran mayoría de esos tantos caigan en la segunda mitad, donde se deciden los partidos, el asunto se torna con un color negro oscuro.

Porque la UD Las Palmas, con 25 goles recibidos en las diez primeras jornadas de LaLiga lleva consigo el dudoso honor de ser el equipo más goleado de la Primera División. Pero el problema crece cuando se analiza en qué momento del partido llegaron los goles. Y es que 19 de esos 25 tantos que le han endosado a Las Palmas han llegado en la segunda mitad.

La cifra, traducida al tanto por cierto, resulta escandaloso: un 76% de los goles llegan tras el descanso. Goleadas como las del Celta de Vigo, Villarreal, Atlético de Madrid o FC Barcelona se gestaron en la segunda parte de los encuentros. Una cifra insoportable para cualquier equipo que aspire a seguir en la élite del fútbol español.

La búsqueda de las razones para este desplome en la segunda mitad pueden ser varias. Una evidente es la fragilidad mental que ha mostrado Las Palmas cuando ve cómo le golpean antes en el marcador. Incapaz de reaccionar tras el primer gancho en la cara, la UD tiende a hundirse por completo. Le sucedió ante el Atlético de Madrid, a pesar de que Calleri recortara distancias al poner el 1-2 -le cayeron otros tres después-; le ocurrió contra el Barça después de cuajar una primera buena mitad -tres tantos al canto-; le pasó frente al Celta de Vigo para salir escaldado del Gran Canaria -con otros tres goles en la segunda mitad-; y le volvió a suceder frente al Villarreal con un naufragio en los segundos 45 minutos del partido -con cuatro sangrantes dianas-.

El aspecto psicológico es algo en lo que han profundizado futbolistas y entrenadores -tanto Manolo Márquez primero, como ahora Pako Ayestarán-. Sin embargo, no se han visto soluciones. Ni siquiera verse por delante en el marcador, como sucedió ante el Deportivo de La Coruña, ha servido para espantar un mal que empieza a ser endémico.

Además de eso se puede señalar a la condición física como un problema más que influye en esta tendencia desastrosa. El equipo muestra síntomas de desfonde cuando se sobrepasa la hora de encuentro. No obstante, Ayestarán ha incidido en sus ruedas de prensa en que no valora ese punto como un factor determinante para el desplome de los suyos tras el descanso -ha encajado 12 goles en las segundas partes de los cuatro partidos que lleva en la UD-.

Pero por encima de todo eso destaca el pobre nivel defensivo que ha demostrado la UD Las Palmas en esta temporada. Sin consistencia en la zaga, el conjunto amarillo no avanza. La pareja de centrales nunca ha estado clara en esta temporada. Ximo Navarro, uno de los futbolistas que mejor había rendido, está pasando desapercibido para Pako Ayestarán. Con Mauricio Lemos fuera de forma y Aythami Artiles y David García -titular en el Estadio de La Cerámica-, relegados a un segundo plano, el esqueleto de la defensa de la UD, cuando han pasado diez fechas, sigue sin estar formado. Con Michel Macedo a un nivel paupérrimo y Dani Castellano lejos de su mejor versión, la ecuación se complica.

Y ante todo eso el Real Madrid, ansioso por volver a ganar, espera el domingo (19.45 horas, Movistar Partidazo). Toda una papeleta para una UD que vive en el alambre.