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Pablo Machín como principio

El técnico soriano cogió al equipo último de Segunda y ahora disfruta de la Primera División

Pablo Machín, técnico del Girona, da instrucciones en un entrenamiento. GIRONA FC

No se puede negar que el Girona no merezca estar donde está. Porque si algo ha definido al equipo catalán en sus últimos años de existencia es la facultad de persistir. Una característica que define también al arquitecto actual de este club, que vive los mejores años de sus casi 88 años de vida: Pablo Machín Díez.

Porque lo de Machín ha sido insistir. El técnico soriano quería triunfar en el fútbol, vivir de su gran pasión, algo que está consiguiendo en el banquillo. Dicen de él que era uno de los futbolistas que más prometía en la cantera del CD Numancia, el club de su ciudad natal, Soria, cuando los numatinos andaban por Segunda División B en la década de los 90. Polivalente, se hizo un hueco en la zaga, en su costado derecho hasta que su rodilla rompió su carrera. Una grave lesión le apartó del césped. Retirado como futbolista, siguió en su empeño: triunfar y vivir del fútbol. El siguiente paso, el banquillo.

Pasó primero por la AD Calasanz, club de los Escolapios de Soria, antes de integrarse en la cadena formativa del CD Numancia. Alcanzó el filial y de ahí se convirtió en ayudante en el primer equipo con nombres como los de Gonzalo Arconada, el examarillo Sergije Kresic y Juan Carlos Unzué, actual entrenador del Celta de Vigo. En 2011, el Numancia le dio la alternativa a Machín, hombre de la casa. En Los Pajaritos pasó dos temporadas completas con sus altibajos. La irregularidad y la falta de concreción de los objetivos del club ganaron el pulso a Pablo Machín, que acabó su etapa en Soria.

Sin banquillo en verano, no pudo volver hasta el mes de marzo de 2014. Y lo hacía en una situación límite. El Girona recurría a él a la desesperada, como último clasificado de Segunda División cuando ya habían pasado 29 jornadas de competición. Casi nada. Logró 21 puntos de 39 posibles -más del 50%- y salvó al equipo de la Segunda División B.

Machín se ganó el cielo de Montilivi. Renovó dos temporadas más y el club pasó de pelear por no bajar a Segunda B a estar metido en la lucha por ascender a Primera División por primera vez en su historia. De hecho, en su primer curso completo, el 2014-2015, solo dos minutos le alejaron de Primera. En el descuento del último partido de competición, el CD Lugo de Quique Setién le robó el sueño del ascenso. El Sporting subió directamente a la élite y mandó al Girona a una promoción cruel.

El Zaragoza -demolido después por la UD Las Palmas- apeó de la final al Girona con una remontada épica en la semifinal de la promoción. Vuelta a empezar para el próximo curso. Repitió guión, siempre agarrado a su esquema de carrileros. Llegó a la final del playoff de ese curso, pero el Osasuna le volvió a negar el sueño del ascenso a Girona. Nada. Vuelta a empazar para el próximo curso. La paciencia no se agotó y el Girona obtuvo su premio el pasado curso con un ascenso directo. Ahora disfruta de la Primera División con Machín, el hombre sobre el que gravita el Girona. Un club con cimientos que quiere seguir en la élite. De momento va encaminado a ello.

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