Falta mucho, un mundo, para que la UD Las Palmas se convierta en el equipo que quiere ser. Quizá sea porque, como anunció el presidente Ramírez minutos antes de que empezara el partido, todavía faltan por llegar hasta nueve futbolistas para completar la plantilla, pero lo que parece claro es que, con lo que tiene ahora, no le da para, cuanto menos, ilusionar. Se corroboró ayer en el primer amistoso serio de la pretemporada, nada más y nada menos que un derbi, el de la Copa Mahou, cuyo ganador en su séptima edición fue el CD Tenerife en la tanda de penaltis.

Por si fuera poco, el que marcó el gol definitivo fue el que peor cae a la afición amarilla: Suso Santana. El cuadro blanquiazul marcó sus cinco lanzamientos y no dio opción a que la UD tirara su quinto porque Fidel, de lo mejor del conjunto de Manolo Jiménez en el clásico canario, había fallado el suyo, el primero de todos. No hubo celebración excesiva ni del tinerfeño al marcar ni del resto de sus compañeros. Todo quedó en un aplauso y en la entrega del trofeo que recogió el capitán Carlos Ruiz, pero algo dolió.

Porque un derbi siempre hay que ganarlo, a pesar de que a nadie se le escapa que lo de ayer no vale más que para acumular minutos en las piernas durante el periodo de preparación, como dice el tópico, pero en el aire de Maspalomas quedó un cierto halo de decepción ya no tanto por perder -o no ganar- contra el Tenerife, sino por la asunción de que falta una eternidad para ver a la mejor UD.

Sólo Rubén, que jugó toda la segunda parte, despertó el interés de los aproximadamente 2.000 espectadores que acudieron al campo. Participó en las tres jugadas de peligro que generó su equipo en todo el encuentro y al menos demostró que mantiene el mismo instinto asesino que la ha llevado a la gloria y que ahora pretende explotar en su regreso a casa.

Por lo demás, nada que llevarse a la boca, salvo la buena actuación del extremo Fidel, que también estuvo en la tripleta de ocasiones. El Tenerife, por su parte, tampoco hizo mucho, pero evidenció ser un equipo mucho más hecho que su rival. Al menos, con las ideas más claras. Su misión era clara: robar y concluir el ataque cuanto antes.

A grandes rasgos, puede concluirse que una parte fue para cada uno. La primera, para los blanquiazules, que aprovecharon el desconcierto local para dominar el partido. Un tiro al larguero de Juan Villar y otro disparo del extremo desde fuera del área fueron sus acciones más destacadas. La segunda, en cambio, fue para los amarillos, que con el cambio de esquema de juego y la vuelta a los dos delanteros mejoró mucho.

Cambio de sistema

Manolo Jiménez hizo un experimento al inicio: abandonó su sistema preferido, el 4-4-2, para jugar con un 4-1-4-1 que, al menos por el dibujo, hizo recordar los mejores tiempos de la UD de Quique Setién, sólo que sin Roque ni Jonathan Viera y con Vicente y Tana a un mundo de lo que fueron. Más allá de las comparaciones, Las Palmas no carburó. Fue totalmente incapaz de crear fútbol, de generar, ni siquiera de llegar al área rival.

El sevillano dispuso un ´once´ con Nauzet en la portería, Lemos, David García, Cala y Dani en la defensa, Javi en el pivote, el filial Josemi y Vicente Gómez en los interiores, Momo y Tana en las bandas y Araujo, tocado durante toda la semana, en la delantera. No hubo manera de llegar a Dani, cuya única intervención fue coger atrapar un centro de Lemos (minuto 43).

Antes, una buena llegada de Bryan Acosta, buen delantero del Tenerife, acabó con un centro al área y el remate de Juan Villar al travesaño (32´). Él mismo buscó la escuadra con un disparo con el exterior que se fue fuera por poco.

Tras el descanso y la entrada de Rubén, todo cambió. La UD tuvo más intensidad y combinó mejor. El Moña tuvo la más clara para los amarillos en el minuto 64. Simón centró, Fidel rozó el balón con la cabeza y el delantero se anticipó para tocarlo, pero salió rozando el palo. Poco después (78´), el propio Rubén recibió de Fidel y disparó desde casi el área pequeña, pero lo hizo muy desviado.

Eso fue todo el peligro amarillo. El Tete, a lo suyo, casi ni se acercó a Raúl en el segundo periodo. En la tanda, Dani acertó un tiro. Raúl, ninguno. Ahí estuvo la diferencia y la Copa, que dejó claro que a la UD le falta un mundo o más.