Hubo unas jornadas en las que la UD Las Palmas, al galope de los goles de Rubén Castro y de su talento individual, apuntaba maneras para ser un equipo temible en esta Segunda División. Lo hacía con un bloque compacto, con una defensa seria y con el olfato del isletero en el área. Pues bien, aquella UD se ha ido difuminando con el paso de las jornadas hasta borrarse y tener encima la sombra de convertirse en un equipo vulgar. Entregada y con la bandera blanca de rendición al aire salió ayer de Almería, goleada con un 3-0 que escuece.

Disfrutó la otra UD, los de rojo y blanco. Porque Las Palmas sufrió un vapuleo notable en los Juegos del Mediterráneo. Es cierto que Iglesias Villanueva y sus bandas ayudaron a desquiciar a los amarillos, pero también que la UD se ha estancado: su propuesta ya no le vale para ganar. Un plan cuyos patrones se han desdibujado hasta perder su línea. Si esto no es una crisis, al menos se parece.

Acumula tres partidos sin ganar, un solo punto de los últimos nueve y una sequía completa de tres duelos en un equipo con nombres como los de Rubén Castro o Sergio Araujo. Al menos, los datos son para preocuparse. Empezando por su propio entrenador, Manolo Jiménez, responsable de poner a cien a un equipo que de momento no ha tocado sus cotas esperadas.

Las variantes que introdujo Manolo Jiménez fueron tres en su dibujo con respecto al partido ante el Alcorcón. Dos obligadas: Martín Mantovani por el papá David García y Sergio Araujo por el internacional sub 21 Rafa Mir. Además, en su vuelta de página a la alineación, Fidel Chaves ocupó el puesto de Tana. Una buena oportunidad para el extremo de pedir minutos a Jiménez. Todo en un campo donde dejó huella durante un par de temporadas.

A Las Palmas le hacía falta la victoria. El ritmo de la comba que se marca en lo alto de la clasificación ponía a la UD en una obligación: ganar si quería seguir de cerca a Deportivo de La Coruña y Málaga, lanzados en la cabeza. Todo con el debate de la propuesta de la UD abierto, desenterrado desde el comienzo de la temporada, tapado con los resultados y los puntos, pero de vuelta cuando la UD se ha quedado sin argumentos para avasallar al contrario. Y ese era el objetivo, volver a sentirse capaz de dominar, de marcar, de ganar partidos.

Se dio cuenta Las Palmas de lo que le esperaba nada más dar sus primeros toques en los Juegos del Mediterráneo: una presión alta, bien guiada y la certeza de que el Almería no iba a dejar a la UD bordar su juego con tranquilidad. La siguiente consigna que tenían marcada a fuego los de Fran Fernández también era clara: robar y/o correr. Más viejo que el propio fútbol.

Y en esas, mientras la UD trataba de cogerle el pulso al partido, llegó el gol del Almería con argumentos distintos a los que parecía proponer. No se lo había tomado tampoco uno de los asistentes de Iglesias Villanueva, que se tragó un fuera de juego clamoroso de Juan Carlos que descolocó a Las Palmas. El ex del Tenerife, tras coger el balón, filtró un pase para Álvaro, beneficiado de la salida de la defensa amarilla. Erró ante la salida de Raúl, pero tras el rebote, lo hizo perfecto para servirle el gol en bandeja a Narváez. La complicidad defensiva de la UD fue casi tan injustificable como la empanada del linier. De entrada, al minuto 8 de juego, 1-0.

¿Cómo se iba a reponer la UD del sopapo? Esa era la respuesta que se abría en el futuro más próximo de los amarillos. Y pudo hacerlo rápido Las Palmas de no ser por la inocencia de Maikel Mesa. Araujo, recogió un balón en la medular y coló un pase perfecto al desmarque del tinerfeño. Solo contra René y acompañado por Rubén Castro, quiso picarle el balón por encima del guardameta. Adivino el capitán del Almería se mantuvo rígido. Gol desactivado.

Se volcó Las Palmas. De la Bella sirvió un centro preciso a Sergio Araujo esquivó por poco la escuadra. El argentino era el centro de operaciones de Las Palmas. Rápido, con ganas, vivo, por sus piernas pasaban casi todas las acciones de ataque amarillo.

Pero en estas, el Almería perdonó a Las Palmas. Pudo cortarle la cabeza y no lo hizo. De un patadón, Juan Carlos le hizo un lío a la defensa de la UD. Con esa simpleza se plantó delante de Raúl, salvador él clavado como un Cristo. El balón trazó una trayectoria directa a portería que De La Bella, con un despeje enfermo, convirtió en asistencia de gol que Narváez desperdició.

Siguió Las Palmas inquieta, ansiosa, abusando del balón en largo, facilitando las salidas en tromba del Almería. Cuando sentó cabeza y trenzó, le fue mejor. Solo había un pero, los asistentes de Iglesias Villanueva, a cada cual peor. A la media hora, anuló una buena jugada por posición antirreglamentaria de Maikel Mesa -cuya dejada a Fidel acabó en gol-; y diez minutos más tarde retiró la bendición del gol al centrocampista tinerfeño en la mejor jugada del partido para la UD por fuera de juego inexistente. De traca.

Casi tanto como las facilidades que le iba poniendo Las Palmas al Almería para mostrar su juego. Las segundas jugadas eran una golosina para que los rojiblancos corrieran. Lo hizo Juan Carlos una y otra vez para amordazar a los de Jiménez. Él, Narváez y Luis Rioja esquinaban a la UD cuando galopaban. Demasiada laxitud para ser firme. Al descanso, las dudas asaltaban a Las Palmas.

No arrancó mejor tras el parón. Owona, sustituto de Saveljilch por lesión en la primera mitad, avisó con un par de cabezazos. Manolo Jiménez miró al banquillo en busca de soluciones y pensó que la mejor opción era el cambio de alas: salieron Fidel -el más incisivo en la primera mitad- y Maikel Mesa por Tana y Danny Blum. La revolución de Jiménez pasaba por las bandas.

Los cambios, en vez de darle consistencia a la UD, la destrozaron. Simplemente, se hundió. El Almería era capaz de dominar ya hasta con el balón. Fue así, en un meneo con Las Palmas encerrada en su campo, como le dio el tiro de gracia al equipo amarillo. Se plantó con un carrusel de pases en el área y ahí Juan Carlos Real rompió a Martín Mantovani, frágil como el resto de la zaga. Con un recorte simple destrozó al argentino y reventó a la UD: 2-0.

A Las Palmas le quedaban 25 minutos para intentar levantar el asunto. Sin embargo, empezó a dar sintomas de desazón, impotencia y deriva. René veía el partido cómodo bajo la portería. Ni se acercaba la UD ni parecía que fuera a hacerlo. Y cuando lo hizo, bandera arriba. Las Palmas vio como le anulaban su segundo gol por fuera de juego de Rubén Castro tras una dejada perfecta de Tana. Como mínimo, este también era dudoso. Ni ese margen de error de los banderines acompañaba a la UD en Almería. El drama se olía.

Iba ya Las Palmas con todo: defensa de tres y Pekhart en el campo. Buscaba Las Palmas un gol para meterse en el partido y se encontró con el tercero del Almería. Volcada la UD en campo rival, recogió un rechace el cuadro andaluz para volar. La cabalgada, con los amarillos rotos, maltrató a la UD. El centro desde la banda derecha encontró los brazos de Raúl Fernández y su despeje los pies de Lemos para colarse dentro de la portería. Un gol tan trompicado y accidentado como el partido de la UD.