El pasado 1 de agosto, se presentaba Christian Rivera dentro del marco de la 'operación Bigas'. El zaguero balear salía cedido a la SD Eibar -a préstamo con una opción de compra, más una cláusula de partidos jugados que podrían dejar unos 3 millones de euros en las arcas de la UD- y la entidad amarilla se quedaba con el prometedor Rivera en propiedad. Una operación redonda. De solo 21 años, el asturiano militó en el pasado curso en el bloque armero y terminó descendiendo con el filial del Barça a la Segunda B. Coincidió con Galarreta.

Se presentó como un timonero de lujo, que podría convertirse en un gran negocio de futuro. No duró tres meses. "Llevamos 22 operaciones (...) No creo que haya ningún club en Europa que lleve tantas (...) Pero no vamos a traer cualquier cosa. Queremos traer a los objetivos que nos hemos fijado y en eso estamos trabajando. Queremos hacer las cosas en el tiempo y forma que mejor vengan a la entidad. Hay situaciones que se pueden arreglar con dinero, otras con paciencia", resaltó el secretario técnico Toni Otero, durante la presentación del centrocampista. El alta de David Timor y el gran momento de Javi Castellano han jugado en contra de Rivera, que no cuenta para Jiménez desde el 1 de septiembre, ante el Real Zaragoza, en Liga. Solo ha jugado un solo encuentro de Copa del Rey, el fatídico ante el Rayo de Majadahonda, en los últimos dos meses de competición. ¿Se fichó demasiado en la posición de centro del campo?

La marcha de Rivera supone el ahorro de una ficha y su proyección en Primera puede generar otro traspaso. Eso dejaría una cantidad importante en las arcas. Deberá ganarse un puesto en el Huesca, en la zona baja de la tabla.