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El análisis / Cádiz-UD

Herrera y la bala del entrenador

Por primera vez en el curso, la UD sale de los puestos de promoción a Primera, justo tras la llegada del nuevo técnico

Tercera derrota del curso, tercera fuera de casa. PACO MARTÍN/LOF

Cuando acabó el partido en el Estadio Ramón de Carranza, por primera vez en los 15 encuentros que van de esta temporada, la UD Las Palmas estaba fuera de cualquier posibilidad de ascenso, apartado incluso de las plazas de promoción a Primera División que hace poco más de una semana no valía. La historia, con el sábado archivado, dejaba a la UD a ocho puntos del liderato, ostentado por el Deportivo de La Coruña, que ganó sin problemas al Osasuna. El Alcorcón podría asaltar hoy la primera plaza y ponerla a once puntos. Todo con el vagón que sigue a Las Palmas en la clasificación apretando: el Mallorca puede superar a la UD y Real Oviedo y Rayo Majadahonda igualar su bagaje. Un señor panorama.

El viernes pasado, Miguel Ángel Ramírez, presidente de la UD Las Palmas decidió llevar a la guillotina a su entrenador, Manolo Jiménez. Acabó con él una racha de una victoria en los últimos nueve encuentros, con ocho puntos de 24 en juego. Eso y un plan de juego difuso, capaz de arrancar, aupado por los destellos del talento que aguarda parte de la plantilla de esta UD. "No estamos a la altura de las circunstancias; el equipo es una gran plantilla. Los resultados no son los que queríamos. No perdemos, pero tampoco ganamos; empatar es insuficiente para el equipo que cuenta con el segundo tope salarial. Vamos sextos. A estas alturas de la competición, no será complicado estar en playoff. Estamos convencidos del éxito del proyecto (...) Nos vemos en la tesitura de tomar medidas. Los resultados mandan", espetó Ramírez para justificar una decisión que se barruntaba desde hacía semanas.

Y en esas llegó Paco Herrera, el arquitecto del último ascenso como salvador. La bala del entrenador se gastó con el equipo en la promoción, dentro de los seis mejores de la categoría para apostar por un buen recuerdo. Después del vapuleo de Cádiz, con el 4-1 relumbrando en el marcador, el guión de la UD da un nuevo giro: por primera vez en la temporada está fuera de cualquier posibilidad de ascender a Primera División.

Herrera se atrevió a coger a la UD con la condición pública de colocarlo en ascenso directo. Basta con repasar las declaraciones de Ramírez cuando se decapitó a Jiménez -un par de párrafos más arriba-. Por ahora, tras su primer día de trabajo está más lejos de ello, en un equipo que anímicamente parece roto, lejos del caché de sus contratos y currículum, perdido sobre el césped. Un auténtico papelón para Herrera, sin tiempo para conjugar y con la necesidad de hablar con puntos en la mano.

Ayer demostró que aún no tiene cogido el pulso a su plantilla, a qué le pueden ofrecer. Javi Castellano y Timor no terminan de casar, Rafa Mir en la derecha se ciega, Tana sin alguien que le ofrezca balones no puede sacar la escuadra y el cartabón, De la Bella hace semanas que hace aguas, el rigor táctico y defensivo se esfumó hace ya muchas jornadas... Demasiados frentes abiertos a resolver con la urgencia de encontrar victorias cuanto antes.

De fondo sobrevuela el pasado más cercano de la UD con una temporada de seis entrenadores: cuatro en el banquillo (Manolo Márquez, Pako Ayestarán, Paquito Ortiz y Paco Jémez) y otros dos que nunca llegaron (Roberto De Zerbi y Jorge Almirón). Los miedos de hace unos meses se vuelven a posar sobre Las Palmas, incapaz de mantener un rumbo definido desde hace demasiado tiempo. El estado de depresión sitia de nuevo al corazón de la UD; igual nunca se ha terminado de marchar.

Sin la opción de un cambio de cabeza en el banquillo, agotado ese comodín hace una semana, el flujo de convicciones de la directiva sobre el potencial que tiene el equipo pasa de manera directa a los hombros de Paco Herrera. La energía que traía el preparador la puso en torno al balón, al control del juego, a crear peligro con la posesión. Todo en apenas un puñado de días al mando. La intención que propuso la UD en el Ramón de Carranza no era mala, pero a la idea, de buen fondo, le falta construcción, algo que solo da el tiempo. Un tiempo que no le sobra a la UD, a falta solo de seis partidos para llegar al ecuador de la campaña en una atmósfera que se complicada cada día más.

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