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El derbi / Un paseo por la historia

'El Gato de Arucas', un mito en las dos orillas

Manolo López, que jugó tanto en la UD como en el Tenerife, participó en cinco derbis oficiales, todos como amarillo

Manolo López, eufórico en un partido de la UD Las Palmas en el antiguo Estadio Insular a finales de los 90. LP / DLP

Algo cambia en Manolo López cuando pisa el Estadio Insular. Se siente feliz, tranquilo, casi como en casa. Mientras toma un cortado en la cafetería del parque, ubicada en la zona por donde solían transitar sobre todo los laterales derechos y los extremos izquierdos, en el lado de la Grada Curva, recuerda lo que una vez dijeron Jorge Valdano y Ángel Cappa de la antigua casa de la UD podías sentir los fantasmas del pasado, la vida del fútbol en Gran Canaria, porque por aquí habían pasado grandísimos futbolistas y tenían la sensación de sentir las voces de esas personas, como si se hubieran quedado dentro".

Una de ellas es él. Ahí jugó su primer partido el 21 de febrero de 1981, con 19 años, y se despidió del fútbol 16 años después, el 31 de mayo de 1997, a los 35. En medio, innumerables vivencias de todo tipo: ascensos, descensos, vítores, pitos y, por supuesto, derbis, como el que el próximo domingo, ya en 2018, dirimirán Las Palmas y Tenerife en Siete Palmas.

Cuando jugaba en el Tenerife (1989-94), nunca se enfrentó a los amarillos en competición oficial, aunque sí en algún partido de pretemporada. En el primer año que volvía tras su primera en la UD, de ocho cursos (1980-88), le expulsaron al poco de empezar el choque por agarrar a un rival cuando era el último defensor. "Fue una situación chocante, porque venía con toda la ilusión del mundo".

El mejor recuerdo

En total, participó cinco veces de manera oficial en el clásico del fútbol canario y en todas defendió la casaca amarilla. Los días previos el duelo siempre eran iguales. "Se solía hablar poco porque ya había mucho ambiente por fuera. Había semanas en las que el entrenador tenía que bajar el listón en los entrenamientos porque había tanta sobreexcitación que las sesiones eran hasta peligrosas", exclama.

Manolo tiene muchos recuerdos de los derbis, como los cuatro goles que marcó Narciso en el Heliodoro (1986, en Copa), las eliminatorias de Copa del Rey que disputó cuando Las Palmas Atlético podía participar en el torneo del K.O. y, sobre todo, la famosa tanda de penaltis en el Heliodoro (1995) cuando la UD estaba en Segunda B y el Tenerife vivía los mejores años de su historia.

"Marcó un antes y un después. A veces me pongo el partido y siempre recuerdo lo bien que lo hicimos. Las caras de concentración y de ilusión de los jugadores era tremenda. Cuando terminó el partido y esperábamos a la prórroga, vi a la gente exhausta, porque tuvimos que jugar toda la segunda parte con uno menos. Le dije a cada uno: 'Hemos llegado hasta aquí y ahora no vamos a tirar esto por la borda. Tenemos que defender como sea y llegar a la tanda de penaltis, porque la ganamos'. Fue heroico", relata con emoción.

Manolo confiesa que había algo en los partidos entre Las Palmas y Tenerife que los hacía diferentes a los de ahora. "Antes había como más pique, un pique sano que se ha ido perdiendo con el paso del tiempo. Creo que a nosotros no nos ha venido bien". Lo achaca sobre todo a que ninguno de los dos equipos pasa por sus mejores años, todavía menos ahora.

Pese a todo, el mítico portero de amabas orillas considera que el duelo entre isleños se vive siempre con intensidad, también en Tenerife. "Para ellos son partidos de una importancia tremenda. Nosotros tuvimos una racha de victorias en el derbi muy prolongada. Cada vez que nos enfrentábamos al Tenerife, ganábamos, tanto aquí como en el Heliodoro, pero hubo un punto de inflexión para ellos que fue el gol de Marioni (2002), y a partir de ahí los resultados cambiaron y la cosa se ha equilibrado", sostiene.

Tanto es así que ambos conjuntos están igualmente de capa caída en Liga. Para Manolo, el que gane cambiará su tendencia. Y para que sea Las Palmas ,el equipo debe ser precisamente eso, un equipo. "Ha dejado de ser competitivo, ha perdido esa sensación de fortaleza y los futbolistas ya no tienen la frescura que tenían. Esa situación plana ha hecho que jugadores importantes estén en entredicho".

Cree igualmente que hace falta liderazgo, justo el que él mismo ejercía cuando regresó a la UD a los 33 años. "Intentaba tocar la fibra de la gente en el vestuario. Apelaba a la testiculina", revela. Y luego lo demostraba en el campo, donde se ganó con creces el mote que le definió sobre todo en el final de su trayectoria: 'El Gato de Arucas'. "No me molestaba porque venía de mi gente, de mi público", comenta ya después de haber terminado su cortado. Es tiempo de marcharse del Insular y de aguardar la llegada de un nuevo clásico canario.

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