La UD Las Palmas suspendió otro examen. Tenía que ganar al Nàstic de Tarragona, colista de LaLiga 123, para refrendar una supuesta reacción en los dos últimos partidos, sin embargo, sólo dio la sensación de poder llevarse la victoria cuando se vio con un futbolista más a 20 minutos del final. Entonces, Momo gozó de dos ocasiones muy claras para marcar el tanto del triunfo amarillo, pero habría sido demasiado premio. Entre otras cosas, porque el cuadro catalán, pese a tener uno menos, también desperdició una gran oportunidad para ganar el encuentro.

De haber entrado cualquiera de los dos tiros del veterano centrocampista, que entró en la segunda parte en sustitución de un desesperado Rubén Castro, el discurso amarillo habría girado en el mismo sentido en que lo hizo cuando Fidel marcó el primer gol de su equipo hace dos semanas. En ese momento, la UD se llenó de razones. El dominio del Osasuna, que acababa de estrellar un balón en el larguero, dejó de importar. La goleada final sirvió incluso para volver a creer en el ascenso, porque Las Palmas, supuestamente, había encontrado el camino.

Por eso es fácil de suponer que ayer, de haber ganado, la tacañería amarilla en el campo del último habría pasado a un segundo plano. Los de Paco Herrera volvieron a ser sólidos atrás y, al final, tuvieron las ocasiones más claras del partido, sin embargo, fue sólo por inercia. Mientras hubo un choque de 11 contra 11, Las Palmas nunca fue superior, lo que debiera ser ahora el principal motivo de preocupación del técnico: generar juego sin perder la firmeza.

Antes de la expulsión, no demostró ser un equipo que quiere subir a Primera. En la primera parte, Fidel malgastó una ocasión muy clara y no fue hasta bien entrada la segunda parte cuando el equipo probó por primera vez al portero Bernabé -con un tiro de Rafa Mir desde la frontal-. Demasiado poco. La obsesión por mantener la portería a cero acabó por comerse a los amarillos, que se olvidaron de atacar y dieron alas a un rival muy inferior. Hay que acostumbrarse a la nueva UD.

Apostó Paco Herrera, tal y como había anunciado, por el mismo bloque de los dos últimos partidos, con un cambio obligado por la sanción de Ruiz de Galarreta. Su sustituto fue Maikel Mesa, un ex del Nàstic. Quizá por eso los centrocampistas del cuadro catalán se ensañaron con él y lograron su objetivo: desquiciar al tinerfeño, que lo hizo casi todo mal y desaprovechó una nueva oportunidad para reivindicarse.

Entre las cosas que la UD ponía a prueba hoy era su capacidad para dominar en el campo del colista. No sólo no lo hizo, sino que sufrió mucho. El equipo de Enrique Martín, muy mejorado con sus últimas incorporaciones en el mercado invernal -cuatro de ellas, Noguera, Mikel, Thiouné y Sadik fueron titulares-, fue el que demostró más ganas de ir a por el partido. Espoleado desde la derecha por un excepcional Pipa, que se comió a Dani Castellano en todas las acciones, el Nàstic merodeó el gol en el primer cuarto de hora del choque, pero le faltó lo de toda la temporada, el remate.

Sopor antes del descanso

Todo lo contrario que Las Palmas, que casi marca en la primera vez que se asomó por el área rival (14'). Un centro de Rafa Mir lo peinó Maikel Mesa en el primer palo y el balón le cayó a Fidel en el punto de penalti, pero el onubense tardó más de la cuenta. En lo que controló y se orientó para disparar con la zurda, Mikel se arrastró por el césped para desbaratar la ocasión.

A partir de ahí, el Nàstic recordó por qué está donde está y dio un paso atrás, pero los de Paco Herrera no fueron capaces de crear juego, de llegar arriba con jugadas elaboradas. La nueva UD post Córdoba es un regreso al jimenismo. Priman los balones largos, las faltas se cuelgan todas, sean donde sean, y así es muy difícil que Rubén, el más perjudicado por la nueva idea, pueda tener la más mínima posibilidad de marcar.

Todo lo que hizo el cuadro amarillo tras el fallo de Fidel y el descanso fue producto de dos arranques de orgullo de Peñalba. Primero (27'), se anticipó a un defensor del Nàstic gracias a su buena presión arriba y concluyó la acción con una cosa intermedia entre un centro y un tiro que al final quedó en nada. Luego (42'), recogió un balón rechazado en la frontal y chutó muy desviado con la zurda. Fue demasiado poco para un equipo que quiere ser de Primera.

Por contra, el Nàstic, que se volvió a ir arriba porque simplemente Las Palmas no lo hizo, rozó el gol hasta tres veces. Pipa disparó desde la frontal con el exterior (28') y supuso la primera intervención de un portero en casi media hora de juego: Raúl desvió a córner. Cinco minutos después, Eric Curbelo, de lo más potable del partido, se deslizó para arrebatar la bola a Thiouné, que estaba a punto de disparar frente al vasco, y al borde del intermedio el vizcaíno detuvo un disparo de Abraham y sólo la fortuna hizo que Juan Cala fuera el primero en recoger el rechace.

Nada cambió en el inicio de la segunda parte. La única diferencia fue que el Nàstic creó menos sensación de peligro que en la primera. Eso sí, Raúl siguió siendo el único guardameta en dar señales de vida -detuvo sin problemas dos tiros lejanos, uno de Pipa y otro de Luis Suárez-. Herrera buscó la reacción con la entrada de Lemos por Fidel, desaparecido, y de Araujo por Maikel, ambos antes del cuarto de hora. Luego (65'), Momo entró por Rubén, cuyo única opción para marcar sucedió tras un centro adelantado de Lemos que no alcanzó por poco.

Pero lo que realmente cambió el partido no fueron los cambios, sino la expulsión por doble amarilla -ambas justas- de Thiouné. A partir de ahí, el balón pasó a ser de la UD, lo que no fue óbice para que Pipa, en un arrancada llena de casta, intentara adelantar a su equipo con un tiro con la zurda que se marchó a la izquierda de Raúl.

Locura final

La inercia acercó poco a poco a Las Palmas al área. Así, llegaron las mejores ocasiones, la locura final. En la primera (77'), surgida tras una jugada en la que el equipo demostró que es capaz de jugar mucho mejor de lo que lo hace, Timor envió a Dani Castellano, que llegó a la línea de fondo y puso el balón atrás, raso, perfecto, como lo piden los niños cuando quieren marcar, sin embargo, el tiro raso con el interior de Momo, que prefirió la colocación a la fuerza, se marchó rozando el poste derecho del meta.

Luego (85'), la suerte se alió con el Nàstic. Tras un saque de esquina, Bernabé desvió de milagro un cabezazo de Mantovani. En la siguiente acción, un defensor sacó con la espalda, sobre la línea de gol, otro disparo, esta vez lleno de fuerza, de Momo. La suerte, ayer, no estuvo para ayudar a la UD.

En medio de las dos jugadas finalizadas por el grancanario, los de Quique Martín no se habían adelantado en el marcador sólo porque un remate de cabeza de Noguera tras el saque de una falta se marchó por unos pocos centímetros a la derecha del poste de Raúl.

Pero tampoco habría sido justo, porque, al fin y al cabo, el cuadro isleño había tenido las mejores oportunidades para ganar. En cualquier caso, la reacción de la UD Las Palmas se había producido demasiado tarde y sólo como consecuencia de una expulsión, no por propia vocación. Cero a cero y otra vida que se escapa. Fue el castigo a la tacañería.