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Análisis

El miedo

La UD Las Palmas escenifica a través de su técnico, inmóvil y carente de ideas, su pavor tanto a perder como a ganar en La Rosaleda

Paco Herrera (derecha), junto a su segundo, Ángel Rodríguez, en El Hornillo. laprovincia.es

El miedo te hace incapaz. De repente, cuando surge, arrasa con todo y pierdes el control, te paraliza y tomas decisiones equivocadas. Esa sensación debió de experimentarla ayer Paco Herrera. El miedo, también, te hace incongruente. Y aunque uno puede llegar a comprender que es preferible ser un cobarde a un temerario, ni siquiera ese argumento le salva, porque cuando uno es pusilánime con todo a favor, queda retratado.

A la UD Las Palmas se le puso todo cuesta abajo en La Rosaleda cuando a falta de media hora para el final del partido el árbitro expulsó a Keidi Bare -justamente- y se vio con uno más. Se abría un escenario perfecto. El azar había conseguido lo que el equipo había demostrado ser incapaz de lograr por sus propios medios. Sin embargo, el terror se acrecentó en ese momento. Su manifestación, inevitable: la quietud en la banda.

En ese entonces el técnico ya había evidenciado que prefería no perder a siquiera intentar ganar, con la introducción de Deivid en sustitución de Timor, aquejado de problemas estomacales. Su pretensión: "No tocar nada". Esa declaración dejaba claro que para que la UD se llevara los tres puntos de Málaga tenía que suceder poco menos que un milagro, pues entraba un jugador con una vocación claramente más defensiva que la del valenciano cuando, además, el equipo ni se había asomado por el área rival.

Pero cuando cinco minutos después se vio con un futbolista más, el miedo ya no era sólo a caer, sino también a vencer. Herrera permaneció inmóvil y no hizo ningún movimiento en los 11 minutos siguientes, probablemente porque ya se le habían escapado todas las ideas. Entonces, introdujo a Lemos por Curbelo con el objetivo de profundizar algo más por la banda derecha. Sólo eso.

Mientras, Fidel y Araujo debían de contemplar extrañados los movimientos del entrenador, o quizá ya todos están mimetizados con la nueva UD de la portería a cero. El castigo a la falta de ambición se tradujo con la expulsión de Deivid sólo 13 minutos después que la de Keidi, lo que volvió a equilibrar una balanza que, por otra parte, nunca llegó a pesar más por el lado amarillo que el blanquiazul.

La diferencia con Muñiz

Herrera debió de quedarse todavía más desnudo cuando, ante la equiparación de efectivos, su homólogo, Juan Ramón López Muñiz, metió en el campo a un delantero -Harper- para quitar a un medio centro -Morán-, y en ese momento es posible que se arrepintiera de haber quitado a Curbelo.

El miedo también te hace buscar excusas. Quizá por eso la mala suerte arbitral en momentos determinados de la temporada ha servido para explicar la falta de puntos. Sin embargo, esa teoría se cayó ayer cuando el colegiado anula dos goles al Málaga, uno de ellos por un fuera de juego claramente inexistente. No fue sino un ejemplo más de la falta de argumentos de una UD Las Palmas que parece condenada a quedarse en tierra de nadie.

Sin victorias no se logran los ascensos; sin valentía no se logran las victorias. Los de Herrera, tal y como sucediera hace dos semanas frente al colista, se vieron con uno más y no dieron un paso al frente claro y evidente en busca del triunfo. Mientras, pasan las jornadas y ya son 13 los empates que suman. Es lo que tiene el miedo: te incapacita y te paraliza.

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