Testigo directo del apartheid. Los últimos servicios de Ernesto Aparicio como futbolista terminaron en los confines del mundo. El Capi, adelantó seis meses su contrato con la Unión Deportiva Las Palmas y emprendió un viaje de más de 7.600 kilómetros a Sudáfrica. El Highlands Park „en la 1971-72„ le esperaba con los brazos abiertos para que transmitiera sus conocimientos en un país inmerso en la desigualdad racial.

"Todo surge cuando Doria y Enrique Avieta, dos compañeros y amigos míos, me recomendaron a un entrenador chileno para jugar en Sudáfrica cuando concluía, con 35 años, mi contrato con la UD Las Palmas, después de muchos años como jugador y capitán. En un principio la idea me resultó descabellada, ¡marcharme un país tan lejano y con los problemas políticos que atravesaba!", rememoró Aparicio en palabras a este periódico en un reportaje en el pasado 2010.

Y sin pensarlo, el espigado lateral derecho que defendió los colores amarillos en la época más gloriosa de la entidad insular, emprendió la ruta hasta el país más austral del continente africano sin la compañía de su esposa. "Con el tema del apartheid no me fiaba mucho de la situación que iba a vivir, por lo que prefería que mi señora se quedara en Gran Canaria", recordaba.

Una vez en el país, el que fuera portador del dorsal '2' de la elástica amarilla, quedó sorprendido por las diferencias entre las personas de raza negra y blanca en el día a día. "Me pareció increíble y me costó aceptar", manifiestaba Aparicio sobre el conflicto racial.

Y de igual forma, remarca que se sobresaltó cuando puso en pie en un terreno de juego y miró a las gradas. "Los negros se sentaban en lugares diferentes que los blancos en el estadio, no tenían derechos ni en el fútbol", relataba el Capi, que alcanzó los 288 partidos oficiales con la UD.

Asimismo, invocaba la anécdota que le ocurrió un día en el que iba montado en un ascensor junto a una persona de raza negra. "Me pareció de lo más normal del mundo, pero llegamos a otro piso y se subió una señora blanca. La reacción del individuo fue huir despavorido desde que se abrió la puerta. Luego me enteré que había ascensores para blancos y otros para negros".

Lucha racial

Vivencias que tuvo que perpetrar Aparicio y de las que se sentía orgulloso por aprender otra cultura, aunque a la vez, como él mismo explicaba, "fuera difícil de aceptar". Porque si el Capi se caracterizó por algo sobre el campo era por su solidaridad con sus compañeros, siempre incondicional de los diez hombres que defendían los colores amarillos que él amó y que en un ejercicio de similitud, por superficial que suponga, se veía impotente de no poder ayudar a la población segregada en Sudádrica.

No llegaba a comprender como un país con inmensas riquezas en materias primas, estaban tan atrasados en cuestión de derechos humanos. "Me parecía chocante que en un país tan rico, con minas de oro y diamantes, petróleo y otros recursos naturales, se permitiera que unos dos millones de blancos acapararan las riquezas y la buena vida" agrega, "mientras unos 15 millones de personas de color malvivían en guetos, pasando muchas necesidades. Los blancos dominaban y los negros trabajaban", exponía Aparicio sobre aquel país.

De su paso por el fútbol sudafricano, el Capi, recordaba las raíces británicas que estaban implantadas en el soccer practicado en el sur de África. "El fútbol allí, en mi opinión, se parecía mucho al que se jugaba en Inglaterra, con mucho contacto y en el que sólo jugaban los blancos, ya que la gente de raza negra no tenía derecho", relataba en 2010.

Fruto de la dureza de la filosofía implantada en la liga sudraficana, Aparicio tuvo que parar su carrera debido a otra lesión que sufrió en la maltrecha rodilla que ya venía acarreando en sus últimos años como jugador de la UD.

Además, no solo fue la barrera deportiva lo único que se encontró Aparicio en sus seis meses de viviencia en el país en el que según el Capi, le enseñó las riquezas "de otra cultura"; sino que el idioma fue uno de los grandes incovenientes con los que luchar. "Se me hizo muy cuesta arriba no saber hablar inglés", añadía.

Por último, en aquel reportaje, meses antes de que la selección española emprendiera el mismo viaje que Aparicio tres décadas antes hasta Sudáfrica para hacerse con la Copa del Mundo, reflexionaba que "afortunadamente todo ha cambiado para mejor y aunque nada es perfecto, se han equiparado los derechos entre la sociedad". Por lo que esperaba "volver algún día para conocer la nueva estructura del país en lo económico y sobre todo en lo social, ya que como tierra era ya de por sí algo impresionante", reseñaba el lateral ya fallecido.

Memorias de África, que hoy, en el día que hubiera sido su 83º cumpleaños, se recuerdan con el afecto que merece el protector de la mejor plantilla de la historia de la Unión Deportiva.