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Tenerife-UD / La contracrónica

Más ruido que fútbol y el gafe del Heliodoro

La UD Las Palmas, sin juego alguno, regala el partido Josep y Cedrés, lo único positivo

Sergio Araujo, Álvaro Lemos y Josep Martínez, atentos ante el lanzamiento de un córner por parte del Tenerife. montse santos

Tenía la oportunidad de salir del Heliodoro como el héroe de una película muy mala, porque así fue el derbi, pero la UD Las Palmas se empeñó en regalar algo que le había costado mucho conseguir. Sin embargo, lejos de llevarse a Gran Canaria un triunfo que saboreaba gracias al gol de Cristian Cedrés cuando el equipo se encontraba con un jugador menos por la expulsión, tan cuestionable como absurda, de David Timor, fue objeto de burla por parte de la grada cuando ni siquiera se había retirado a los vestuarios.

El 'canta y no llores' que corearon los más de 18.000 aficionados locales dolió. Sobre todo a los casi mil seguidores amarillos, que habían hecho mucho ruido nada más bajarse del barco a las cinco y 20 de la tarde y luego, tras el tanto de Naranjo, fueron presa del silencio. Se comieron todas las mofas, cuando en realidad la broma la habían protagonizado los jugadores en los que tanto habían depositado sus esperanzas de volver a vivir una victoria en el clásico canario.

Porque la manera en que la UD regaló el triunfo es para hacérselo mirar. Cierto es que casi nadie podía imaginarse que el cuadro de Pepe Mel fuera capaz de adelantarse en el marcador con un jugador menos, pero una vez conseguido, tiró se gesta por la borda y con ello hizo que el primer tanto de Cedrés en el fútbol profesional quedara en una mera anécdota.

Errores groseros

Eso sucedió en el 67, cuando el extremo, muy bien colocado, aprovechó un rechace de Dani Hernández a un tiro con veneno de Araujo para empujar el balón a la red. La reacción del Tenerife, que en ese entonces seguía a tres puntos del descenso, pero con un marcador en contra y un partido más que su rival principal por la permanencia, el Lugo, era previsible, pero no los regalos.

Un fallo de marcaje tremendo de Javi Castellano, que apareció en el derbi como si estuviera en otro planeta, lo aprovechó Carlos Ruiz para rematar de cabeza un balón que venía desde el córner y empatar el encuentro a 13 del final. Y luego una parálisis de Curbelo, que hasta ese momento había realizado un partido muy digno, incluso muy bueno, permitió al propio central convertirse en internacional y brindarle el gol de la victoria a Naranjo. Transcurría ya el 87.

Pocas veces tendrá Las Palmas una oportunidad tan grande para ganar a su eterno rival y, de alguna forma, devolverle el gol de Marioni en 2002 en el extinto Estadio Insular que terminó de condenar a aquel equipo de Fernando Vázquez a la Segunda División. Con el gol de Cedrés apareció en medio del silencio de la mayor parte del Heliodoro el sentimiento de revancha que todo aficionado amarillo lleva dentro.

Pero los de Pepe Mel se empeñaron en que eso no fuera así, porque cometieron errores groseros que taparon cualquier posible reproche al colegiado catalán Avalos Barrera, un debutante en la categoría, que enseñó a Timor la segunda tarjeta amarilla que no le había mostrado antes a Mauro Dos Santos.

Así las cosas, la UD deberá esperar al curso que viene, si es que ambos siguen en la misma división, algo que cada vez parece más probable, para intentar romper un maleficio que dura ya 18 años, los que lleva sin robar los tres puntos del Rodríguez López.

Se impone la urgencia

Para que eso pueda suceder algún día, la UD deberá jugar mucho mejor de lo que lo hizo ayer. Salvo un buen primer cuarto de hora, el cuadro de Mel no creó nada, contagiado también por la pobre imagen de su rival. Tanto Las Palmas como el Tenerife están muy venidos a menos, por lo que ganaron las urgencias de un equipo, el de José Luis Oltra, que se jugaba mucho más.

Porque por mucho que los entrenadores, presidentes y aficionados apelen al orgullo, a la profesionalidad y al escudo, cuando rueda el balón suele imponerse el que se juega algo más a nivel clasificatorio. Y ese, ayer, fue el Tete, cuya afición estalló con el segundo tanto y convirtió el silencio en mucho ruido.

Sin embargo, en medio del drama que vive una UD Las Palmas, que se encuentra a la deriva en la competición desde que hace ya varias semanas asumiera que era imposible alcanzar los puestos de promoción de ascenso, ha surgido un halo de esperanza que, por otra parte, tiene un nombre y un apellido: Josep Martínez, el hombre de 20 años que sentó a Nauzet y suple con garantías al lesionado Raúl.

El catalán fue, junto con Cedrés, el mejor futbolista amarillo. No tapó bien a Carlos Ruiz en el gol de Naranjo, pero le excusa el desconcierto que creó Curbelo con su quietud ante el regate con un movimiento de cadera que le hizo el tinerfeñista, pero antes de todo eso había salvado dos veces a su equipo.

Tras el tanto de Cedrés, sacó una mano abajo prodigiosa a tiro de Naranjo para desviar el balón al córner antes de que entrara en la portería, y luego, ya con el 1-1, ganó un mano a mano a Malbasic por no vencerse, por clavar las rodillas en el suelo y tapar el mayor hueco posible. Pinta bien este portero para ser titular en un proyecto de futuro, por si a Raúl no le apetece seguir.

Orgullo y dolor

Además, demostró carácter. Tuvo la osadía de encarar con Suso, el símbolo del Tenerife, por clavarle a David García los tacos en una disputa, no se cortó en ordenar a los suyos y al final fue el único que se tiró al suelo, hundido, por no haber ganado el derbi.

Tanto él como Cedrés representan lo próximo, lo que viene por delante. Fracasado el primer intento de ascenso, la UD vuelve a recurrir a la cantera como solución, después de haberse tomado muy en serio su papel de segundo equipo de LaLiga 1|2|3 con mayor presupuesto.

Mientras, unos veteranos como David García y Rubén Castro sigue sin ganar un clásico en el Heliodoro. El capitán, que acaba contrato, parece que ya nunca lo conseguirá. En cualquier caso, para que eso ocurra será necesario aportar más fútbol que ruido.

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