Dos goles. El mismo lenguaje. El arte del Moña y su supremacía en el tiempo. 6.534 días de diferencia. El 3 de octubre de 2001, Rubén Castro Martín, ante el Real Madrid en el Estadio Insular, se estrenaba como realizador en el fútbol profesional. En el 74', tras aprovechar un pase de Alberto, superaba a Casilllas en la acción del 3-2 en el mítico recinto de Ciudad Jardín. El cuarto tanto sería de vaselina, en el minuto 89, para cerrar el festival ante el Madrid de Zidane, Figo, Raúl González, Hierro, Karanka o Makelele (4-2). 17 años, 10 meses y 21 días después de aquel octubre de 2001, Rubén Castro, de nuevo amarillo, vuelve a marcar de vaselina. El despertar de la leyenda y la última muesca de su revólver. Toda una vida con el gol en las venas.

Del Insular a La Rosaleda. El inicio de su producción ofensiva, remate en corto junto al palo y un envío diabólico por alto, le puso en el escaparate con apenas 20 años. Dos tachas al Real Madrid. A las órdenes de Vázquez, el Moña sumaba su séptimo partido en la máxima categoría -había debutado en el curso anterior de la mano de Kresic-. En La Rosaleda, ahora con 38 años, contabiliza 225 dianas entre Primera y Segunda. Ya es un referente, homenajeado hace unas semanas en Heliópolis, por su condición de pichichi histórico del Betis, aún tiene una cuenta pendiente. Su sueño pasa por catapultar a la UD a lo más alto del universo de plata. Ayer, lastrado físicamente, en plena fase de recuperación, tras no hacer pretemporada, firmó un tanto de cine. Igual que hace casi 20 años en Ciudad Jardín.

De amarillo, Rubén ya suma 54 tantos en 159 partidos oficiales. Le falta subir con la UD -suma dos ascensos con el Betis-. En toda su carrera, contabiliza 132 dianas en LaLiga SmartBank y 93 en Primera. 38 años y un prodigio en movimiento. La longevidad del Moña y la precisión de una vaselina.