La última imagen de la UD Las Palmas en al Copa del Rey coqueteó con lo cómico, lo surrealista: un central parando un penalti en el último minuto. Para consuelo amarillo, al menos, no era el zaguero rival con guantes. No hubo gol, pero lo que no se evitó fue la fiesta en el Nuevo Vivero de Badajoz. Ahí, los locales, habían apeado en la segunda ronda copera a un rival de mayor entidad y categoría.

La UD, que compareció con 45 minutos de retraso en Badajoz, salió de la Copa del Rey por méritos propios (2-1). Perdió el equipo de Mel, cortó su racha de siete encuentros consecutivos sin tropezar y mostró que no tiene una vuelta de hoja: el plan que hay en LaLiga es el que funciona. Renovó el técnico un once, dio galones a los que lo pedían y se marchó del recinto pacense con el orgullo tocado y herido.

En tres minutos -del 24 al 26-, la UD se dejó morir. Encajó dos goles de los que no se pudo reponer, se marchó con un 2-0 al descanso y se fustigó por hacerlo. Intentó revolcar el marcador con otra actitud distinta en la segunda mitad, con hambre de gente que no parecía tenerla en el primer acto del partido, pero ya había llegado tarde. No concluyó las ocasiones que tuvo y acabó su participación en la Copa con paso triste.

De entrada, Mel sacó un once tan previsible como raro, donde Sergio Araujo y Fede Varela, el fichaje invernal de la UD Las Palmas, partían como piezas diferenciales en un bloque nuevo. La fiabilidad de la zaga formada por Jesús Fortes, Álex Suárez, Deivid Rodríguez y Eric Curbelo -de chico para todo en el lateral izquierdo- era una de las grandes incógnitas a resolver en la ecuación tras el pitido inicial. El resto, Fabio y Kirian en el doble pivote; Srnic en un costado y Tomás Pekhart como boya en ataque.

Con todo

En el Nuevo Vivero, ambiente de fútbol, de verdad, de los buenos; fiesta en los aledaños, con algún amago de botellón incluido, caldo y lonchas de jamón a cuchillo para embutir bocatas. Una atmósfera que se iba a completar con un espectáculo de iluminación cuando cayera la luz en el descanso. Algo que señalaba que para el CD Badajoz medirse otra vez a un equipo del fútbol profesional no era una cuestión baladí.

Tampoco debía serlo para la UD Las Palmas, que aspiraba a sumar ocho partidos consecutivos sin conocer la derrota. Todo en un Copa del Rey que no permite ni el más mínimo resbalón: aun partido solo y en casa del pequeño, el fallo se paga con eliminación y, encima, con el sonrojo de verte sobrepasado por un club que se juega los cuartos en una categoría inferior.

Para empezar, el cuadro pacense arrancó con ganas de marcar el territorio, con Chris Ramos y Adelson Mendes en los costados destilando un continuo olor a peligro cuando cogían el balón. En ese espacio para el reconocimiento, la UD también se dejó ver. Lo hizo a través del cuero, de la posesión, de domar la bola para calar el ánimo ponderoso con el que partió el Badajoz de Nafti.

Eso se tradujo más en un posesión estéril que en algo que trasladase cierto peligro. Porque como mejor encontró la manera de hacer daño la UD fue con lo que pretendía el Badajoz: una recuperación rápida. Se topó Varela con un balón que abrió en banda para Sergio Araujo, ya dentro del área. La cesión del argentino atrás no fue franca: de un rebote el esférico se le quedó a Srnic de espaldas. Su cesión atrás, perfecta para Kirian al borde del área acabó cerca de la escuadra. A un palmo del 0-1.

Esa acción espoleó al Badajoz, que se creció al momento. Pisaba el campo de la UD, en busca de un error, de un momento para sacar un diente que se presuponía afilado. Y así fue. Josep y Deivid no se entendieron en un balón suelto, cedieron un saque de banda peligroso y la UD empezó a cavar su tumba. De aquel saque en largo, nació un rebote y de un mal control de Eric Curbelo una asistencia perfecta para que Álex Corredera, con una señora volea, clavó el 1-0.

Fue el primer minuto de los tres que mataron a la UD. Aturdida aún por el primer golpe, otro asta a su costado. Con Chris Ramos, en plan escapista, el extremo, espigado él, con una sensación de fragilidad y lentitud, se libró con una facilidad pasmosa de Jesús Fortes -mal durante todo el día-, sentó a Álex Suárez que salió al cruce y le coló el balón entre las piernas a Josep Martínez. Era el segundo y a la UD se le colorearon los cachetes.

Sin reacción

Era justo lo que no le podía pasar si aspiraba a pasar de ronda. Con el rabo entre las piernas, caricaturizado frente a un Segunda B, la UD se quedó de piedra. Desapareció su intención de dominar el partido, y se quedó en la nada. La capacidad de reacción, a prueba con esos dos golpes amarilla era nula. Nada de nada. Ni un estímulo para que la UD se agarrase al partido. Hasta un par de 'olés' tuvo que aguantar el equipo amarillo.

Con el más difícil todavía, la UD respiró. Al menos Jesús Fortes. En un intento desesperado del Chris Ramos por rescatar un balón, que no resultó ser tan desesperado, el ex del Sevilla Atlético se rompió. El mejor de los pacenses estaba fuera de la contienda. Con ese palo para los de Mehdi Nafti, el partido se iba al descanso. Dos goles por remontar. Casi nada.

Dos que pudieron ser tres nada más arrancar la segunda mitad. Primero Josep Martínez negó a Santamaría y, en el rebote, Álex Suárez hizo lo propio con Adelson, sin portero y en boca de gol. Antes de eso, Fortes dejó su sitio para Benito, Srnic pasó al lateral y la UD se creció.

Tiró la UD Las Palmas de amor propio... y de fútbol. Trenzó mejor, ordenó sus ideas y se fue a por el partido. Pero le hacía falta lo más importante: un gol para acercarse en un marcador que la propia UD se encargó de engordar en su contra.

El CD Badajoz se la devolvió. Se lió en una salida de balón y entregó el balón a una UD que andaba bien posicionada en ese momento, adelantada en la presión. Kirian recogió el balón, se lo orientó a su pie derecho y, con buena rosca, supero a Garrancho para acercar distancias.

Ahí la UD Las Palmas se desperezó. Dejó a un lado la pereza que llevaba encima y se cargó al ataque, con más corazón que cabeza. Por arrastre, por empujón, la UD miró arriba y le empezaron a caer ocasiones, acercamientos con cierto peligro que hicieron tambalear al Nuevo Vivero, entregado con los suyos.

Ahí la UD Las Palmas se desperezó. Dejó a un lado la pereza que llevaba encima y se cargó al ataque, con más corazón que cabeza. Por arrastre, por empujón, la UD miró arriba y le empezaron a caer ocasiones, acercamientos con cierto peligro que hicieron tambalear al Nuevo Vivero, entregado con los suyos.

Mel sacó todo el arsenal que tenía en el banquillo. Se marchó Pekhart, desapercibido en el Nuevo Vivero, y dejó paso a Pedri, sin varita, sin muchas soluciones más que ofrecer. Y en esas, Josep Martínez le dio la razón a Pepe Mel. Sin confianza, el valenciano se mostró endeble una vez mas. Una falta lateral, que no debía tener complicaciones para él, acabó con el balón largo al segundo palo por los suelos. Traoré, que solo tenía que poner el pie para colocar el 1-3, mandó el balón al poste. Pero lo peor para el valenciano, sin halo sobre su cabeza, estaba por llegar.

Lo intentó una vez más la UD, con otro golpeo de Kirian que atrapó a duras penas Garrancho y que por poco rebaña Araujo. Sin embargo, el partido se iba hacia el final sin una UD agresiva, dominante, sin reflejos para tapar las vergüenzas que había mostrado la primera mitad. Se relamía ya el Badajoz, que veía cerca una pequeña gran hazaña para ellos. La UD estaba a punto de claudicar.

Ese momento llegó con un balón en largo que se convirtió en una bomba para Josep Martínez, que ni acudió a despejarlo de cabeza, ni calculó bien que con aquella dirección no iba a entrar en su área. Sin las manos por delante, pensó que esperar a que saliera por la línea de fondo era lo mejor que podía hacer, pero Gracia le robó el balón y el gesto natural ante el despropósito fue dar un tirón, hacer un penalti e intentar enmendar algo que ya no tenía remedio. Como el propio partido que firmó la UD.