A Mel se le agota el discurso. La misma cantinela. Ya hemos visto el final de esta película. El asesino es el mayordomo. Menos lágrimas, más soluciones. La UD sigue siendo tan previsible como inofensiva. Y no es un tema de fichajes. Fácil de maniatar, fácil de batir. El balón va al pie, no al espacio. El elevado dato de posesión (64, 9%) ante el bloque coruñés fue una trampa mortal ante el renacido Dépor de Fernando Vázquez. Seis de seis para los deportivistas, un océano de dudas para los grancanarios.

Ayer, el estratega amarillo utilizó dos sistemas -primero con tres centrales y luego recuperó la línea de cuatro zagueros-, señaló a Eric Curbelo del destrozo y acabó recurriendo a Kirian tras el percance físico de Varela. Otro más. Ante un Dépor forjado desde el oficio y la arista más pragmática, Mel puso en liza a artistas como Galarreta, Tana, el citado Fede, Pedri, Rubén y le brindó la alternativa a Juanjo Narváez. Peloteros por doquier, pero la misma sensación de fragilidad. Los dos tantos del conjunto gallego llegan tras sendos despistes fatales en la primera noche negra de Valles. Concesiones de otro universo. Y eso no es culpa de la elevada nómina de ausentes por lesión o sanción -hasta once-. Hay que mirar más allá. Exigir responsabilidades y batir al Cádiz como sea.

Restan 16 jornadas para bajar la persiana del curso 2019-20 y con 35 unidades en el zurrón, se precisa de 15 para conquistar el objetivo. La llamada cruzada por la salvación. Mel no está desterrado en la Isla del Diablo -a 11 kilómetros de la costa de Guayana Francesa- ni tiene que escaparse de la United States Penitentiary Administrative -la cárcel más segura del planeta-. Se le exige sumar quince puntos en una de las ediciones más igualadas de la historia de la categoría de plata. Ni más, ni menos. Un reto que debe acometer sin Jonathan Viera, con el que ha sumado ocho de los nueve triunfos que bailan en el casillero grancanario. Sin el genio de La Feria, la UD solo ha sido capaz de batir al Sporting y gracias a un tanto agónico de Pedri. ¿Dónde estaría Las Palmas sin los diez tantos del Maradona de La Feria?

El escenario es preocupante. Los síntomas invitan a la depresión. Cuatro puntos de 18 en litigio. 42 días sin ganar. 2020, el año de la parálisis.

La oratoria del novelista, el capitán del barco, se enreda en el culebrón de las bajas (11) y el VAR (no hay mano de Eric Curbelo en la acción del 1-0 de Merino y el centro de Mollejo en el 2-1 genera dudas). Tiene motivos para incendiar la sala de prensa, pero también para depurar responsabilidades. La UD concede errores groseros en la retaguardia, carece de verticalidad y sigue esperando por Rubén. Nadie puede dudar del Moña, pero mientras toma la forma, se añora ese devorador del área. Al menos, ante el Dépor, se probó fortuna con lanzamientos de Mauricio Lemos, Pedri y Tana. Los pecados en el área, la propia y la ajena, se repiten de forma secuencial. Los mismos síntomas que ante el Tenerife en el derbi de la frustración. El Racing de Santander en El Sardinero, rumbo a Segunda B, le pintó la cara a los amarillos. El Tete, con diez, impuso su ritmo satánico y tuvo serias opciones de llevarse el clásico con diez.

El debate no gira en torno a Jonathan. El elevado grado de dependencia es evidente. ¿Cómo salir del síndrome post-Viera? Todo gravita en la búsqueda de una idea. Mel se ha doctorado como el gran escapista. Luce cintura y habilidad bajo un terremoto devastador -del mal salarial de agosto a la lista infinita de contratiempos médicos-. Toca enderezar el rumbo, huir de la autocomplacencia. A media Primera le gustaría contar con Pedri, el gran diamante, pero por el centro. Haro es un rayo por la derecha. Pekhart es una referencia para Rubén y Narváez vuelve para la causa. Mel está obligado a extraer el máximo rendimiento de la tropa. Los problemas ya los conocemos. Llega el Cádiz. Están Benito, Javi y Mantovani. Ser determinantes es la prioridad. Y llorar un poco menos.