Se preocupa Pepe Mel por recordar continuamente cuando se le pregunta por Jonathan Viera que hay que olvidarle. El sábado, incluso, añadió en la ecuación a Vitolo y Roque Mesa para dejar bien claro a todo el mundo que tampoco están, que son historia, que él tiene lo que tiene y con eso debe lidiar. Sin embargo, el de La Feria no es extraño, lejano en el tiempo ni mucho menos intrascendente en el devenir de la UD Las Palmas esta temporada. Es más, su sombra pervive tanto todavía que quizá explique no sólo por qué el equipo llegó a situarse en la parte alta de la tabla, sino también el declive de las tres últimas jornadas.

Los números no engañan. El regreso del grancanario al Beijing Guoan chino, que le cedió al cuadro amarillo desde el verano pasado hasta el 31 de diciembre de 2019, ha supuesto un palo del que la UD no se ha recuperado. Con el '21' en el terreno de juego Las Palmas cosechó ocho victorias, un empate y cuatro derrotas -en la primera de ellas, en su debut en Gerona, había sido sustituido con empate a cero-. En total, 25 de los 35 puntos que suma.

Pero no sólo eso, sino que, además, el conjunto isleño marcó 22 goles, de los cuales 10 fueron obra suya, y sobre todo adoptó una forma de jugar alrededor de él. Tenía, en definitiva, una seña de identidad, algo que no había tenido a su llegada y de lo que ahora parecer carecer otra vez.

Porque a la UD, antes de la llegada de Jonathan Viera costaba encontrarle un estilo propio, una idea de juego que ejecutar. El plan inicial de Pepe Mel era construir un equipo sólido atrás que presionara arriba y fuera profundo, vertical, pero nunca lo logró. Tampoco le ayudaron las múltiples bajas con las que tuvo que contar, algo que se ha extendido a lo largo del curso.

Un cambio descomunal

En las seis primeras jornadas, hasta el debut de Jony, el conjunto amarillo sólo ganó un partido -al Sporting de Gijón- y las sensaciones que desprendió fueron dispares. No fue hasta la incorporación del talentoso jugador cuando Las Palmas encontró su sitio. Era, de repente, la UD de Viera, cuya sola presencia creó una manera de hacer las cosas. No sólo aportaba con su actuación en el campo, sino también con hacer mejores a sus compañeros e influir en el rival.

Entonces, cuando el cuadro de Mel enganchó dos rachas de cuatro victorias consecutivas cada una, las bajas no suponían tanto problema. La conexión Viera-Pedri era letal y enormes desempeños como ante el Deportivo, el Oviedo o el Elche permitieron soñar con que algo más grande que la salvación era posible. Pero siempre bajo una premisa: que el de La Feria se quedara.

Mientras el preparador madrileño insistía desde principios de año en que había que olvidar a Viera desde el club hacían lo propio pero en sentido contrario, porque los dirigentes dejaban la puerta abierta a su vuelta, hasta el cierre del mercado, en cada una de sus comparecencias.

Pero ahora que el presidente Ramírez no obró el milagro la UD se ha quedado a medias. Pretende jugar como lo hacía con Jonathan Viera pero sin Jonathan Viera, lo que ha convertido al equipo en plano, previsible e inofensivo. Mucho toque, poco peligro. Por eso Aythami, tras la cita de Riazor, dijo sin decirlo que quizá había que volver a lo de antes, a la solidez, a la intensidad, a la garra. Porque el '21' ya no está y ahora el equipo es otra cosa.