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UD Las Palmas

Un penalti para acabar con Raúl

El meta grancanario dejó una de las paradas del año en su visita al Estadio de Gran Canaria - Era la primera vez que se cruzaba con la UD como titular

Raúl Lizoain desbarata con su parada el lanzamiento de Álvaro Lemos de tiro libre. JUAN CASTRO

Hay leyes en el fútbol casi tan viejas como el propio balón. Entre ellas, de las muchas que hay escritas en las tablas de los mandamientos del balompié, está la de la ley del ex. Cuando un tipo que vistió tu camiseta se cruza en tu camino, las posibilidades de que se marque un señor partido suben, aumenta su cotización en bolsa y las casas de apuesta se frotan las manos.

Si resulta que ese jugador es un hombre de ataque, el gol firmado con su dorsal ronda siempre la portería que fue suya. Pasó el miércoles con Alfredo Ortuño en el Carlos Tartiere con la casaca azul del Real Oviedo. Ayer, el ex no era un delantero, un extremo, un mediapunta: era un portero. Raúl Lizoain volvía al Gran Canaria con ganas de redimirse. Esta era la primera ocasión donde el canterano se ponía los guantes en la portería que un día fue suya, siempre en una titularidad intermitente y nunca decidida.

Nunca lo tuvo fácil Lizoain en la UD. Por delante, siempre contó con una competencia feroz, con un nombre por delante siempre que sonaba a titular: Mariano Barbosa, Casto Espinosa, Javi Varas o Leandro Chichizola. Detrás, un trabajo oscuro en Barranco Seco. Todo unido con entradas puntuales al césped, donde su rendimiento no siempre fue satisfactorio.

Los años pasaban y Raúl Lizoain seguía en la UD sin una 'mili', sin salir a hacer las Américas. Un viaje que sí llevó a otros de sus compañeros de la cantera amarilla a despegar. Tampoco tenía el beneplácito completo de la grada. Un bucle que encontró solución con una salida de la entidad hace un par de veranos.

Y de Alcorcón, en un año donde jugó 14 partidos, a pasarse medio año en blanco. Cuando su fichaje estaba acordado con el Málaga en agosto, LaLiga rechazó su inscripción. Seis meses de parón, de entrenamientos individuales en Barranco Seco, de vacío, de incomprensión. Hasta que Miranda de Ebro se abrió en el horizonte.

Con la lesión de Limones, Raúl Lizoain dio un paso adelante. "Ha tenido un buen partido, está en una línea buena. Después del parón ha venido jugando más, Con la baja de Limones es nuestro titular", sentenció ayer en sala de prensa su entrenador Andoni Iraola.

Ayer, a Raúl Lizoain se le notó maduro. Quizá por los años fuera, por ese punto que se alcanza cuando se deja el nido, una casa que puede llegar a ser cómoda. Solo un penalti tumbó al portero grancanario. Partió desde dentro de la portería, desde más allá de la línea de gol para evitar la norma que castiga al portero dos veces si para un penalti: primero, con la repetición; después, con la tarjeta amarilla. Se echó atrás adivinó la intención de Rubén Castro -que siguió a los suyo con eso de marcar goles- y palmeó el balón, que no salió fuera del arco por poco. Era su redención en el Gran Canaria.

Antes de eso, Raúl había negado a la UD por dos veces en una ocasión doble. Álvaro Lemos abrió su mira en una falta perfecta que se dirigía dentro de la portería del Mirandés. Era la primera parte. Una mano dura a un balón que salió por encima de la barrera con facilidad. El balón no iba tocado, llevaba fuerza suficiente para doblegar un brazo que se mantuvo firme. La parada no era una floritura.

La cosa no quedó ahí. Raúl dibujó otra de las paradas del año con su reacción. Desde el suelo se desplazó para sacarle un balón a Mantovani que ya cantaba el gol. Felino, Raúl mantuvo a los suyos hasta el final del partido.

Pero más allá de eso se le vieron hechuras pocas veces vistas de su época en Gran Canaria. Mandón, su voz era una de las que rebotaba en Siete Palmas: para fijar una marca o para ordenar una presión. Una muestra del respeto que se ha ganado en unos meses en Miranda de Ebro. Es la metamorfosis de Lizoain en una muestra más de que el cobijo que ofrece tu casa no siempre es el mejor para la evolución.

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