La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrenador de cabezas

La revolución de juventud en la UD deja dos miradas: el hambre y talento que demuestra con la falta notable de experiencia en momentos determinantes del juego

Entrenador de cabezas

Hace un par de veranos, en Los Pajaritos de Soria, un grupo de periodistas –en realidad creo que éramos dos– teorizábamos sobre la revolución que podía venir desde abajo si se miraba al filial de la UD Las Palmas y a los jugadores rescatables que había por el Anexo del Gran Canaria. En la conversación –no desvelaremos el nombre por si se enfada–, había otra persona más, un tipo que sabe más de fútbol que los dos o tres que hablábamos en aquel momento, mientras esperábamos que Pepe Mel apareciera por sala de prensa en el último partido de la temporada. Dialogábamos sobre lo bien que lo habían hecho Kirian y Josep, que Toni Segura tenía 'cositas' y que Fabio debía tener minutos; decíamos que ese era el camino para el año siguiente, que ellos asumieran el control, bien respaldados por lo que quedase tras un año desastroso donde se gastó un dineral en confeccionar una plantilla donde sobresalieron más los nombres que el rendimiento de los mismos. Y ahí, ese otro interlocutor paró.

Frenó los pies y nos avisó: cuidado. No porque dudase del talento de aquellos jóvenes, hoy casi ya veteranos en una UD Las Palmas bien distinta, sino por cómo se podía desarrollar el salto desde el fútbol formativo, desde los filiales, a el mundo profesional. Nos avisaba que ese trayecto puede ser largo y sinuoso. Un periodo de aclimatación que en la UD tenía también otras aristas envueltas en su propio escudo, ligado a la élite durante gran parte de su historia, venida a menos desde principio de los 90 –cinco temporadas en Primera en los últimos 30 años–, pero nunca olvidada en el entorno. “Si las cosas van bien de entrada, perfecto, no habrá problemas. Si la historia se tuerce, a ver cómo se reacciona. Eso es difícil de hacer”, comentaba.

El escenario que planteábamos entonces ni siquiera se parecía al que tiene hoy la UD, mucho más radical que el que proponíamos en nuestras cabezas con la temporada terminada. Ayer, la UD compareció con un once joven. No solo en el carné de identidad, porque algunos no lo son tanto, pero sí en su edad profesional. Por ejemplo, Álex Suárez, con 27 tacos, era el futbolista de mayor edad en el once de la UD. Sin embargo, solo acumulaba 13 partidos como profesional hasta ayer. Róber, Pejiño, Clemente, Clau... Todos están en las mismas.

Ayer a la UD le pesó el físico y una pretemporada pobre de partidos. Todo con más peso en la mochila: un equipo nuevo, donde se huele la juventud y el talento, pero falto de una experiencia que puede ser peligrosa. La pretemporada de Las Palmas es con fuego real y el daño está en los puntos que se van y que no van a volver jamás. Porque el tiempo nunca vuelve.

Y ese tiempo es justo lo que le hace falta a Pepe Mel ahora para trabajar sobre el césped –“una puta mierda”, dijo sobre el tapete de Barranco Seco y del Gran Canaria–. Tiempo y mano para entrenar las cabezas. Otras veces toca luchar contra egos, contra acomodos en un vestuario. La UD tiene el hambre, pero le falta modular su carácter y sus sentimientos sobre el césped, saber que pueden venir mal dadas.

Solo son dos jornadas y la UD ha mostrado ser capaz de enseñar aspectos notables en su reconversión, con cierta alegría en su juego y valor en el grupo por encima de cualquier otra cosa. Pero también ha dejado aspectos que llevarán su tiempo. “Los jugadores jóvenes tienen que hacerse hombres dentro de la cancha y eso se logra jugando”, dijo Carlos Bilardo cuando recogió a su Estudiantes de La Plata por última vez en 2003, lleno de ‘pibes’ y sin un duro en la caja. Pues eso.

Compartir el artículo

stats