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Aridai en una jugada del partido

La UD Las Palmas se queda desnuda ante el Mirandés (0-2)

Las Palmas vive un nuevo día de sonrojo, esta vez ante el Mirandés en Siete Palmas (0-2), y suma su segunda derrota consecutiva | De los últimos 21 puntos, el equipo de Mel solo suma cinco

El derbi, con el gol de Ortolá, camufló una tendencia que es para que la UD Las Palmas se preocupe. Aquella victoria, aquel marcador, tapó una realidad palpable –casi tanto como aquel 1-0–, Las Palmas y su tendencia han dejado de oler bien. Las jornadas le han empantanado en un lugar sombrío, siin fútbol y sin puntos. Al comienzo del curso, algo de las dos cosas tenía. Ahora, cada vez le queda menos de nada.

Cayó la UD frente al Mirandés (0-2) en su quinta derrota de la temporada, segunda consecutiva, para firmar un parcial en las últimas siete jornadas de cinco puntos de los últimos 21 en juego. Si este atracón de partidos, como aventuraba Mel, dirá a qué puede aspirar la UD en esta temporada, mal asunto.

Las Palmas ha empobrecido su fútbol de manera notable, le cuesta cada vez más generar algo potable en el lado contrario del campo y volvió a pecar en su gran condena: la parsimonia defensiva. Una situación que merece una reflexión profunda, para empezar, por el que dirige la nave en el césped.

Maradona apareció en el marcador del Gran Canaria antes del pitido inicial. Todo era Diego hasta que el balón rodó. Ahí empezó el asunto serio que se traían entre manos UD Las Palmas y Mirandés.

Las soluciones de Mel para reconducir la dinámica de su equipo pasaron por tres caras: Javi Castellano, que apareció otra vez en el centro del campo; Kirian Rodríguez, por delante; y Aridai Cabrera a la banda. Pero puede que el mayor cambio estuviera en una posición y no en un cromo nuevo porque Rober se colocó como delantero centro por delante de Iemmello y Espiau.

Entró bien Las Palmas, mandona, con esa intensidad que Mel ha echado en falta de los suyos en estos partidos atrás. La tensión era visible. Las manos, los gestos. Cantaba todo en la UD, que tampoco se sentía cómoda por completo con tanto. El partido, denso, precisaba de un chispazo.

Una ráfaga que disparó Rober, probablemente, el mayo talento que aguarda esta UD. Le bastó un balón a trompicones de Benito para lucir una maniobra de esas que se hacen si se tiene calidad. Protegió el balón, bailó con él por le aire y sacó un remate de viedojuego. Raúl Lizoain, enorme, le negó el gol.

En esas, el día se nublaba en Siete Palmas como presagio. Nubes negras. Nubes de tormenta. Y en el campo se desató antes que en el cielo. Álvaro Valles rebobinó hasta Sabadell y sus confianzas con el balón en los pies fueron el inicio del primer gol de la tarde. Le entregó el balón Jirka y el Mirandés salió en estampida. Fue el inicio de una serie de catastróficas desdichas que se consumó en un autogol de Aythami Artiles, con un despeje a un balón franco que acabó en la red de la UD.

Otra vez, la UD estaba contra el paredón por sus errores. Vuelta a empezar. Lo que andaba haciendo bien Las Palmas hasta el momento acabó en la papelera. El resultado le agobiaba ahora. Corría el riesgo de descomponerse, pero mantuvo el rigor. Intentó despegarse del marcador, tirar hacia delante, pero tenia una falta notable de claridad en los últimos metros, de errores en el último pase, de criterio para acabar las jugadas. Un peligro enorme ese último cuando Iván Martín, Jackson o Jirka corrían.

Seguía la UD volcada en el campo del Mirandés, pero no arrancaba nada. Un dominio estéril, pobre, con Kirian como termómetro, móvil e interruptor de un equipo que se marchó al descanso con un doloroso 0-1, más por las formas que por el propio resultado.

Descargaron las nubes en cuanto arrancó una segunda mitad que estuvo a nada de sepultar a la UD. Aridai –otro día más de pena que de gloria– regaló un balón a Jackson y el soplido de Javi Castellano en su carrera, unido al pie de Álvaro Valles evitó el segundo de la tarde.

Lo intentó otra vez la UD, pero con timidez. Se encendió Sergio Ruiz, Kirian golpeó desde fuera, pero todos esos acercamientos eran inútiles. Hasta el minuto 65, Mel no sacó a nadie a calentar –aparecieron por allí Clau y Espiau–. Dos minutos después, Espiau estaba en el terreno de juego. Algo de mordiente para un ataque que siguió igual pobre.

El tiempo ahogaba a la UD. Corría el marcador y todos empezaban a desesperarse un poco más: los jugadore, el entrenador y el palco –ahí se iban formando corrillos que intercambiaban miradas, gestos y aspavientos–. Maldiciones al aire ante una UD a la que se le escurría el partido.

Zarandeó al equipo Mel con Clau y Clemente por Sergio Ruiz –iba tieso el hombre– y Benito. Dio igual porque a la UD le llegó el tiro de gracia. Ni siquiera tuvo que hacer mucho el Mirandés para ello. Le bastó volver a encontrar la complicidad de un equipo infantil en una pérdida de Kirian. La espalda de Lemos fue un carril rápido para Jirka, que pisó el área y reventó a a UD con el segundo.

De ahí al final, la nada. La alerta cambia de color.

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