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La calidad y la ambición

La UD ofrece una pobre imagen que señala directamente al talento del plantel | Ninguna de las soluciones de Mel para ganar surte efecto

Pietro Iemmello, obstaculizado por David Fernández, en una jugada de ataque de la UD en la primera parte Andrés Cruz

Minuto 32. Penalti a favor del Alcorcón. A esas alturas del partido la UD había tenido la posesión del balón un 59% del tiempo, pero no había tirado ni por dentro ni por fuera. Por contra, su portero, Álex Domínguez, ya había realizado una parada, justo antes de sumar la segunda: el lanzamiento horroroso de Ernesto desde el punto fatídico. Minuto 44. Los amarillos, por ese entonces, mantenían el mismo registro con la pelota, idénticos disparos y una parada más de su portero, la que acababa de hacer para dejar un mano a mano en nada. Y de repente, penalti a favor. Pero Kirian, en el primer chut del equipo, mandó el esférico al poste.

El error forma parte del juego –y mucho–, pero cuando uno se erige en líder, pide el balón e ignora la petición del compañero –Rober, que había recibido la falta–, el fallo canta más. Por ahí se esfumó la posibilidad de ventaja de la UD cuando había hecho mucho menos que su rival para conseguirla, y al mismo tiempo sirvió como punto de partido de un debate que, más allá del tinerfeño, Pepe Mel continuó tras el encuentro, sobre si el equipo no da para más por una cuestión de calidad o si, por el contrario, es por un tema de falta de ambición.

El técnico es más de la segunda vertiente, la de que los suyos no dan el paso al frente que deben dar en cuanto a intensidad y actitud, pero los hechos avalan más la teoría de que la plantilla da para el objetivo que se le pidió, la permanencia, pero no para cosas mayores. Sumó su cuarto partido sin perder –una victoria y tres empates– y está en posiciones de salvación. La otra lectura, sin embargo, es que ha dejado atrás seis puntos ante tres rivales que no le pusieron demasiados problemas, de lo que se concluye que alcanzar el playoff es hoy poco menos que una quimera.

Hasta el propio Mel cayó en una contradicción: dijo en su comparecencia que a los jugadores no les faltaron ganas, pero sí ambición, palabras que pueden pasar por sinónimos. Más allá de las cuestiones semánticas, que la UD es un equipo vulgar cuando tiene que dominar es un hecho palmario.

Porque si bien Las Palmas registró finalmente un 60% de posesión al final de la primera parte, y un 55% al término del partido, no le sirvió para nada. Y no es una cuestión de estilo, sino de calidad. Con tres de los mejores jugadores fuera por lesión –Pejiño, Araujo y Sergio Ruiz–, vaya por delante, nada de lo que intentó Mel salió. De trece choques en los que puntuó, sólo en seis tuvo la pelota más tiempo que su rival –Fuenlabrada, Logroñés, Albacete, Lugo, Ponferradina y Alcorcón–. Si toca mandar, malo.

El madrileño volvió a prescindir de los extremos puros, que en lugar de ocupar su lugar cayeron más por el centro, como en los últimos choques. Así, el objetivo era dar protagonismo a los laterales y por eso, ante la ausencia de Lemos por sanción, apostó por Cedrés, pero le salió rana y lo cambió al descanso. Por el lado izquierdo, Dani fue menos que Jonathan, castigado por su penalti absurdo en el Anxo Carro, lo que señala también al entrenador.

Sin reacción

La entrada de Fabio por Loiodice en el intermedio tampoco supuso una solución, como tampoco la de Espiau por Iemmello, que demostró una vez más que está en otra onda. Tuvo una oportunidad clara para disparar al cuarto de hora tras un buen desmarque, pero le entró el miedo y prefirió amagar para luego centrar. La otra huella que dejó fue una peinada de cabeza dentro del área que también quedó en nada. Por su parte, Maikel y Benito, que suplieron a Kirian y Clemente, respectivamente, fracasaron a su entrada tal y como lo habían hecho sus predecesores antes de salir.

Atrás, la defensa no ofreció seguridad alguna ni en el centro ni en los costados –el Alcorcón remató hasta nueve veces–, y sólo Álex Domínguez, que fue el mejor, se salvó de la quema. Mel, autocrítico sin explicar por qué, más allá del reconocimiento de su incapacidad para cambiar la mentalidad de los jugadores, atribuyó el fiasco a la falta de ambición de los suyos, sobre todo, e igual obvió que, con lo que tiene, no le da para más. Quizá entre silencios y contradicciones haya hecho una llamada a los refuerzos en invierno, y entonces puede que la calidad haga que todos los jugadores parezcan más hambrientos. El problema para la UD es que eso se paga.

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