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El efecto radiante de los ‘Sergios’

Araujo, con un gol, y Ruiz, jefe absoluto del juego de la UD, elevan al resto | Las Palmas vuelve a ser el equipo solidario, intenso y efectivo

Sergio Ruiz, centrocampista de la UD Las Palmas, conduce el balón mientras es perseguido por Baba, mediocentro del Mallorca. LOF

No es casualidad: desde que volvieron los buenos la UD Las Palmas ganó dos partidos de dos. Y no contra cualquiera, sino ante el líder, el Espanyol (1-0), y ante el colíder, el Mallorca (0-1). Además, sin encajar. En medio, el descalabro de la Copa del Rey; una eliminación bochornosa ante el Navalcarnero de Segunda B, pero con lo suplentes, retratados tras la segunda gesta consecutiva. No es el descubrimiento de América, porque es una obviedad, pero conviene recordar de vez en cuando que hay una diferencia abismal entre unos y otros y que, cuando toca el lado bonito, como ayer, el equipo amarillo es de playoff.

Lo ha demostrado, porque con el derrocamiento del segundo la UD ha ganado a los tres equipos del podio y a cuatro de los seis que ocupan los puestos de privilegio, y sólo ha perdido con dos de los ocho primeros. Con la excepción de la remontada frente al Sporting, cuestión que sucede una vez cada mucho tiempo –Las Palmas remontó un 0-2 en 45 minutos–, siempre estuvieron los mejores.

Y por encima de todos emergen los Sergios, Araujo y Ruiz, los referentes en el gol y en el juego, respectivamente. O sea, en todo. Su efecto radiante es demoledor, porque hacen mejores al resto. Es otro tópico del fútbol, pero el equipo aumenta sus prestaciones con su sola presencia.

Porque si al Chino le cae un balón en el costado izquierdo, avanza, hace una pared con Kirian, se lleva la pelota aunque sea trastabillándose y dispara justo en el momento adecuado y al sitio correcto para marcar gol, como hizo ayer, ya es suficiente.

Y porque si Sergio Ruiz aparece por todo el campo, se mete entre los centrales para sacar el balón jugado, supone un apoyo permanente y roba más que ninguno por la intuición que sólo tienen los buenos, también bastaría.

Pero si encima significa que Javi Castellano está liberado de crear juego, que es lo que menos le gusta, para que pueda dedicarse a recuperar balones; o que Álex Suárez y Eric Curbelo, poco amables con la pelota en los pies, tampoco tienen la obligación de generar; o que Rober y Kirian por fin tienen socios de altura con los que tratar de generar peligro, ya lo es todo.

Y así pasó la UD por Mallorca, con descaro, con la confianza del que sabe que cuando tiene a sus mejores cromos, puede ganar a cualquiera. Lo hizo, además, con dos caras muy distintas, la dominadora de la primera parte –64% de posesión de balón– y la conservadora de la segunda –44%–, aunque apenas sufrió ante el colíder. Con la radiación de los buenos, hasta las peores situaciones tienen un punto de amabilidad.

Pepe Mel

Lo sabe también Pepe Mel, que su equipo tiene unidades, como todos, aunque no lo reconozca públicamente. Quizá no esperaba que la diferencia fuera a ser tan abismal, lo que, por otra parte, señala directamente a la dirección deportiva, que acertó en fichajes como los de Rober, Pejiño, Loiodice, y fracasó en los de Iemmello, Cardona o Jonathan Silva.

Hasta el entrenador es mejor cuando se junta el talento. Estaba en la calle al descanso del choque frente al Sporting –hoy todos lo negarán–, pero el milagro le salvó. Ese día, en la segunda parte, descubrió que se puede jugar sin extremos puros, sino con interiores que caigan por los costados para que Rober se sume como un atacante más por el centro, y ayer repitió la fórmula, con Kirian y Clemente, el único que se ganó el puesto en Navalcarnero en las bandas.

Ya había utilizado el mismo plan en Lugo, en Ponferrada y en Siete Palmas ante el Alcorcón, pero entonces no estaban los Sergios. En Mallorca, su efecto radiante alcanzó al resto y la UD volvió a ser el equipo sólido solidario, intenso y efectivo de antes.

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