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Jugar para algo

La UD, excesivamente cómoda mientras no pasaban cosas, recibe el gol por un error propio; luego, ya a contracorriente, se muestra incapaz

Álex Suárez, central de la UD, persigue al delantero tinerfeño Cristo González, autor del primer gol del CD Mirandés. LOF

Jugó la UD a que no pasara nada y lo que pasó es que perdió por culpa de un golazo tan inesperado como la pifia que le precedió, porque en el fútbol pasan cosas. Sobre todo, cuando uno propone. Sin embargo, Las Palmas saltó ayer al campo de Anduva a vivir cómodo a la espera de una genialidad propia o de un error ajeno, y lo que ocurrió fue que Ale Díez perdió el balón en una zona donde no debía y Cristo González, a quien quizá la categoría se le queda pequeña, lo puso en la escuadra de Álex Domínguez. Lo que sucedió en la siguiente hora de juego, con el plan al traste, fue un ejercicio de impotencia.

Se delató el técnico Pepe Mel cuando afirmó a la conclusión del encuentro –puso fin la racha triunfal de la UD en el inicio de 2021, con tres victorias consecutivas en LaLiga, ante el Espanyol, el Mallorca y el Leganés– que todo iba bien hasta que tuvo el fallo grosero que le costó el gol. Demasiado halago para tan poca cosa. La realidad era que el cuadro amarillo no se había asomado siquiera por el área de Raúl Lizoain, pero al mismo tiempo tampoco había sufrido, y eso lo era todo para el madrileño.

En las citas precedentes todo le había salido de cara. Contra el Espanyol, Lluís López fue expulsado en la primera jugada de la segunda parte y conservar el 1-0 se convirtió en una tarea más sencilla. En Mallorca, Sergio Araujo enchufó la primera tuvo y todo se puso de color de rosa. Y ante el Leganés, Javi Hernández vio la roja al filo del descanso y luego Bustinza regaló un penalti. Tales circunstancias, unidas a un juego elevado de la UD, que había recuperado valores como la solidez y la solidaridad, le ayudaron a lograr el triplete de triunfos.

Ayer, en el campo maldito de Anduva –cinco derrotas en cinco partidos en toda la historia–, cuando la cosa se le puso mal no tuvo capacidad de reacción alguna. Tenía más bajas que la semana anterior –se sumaron Lemos y Kirian–, pero la UD fue totalmente incapaz de generar peligro con el marcador en contra. En esta ocasión, el accidente fue suyo y se le vieron las costuras.

La idea fue la misma: un 4-4-2 con un sólo extremo puro –Benito, zurdo, por la derecha– y con Maikel Mesa escorado a la izquierda para servir a los delanteros, otra vez Araujo y Espiau, otra vez desapercibidos. El punto de partida delató a la UD: tocar y tocar sin apretar, pero sin sufrir. El partido transcurría en medio de ese tedio cuando por fin pasó algo: un pase de Javi Castellano y Ale Díez, fuera de lugar porque se había trasladado hacia el centro, que el extremeño no controló bien.

Lo siguiente fue una especie de castigo a la impasibilidad que también pudo haber caído del lado burgalés, pero un cuarto premio consecutivo habría sido demasiado. El tinerfeño Cristo González enfiló la portería amarilla mientras Álex Suárez le observaba con atención y lanzó un derechazo con rosca imparable para Domínguez. Un golazo, eso sí.

Lamentó Pepe Mel la falta de profundidad de su equipo, pero con un sistema que deja a los laterales todo el ataque por las bandas, y frente a un equipo sólido como el CD Mirandés y con ventaja en el marcador, era una misión imposible. Con el 1-0, el conjunto de José Alberto López vivió muy cómodo entre el sinfín de toques horizontales de Las Palmas.

Ni siquiera optó el técnico por dar una nueva oportunidad a Aridai Cabrera para tratar de percutir en la defensa rival. El grancanario, inyectado de moral después del gol de la victoria contra el Leganés al transformar un penalti que pidió lanzar a cuatro minutos del final, vio todo el encuentro desde la grada. Por delante de él entraron dos futbolistas con ficha del filial, Pau Miguélez y Clau Mendes, y Óscar Clemente, que llevaba sólo dos entrenamientos encima después de superar el coronavirus.

Nada le salió a Las Palmas, que bajó a la tierra después de un inicio de año fuera de lo normal. Lo cotidiano para el cuadro amarillo es sufrir en campos como Anduva y ante rivales como el Mirandés, que viven muy bien con la cesión del dominio a un equipo que acepta la pelota pero carece de argumentos cuando la cosa se pone fea.

Ahora apela la UD a la llegada de Rafa Mujica por Iemmello –ayer se hizo oficial su salida– para reforzar una delantera en la que Araujo está muy solo, y a la recuperación de jugadores titulares como Rober, Lemos o Pejiño para aumentar sus prestaciones. Ayer, en Anduva, entró al campo con el objetivo de que no pasaran cosas, como en Lugo o en Ponferrada, por ejemplo, y salió trasquilada. Porque está vez la que falló fue ella misma.

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