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50 años sin Juan Guedes | Morir en Las Palmas

‘Cada día’ era distinto para Antonio Lemus, mito de la información deportiva de Canarias. Su columna era casi una religión para el lector de LA PROVINCIA durante décadas, que buscaba en las páginas de la sección de Deportes su visión sobre el deporte. La del 10 de marzo de 1971 fueron estas líneas puras y conmovedoras.

MORIR EN LAS PALMAS

Todos los días se nos moría Guedes un poquito. Se le iba la vida soplo a soplo. Es cierto que luchaba desesperadamente por vivir porque sus ojos, aunque hundidos y tristes, reflejaban mejor que nada el ansia de salir adelante. Él, que aún no había rematado del todo ‘in bellezza’ su carrera de jugador, porque su juventud le abría aún las etapas de más tiempo, sabía que no volvería a pisar los céspedes futbolísticos, y acaso presentía también su tremendo drama, aunque la resignación más ejemplar fue, en todo momento, inseparable y cristianísima virtud a su lado, en esa habitación 345 de la clínica donde moriría.

Le había dicho Guedes a Aparicio –su fiel acompañante hasta el último insstante, hasta el minuto exacto de su muerte–, que “fuera lo que Dios quisiera”. Pero le había dicho más. Simplemente esto: “Si Él me llama, mi alegría es que sea aquí, donde yo estoy, donde nací...”

El viejo ‘Capi’ le levantaba cada día la moral, no le debaja apesadumbrarse. Estaba allí mañana, tarde y noche. Iban también directivos, el secretario general, el entrenador y sus compañeros de equipo. Iban a sabiendas que le estaban despidiendo cada atardecer un poquito. Fuera estaba la vida radiante y luminosa que tanto amaba, por su juventud y su excepcional calidad humana Juanito Guedes. Y conél, su esposa Georgina Ojeda, dando aquellas admirables pruebas de valentía y serenidad, sólo rotas en las horas tristísimas y dolorosas de ayer.

¡Morir en Las Palmas! Sí; morir como había vivido largos años en olor de multitud, arropado por la emoción incontenible de miles y miles de canarios, que le han despedido ayer para siempre con una demostración impresionante de dolor difícil de relatar. Le han dicho, ya muerto, cuando la bandera del club y la camiseta amarilla con su ‘6’ inolvidable cubrían su ataúd, lo que le dijeron siempre en vida, lo que le admiraron y quisieron por su entrega, su canariedad, su fuerte personalidad en la que se unían ensambladas modestia y simpatía; al medio izquierdo fabuloso de tantas jornadas, que queda ya para siempre en el recuerdo, vértice mácimo del fútbol canario actual, al jugador enetero y consciente prototipo de la honestidad y la entrega. Las filas del equipo tan amado por él, han clareado con su baja, pero quedará para siempre su imagen postrera y definitiva y el ejemplo a imitar por tantos que están el futuro del fútbol canario. Para ellos, ser como Guedes. No resultó un azar venturoso que él mandara al equipo como capitán; él que, en su vida de jugador, supo poner siempre, por arriba de la letra de un contrato profesional, el amor de su corazón hacia nuestra querida Unión Deportiva Las Palmas.

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