La Provincia - Diario de Las Palmas

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La primera y la última vez que vi a Guedes

Siendo jugador todavía del Porteño, Luis Molowny lo incorporó a la selección juvenil de Las Palmas con Tonono, Vicente y otros canteranos en el año 1960. Tras ser operado en Barcelona, el Estadio Insular fue un clamor coreando su nombre cuando reapareció en septiembre de 1970 frente al Athletic Club de Iríbar.

La primera y la última vez que vi a Guedes

Tenía ocho años cuando vi jugar a Juan Guedes por primera vez al inicio del año 1960 en el Estadio Insular. Acudí con mi padre y mi hermano a un partido de juveniles entre la Selección de Las Palmas y la de Tenerife que había despertado mucha expectación, pues los tinerfeños habían vencido en el Heliodoro y éste era el partido de vuelta.

Luis Molowny era aquel año el seleccionador juvenil y llamaba a varios chicos del interior de la isla que destacaban en sus clubes respectivos para formar la selección juvenil de Las Palmas. Ellos eran: Guedes, de Tamaraceite; Vicente y Cruz, de Agaete, aunque junto a Tonono venían desde Arucas; Mendoza, que lo hacía desde Tenoya, y Carlos venía desde Firgas. Los demás eran de barrios de la capital como La Isleta, San José, Lomo Apolinario o Guanarteme. Unos trabajaban y otros estudiaban, por lo que debían madrugar para desplazarse a los entrenamientos en el Estadio Insular.

La primera y la última vez que vi a Guedes

Juan Guedes, jugador perteneciente al Porteño, destacaba en los blanquiverdes tanto en la defensa como en el puesto de medio izquierdo en los partidos del campeonato de juveniles y empezaba a ser conocido. Sale de los libros de la Escuela de Comercio para dedicarse a un trabajo y se emplea en un taller de mecánica. Lleva un horario muy fuerte, que no le permite fijarse en otras cosas, ya que entra a las seis y media de la mañana y no termina hasta avanzada la tarde. Por eso, muchas veces se tenía que quedar sin jugar por no haber entrenado, ya que durante la semana era muy raro el día en que podía asistir a la preparación al mismo tiempo que sus compañeros.

Desde el comienzo del partido aludido entre las dos selecciones juveniles, llamaba la atención un jugador, alto, espigado y muy moreno que, con el número once a su espalda, una y otra vez penetraba y centraba por la banda izquierda a sus compañeros del ataque. Los primeros aplausos eran para él y para el diez, muy ágil y rápido compenetrado con Guedes.

Pregunté a mi padre cómo se llamaba aquel jugador y un aficionado cercano me dice: es Juanito Guedes, del Porteño juvenil, el equipo de su barrio, Tamaraceite. La selección de Las Palmas jugaba un partido valiente “a lo canario”, como pequeños “diablos amarillos”, sobresaliendo la espigada figura de aquel muchacho moreno. Dominaron a sus rivales y dispusieron sus delanteros muchas ocasiones de gol en el primer tiempo, que el portero y defensas tinerfeños salvaron con un dique de contención ante la avalancha amarilla. No hubo goles y se llegó al descanso.

La primera y la última vez que vi a Guedes

¿Por qué lo cambiaron?

En el segundo tiempo nos extrañó que el ‘11’ no saliera al campo. Mi hermano y yo preguntamos a mi padre: “¿Y el negrillo no juega ahora?” Nos contesta: “Pues no sé porqué lo habrá quitado Molowny. Será que está lesionado, pues era el mejor delantero”. Nos quedamos con las ganas de volverle a ver.

Siguió el partido y llegó el primer gol de Las Palmas, marcado por Vicente, el de Agaete, al que sí conocíamos por lazos familiares del pueblo de mi madre. La defensa chicharrera se desconcertó ante los embates amarillos que trajeron pronto el segundo gol. La eliminatoria estaba empatada. Casi al final del partido los tinerfeños se vieron favorecidos por el árbitro al pitar un penalti inexistente, que ocasionó una pelotera fenomenal, en medio de la protesta clamorosa del público, puesto en pie, ante la injustísima del colegiado, a su vez, tinerfeño. Al fin, se ejecutó el ‘penalti’ bajo la sinfonía de una sonora protesta, la más grande que había presenciado en el Estadio Insular. El jugador tinerfeño metió la pelota y con ello quedaban eliminados los diablillos amarillos, llamados así por vez primera en la crónica escrita entonces por Antonio Lemus.

Volví a ver a Guedes con los juveniles al año siguiente y luego, desde que firma con la UD Las Palmas con sólo 18 años en la temporada 1960-61, ininterrumpidamente en su puesto habitual de medio izquierdo con el dorsal 6 y en algunas ocasiones luciendo el 10. Desde entonces y durante más de diez años le vi jugar en casi todos los partidos que disputó en el Estadio Insular, y también en Madrid siendo estudiante universitario, tanto en el Bernabéu como en el Manzanares.

La fama y el renombre

Juan Guedes brillaba como un futbolista que ponía todo su poder y saber en la defensa de los colores del equipo canario, donde adquiere fama y renombre por todo el contexto nacional. Lo daba todo en la cancha y era indiscutiblemente el auténtico líder del equipo. Un baluarte, jugador de zancada, de fuerte tiro, peligroso por alto, batallador al máximo, una grandiosa zurda para los pases largos, casi siempre en buena forma, incansable.

Durante siete temporadas con la UD Las Palmas en Primera Divisón alcanzó los honores más grandes del historial balompédico canario. Los principales equipos nacionales se interesan en sus servicios, pero él siempre firma en blanco con los colores del club de su tierra, que defendió hasta que su prematura partida dejara imborrable recuerdo en la historia del fútbol isleño.

Tumbar a Eusebio en el Insular

En la temporada 1964-65 se proclama campeón del Mundo con la Selección Militar española. Imborrable en mi memoria un partido contra Portugal, jugado en Las Palmas, en el que Guedes marca el gol de la victoria frente al potente equipo lusitano, capitaneado por el legendario jugador del Benfica, Eusebio la pantera negra conocido entonces por sus éxitos en la Copa de Europa, y que al año siguiente se consagró como la gran figura y máximo goleador del Mundial de Inglaterra ‘66.

La línea media de la UD, formada por Castellano y Guedes era una de las más eficaces de la Liga Nacional. El equipo amarillo que formaban estos con los Gilbertos, Germán, Tonono, León, Martín, Aparicio, Ulacia u Oregui, realizan el bello juego que hace llenar los estadios peninsulares. Guedes fue llamado a la selección en varias ocasiones. Primero por Villalonga, luego Balmanyá y después por Eduardo Toba pero no es hasta el 2 de mayo de 1968 cuando Guedes juega con la selección ‘A’ en Malmoe frente a Suecia.

En aquella ocasión actuaron cinco canarios. Lo hicieron junto a Guedes, Tonono, Germán, Castellano y Santos, un tinerfeño jugador del Zaragoza, y además, Betancort, como portero suplente, y Gilberto II se sentaron en el banquillo aquella tarde en que Castellano fue el autor del gol del empate español.

Volvió Guedes con el equipo nacional el 26 de marzo de 1969 frente a Suiza en Valencia. No actuó más en la selección porque tuvo una grave lesión en un partido frente al Elche en el Insular y posteriormente al ser sancionado por causarle una grave lesión a Planas, jugador del Zaragoza.

En la temporada 1967-68 la UD Las Palmas entrenada por Luis Molowny obtiene el tercer puesto tras titánica lucha por el título con Real Madrid y Barcelona hasta la última jornada. Los canarios son los máximos goleadores de la Liga y son reconocidos con importantes distinciones de los medios de comunicación. Guedes está en la plenitud de su carrera deportiva.

A la temporada siguiente la UD es subcampeón de Liga tras el Real Madrid. Los canarios son considerados el mejor equipo de la Liga, obtiene importantes triunfos en campos como San Mamés, el Calderón o en el mismísimo Nou Camp ante el Barcelona. Guedes participa en todos ellos como pieza fundamental del equipo, que como premio juega la Copa de Ferias frente al Hertha de Berlín la temporada siguiente.

En el mes de junio de 1970 Juan Guedes fue intervenido quirúrgicamente en Barcelona. En principio se anunció que había sido operado de una dolencia estomacal y se tenía plena confianza en que su curación se produciría. Los aficionados canarios poco a poco iban conociendo la noticia de su enfermedad. Él ponía mucho afán y entusiamo en volver a jugar y desde la salida de la clínica y regreso a Gran Canaria no dudó en seguir un plan de restablecimiento en la isla en el que pasó una temporada en el Hotel de Los Berrazales de Agaete. Se incorporó a los entrenamientos con el resto de la plantilla en la pretemporada, alineándose de nuevo en un amistoso ante el Tenerife en el Heliodoro y en el Torneo de San Ginés en Lanzarote. El interés por volver a jugar era infinito en el medio de Tamaraceite, y sus miles de seguidores arropaban con fuerzas la vuelta de su ídolo.

El regreso del ídolo

La última vez que le vi jugar fue en septiembre de aquel año en el Insular. Rosendo Hernández tenía serios problemas para hacer el once que se enfrentaría al Athletic de Bilbao y declaraba en la prensa local: “Si veo que la cosa va mal haré jugar a Guedes aunque sé que todavía no está para un rendimiento pleno”. Su presencia en el banquillo se hizo sentir desde que salió al campo, donde no cesaron los vítores y aplausos. Verle en el césped y levantarse todo el estadio a una a aplaudirle fue lo mismo. Saludaba a la reaccion favorable del público que insistentemente coreaba ‘¡Gedes, Guedes, Guedeeessss!’

Cuando llega el momento que el espigado jugador se quita el chándal y sale a calentar por la banda, los vítores, aplausos y gritos coreando su nombre, se repiten con emoción produciendo un eco que desde el graderío del Insular se escuchaba por toda la ciudad. Un momento inolvidable en mi memoria y supongo que para aquellos que lo vivieron. ‘¡Guedes, Guedes, Guedeeesss......!’ seguían gritando los más de 20.000 aficionados reunidos aquel sábado de primeros de otoño. Juanito Guedes, nervioso e inquieto en el banquillo, escucha cómo la afición le aclama. Es entonces, cuando se dirige a Rosendo Hernández y le dice: “¡Míster! ¡Déjeme salir! ¡Déjeme salir!”

A los seis minutos del segundo tiempo, salta Guedes al campo en sustitución de Melián y su presencia influyó considerablemente en el resto de sus compañeros que se convirtieron en canes canarios frente a los leones vascongados.

El portero Iríbar no paraba de dar órdenes a sus defensores que una y otra vez eran desbordados por los delanteros amarillos. Juan Guedes, un poco más flaco, con autoridad y poderío se asentaba en el centro del campo. Salió en un momento decisivo, cuando el marcador era adverso 0-1; y aunque su rendimiento global no fue el que acostumbraba a dar, contribuyó con su presencia a elevar el tono de juego, el afán de victoria y la mejor ordenación en el campo.

Momento clave

Armó juego, dominó, presionó y buscó afanosamente el camino de la victoria, que casi le llega como premio en el último minuto de haber tenido más potencia el disparo de Gilberto I, o menos intuición Iríbar. El entrenador palmero se la jugó valientemente y con la presencia del Mariscal amarillo, logró que su equipo igualara el gol en contra con un inolvidable tanto de un joven Carmelín, que batió al legendario Iríbar en falta desde fuera del área.

Esta fue la última vez que le vi. Al día siguiente yo tomaba un avión de Iberia y marchaba a Madrid a continuar mis estudios en la Universidad Complutense. El 9 de marzo, una fría tarde del invierno madrileño, me llamaban de casa para darme la noticia de su fallecimiento. Las lágrimas nublaron mi vista y empañaron los apuntes que tenía ante mis ojos. Mis compañeros de estudios al verme así me preguntaron: “¿Que te pasa?”. “Murió Juan Guedes”, pude contestarles entre sollozos.

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