La mejor noticia para la UD Las Palmas con respecto a Christian Rivera es que al menos llegó a un acuerdo con él para evitar un juicio. Porque el mediocentro asturiano, al igual que Raúl Fernández, había denunciado al club por impago el verano pasado. Por lo demás, todo ha sido una enorme decepción. Hay un dato que refleja a las claras su pobrísimo paso por el cuadro amarillo: sólo ha jugado nueve partidos, más otro en Copa del Rey, desde que firmara en 2018. El último fue el 19 de marzo. Desde entonces, se ha volatilizado y casi nadie le espera.

No hay un parte médico oficial emitido por el club que demuestre que está lesionado. Simplemente, ha desaparecido. Lo que alega el futbolista para no poder entrenar ni jugar son unos dolores en la espalda, en el área lumbar, que arrastra desde hace tiempo por un problema de base en los discos. Casi a cada intento de sumarse al grupo aduce luego molestias en la zona. Y vuelve a pasar un tiempo fuera.

La rutina de Rivera en Barranco Seco –y en el Estadio de Gran Canaria, cuando toca– suele ser llegar, tratarse y marcharse. El cuerpo técnico le ha insistido en varias ocasiones que trate de probarse de manera más continuada, pero el resultado es el mismo: asegura sentir dolor y vuelve a parar.

Último partido, el 19 de marzo

La última vez que el gijonés pisó un terreno de juego en partido oficial fue el pasado 19 de marzo, día en que la UD Las Palmas perdió todas sus opciones de alcanzar el playoff. Todavía podía hacerlo matemáticamente, pero era el día señalado y fracasó. Se enfrentaba al Girona FC –hoy en zona de promoción, pero entonces igualado con la UD– en el Gran Canaria, un viernes, y perdió por 1-2. Rivera repetía como titular tras haber protagonizado la sorpresa el fin de semana anterior, cuando el conjunto isleño venció en Fuenlabrada (1-2) con un doblete de Pejiño.

Ramírez anunció un acuerdo con él tras su denuncia por impago; cuesta al club sobre un millón

Su partido, después de haber completado una actuación más que correcta en el Fernando Torres, fue malo. Cometió un error garrafal al principio de la segunda parte, cuando los amarillos ganaban por 1-0 –gol de Lemos, de penalti, en el primer periodo–, que resultó fatal: un pase atrás horroroso que no llegó a su destinatario, el meta Álex Domínguez, pero sí a Sylla, que se adelantó y marcó el empate a placer. Luego, en el tanto de la remontada, se encontraba fuera de sitio. Posteriormente fue sustituido (80’) y desde ese preciso momento, jamás se le ha vuelto a ver.

Para que eso suceda, a tenor de los acontecimientos, habrá de poner mucho de su parte. Quedan cinco jornadas para la conclusión del campeonato y el tiempo se agota. Además, Pepe Mel acaba de encontrar un nuevo equilibrio para su equipo con Fabio en el mediocentro y la competencia, con Javi Castellano en la recámara, no le facilita las cosas.

Sin continuidad

Sea como fuere, Rivera, por un motivo u otro, no ha tenido continuidad esta temporada, la única que habrá completado en la UD desde que llegara en el verano de 2018 y firmara un contrato descomunal –alrededor de un millón de euros brutos– que ha supuesto un enorme lastre para el club, que, por otra parte, fue el responsable de ficharle con unas condiciones impropias en Segunda División.

Jugó su primer partido en la octava jornada porque hasta el última día no supo que formaría parte de la plantilla. La intención de la entidad era volver a cederle y él lo veía con agrado, pero no apareció nadie que quisiera contar con él, tampoco en el mercado de invierno. En esa primera aparición sumó 27 minutos de juego, en Cartagena, donde Las Palmas sufrió su primer batacazo (3-0).

Luego sumó, aparte de la última serie de dos partidos seguidos, otra de tres encuentros a finales del año 2020, ante la Ponferradina (0-0), el Alcorcón (0-0) y el Rayo Vallecano (2-0), con actuaciones normales salvo la de Vallecas, horrible como la de todos. Aquella cita había sido el 20 de diciembre y no volvió a jugar hasta tres meses después. En medio tuvo alguna pequeña lesión muscular que se alargó más de la cuenta y, como ahora, sin parte médico oficial. Tras el último par de choques en los que se dejó ver, suma siete sin participar, aunque en tres de ellos entró en la convocatoria –Mallorca, Oviedo y Málaga–.

Sin parte médico que certifique una lesión, la rutina del jugador suele ser llegar, tratarse y marcharse

Pese a todos los males, al menos es el curso en el que más ha jugado. En el 2018-19 se marchó al Huesca –de Primera División– por su nula adaptación al equipo que entonces dirigía Manolo Jiménez con sólo tres partidos en su haber como amarillo. En el 2019-20, el pasado, primero se fue cedido al Leganés y luego, en el mercado invernal, al Girona. Sumó trece participaciones entre los dos. Si el cuadro catalán hubiese ascendido en la final del playoff habría tenido que abonar 1,5 millones. No lo hizo y supuso un drama para la UD Las Palmas.

Porque tuvo que acoger otra vez a un jugador que le supone sobre un millón al año. Prefirió no pagarle y aceptar la denuncia correspondiente para finalmente alcanzar un acuerdo, tal y como avanzó el presidente Miguel Ángel Ramírez. Los fundamentos del mismo, no revelados públicamente, con los habituales y se basan en el pago a plazos. Es el alto coste de un grave error cometido por un jugador volatilizado.