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Hilario, una vida de Netflix

El habilidoso jugador se fugó del Victoria (1928), uno de los clubes fundacionales de la UD, vestido de mujer en un barco para jugar en el Dépor | Lució el escudo del Madrid y Barça

Juan Marrero Pérez, 'Hilario'. LP/DLP

Juan Marrero Pérez, conocido como Hilario, fue un interior exquisito que deleitó en el Victoria, Dépor, Real Madrid, Valencia y Barcelona en los inicios de la Liga -final de la década de los veinte del pasado siglo-. Fue internacional y se hizo famoso por su fuga de Gran Canaria para jugar en Galicia. Lo detuvieron en Valladolid. Recibió un solar en La Castellana de prima tras ganar la Copa. Su apodo: el pequeño diablo.

Imaginar a Kylian Mbappé o a Erling Haaland disfrazados de mujer, con tacones, peluca y un traje largo color salmón, para tomar un barco y burlar el marcaje de sus directivos y agentes, suena a guion de la fábrica de aventuras Netflix. Juan Marrero Pérez, conocido como Hilario, exponente histórico de la exquisita cantera grancanaria, lo hizo en 1928 cuando embarcó rumbo a Galicia en barco vestido como acatada soprano para fichar por el Deportivo de La Coruña. Como rezan las crónicas del Diario de Las Palmas, aconteció ‘la fuga de las fugas’ y resultó una puñalada para seguidores isleños.

Fallecido en 1989, a los 83 años, el interior Hilario maravilló en el Porteño y Victoria -uno de los clubes fundacionales de la UD Las Palmas- por su potencia, armonía e instinto incisivo. La petición del centrocampista de competir en el club gallego, ante la primera edición de la Liga, fue una bomba.

El conjunto deportivista abonó 43.000 pesetas, pero el Victoria tenía cerrada la operación con el FC Barcelona -por 100.000-. Pero Hilario tenía un plan. El barco de sus sueños iba a zarpar. Con su peluca esquivó la mirada de curiosos, directivos y jueces de la competición. Una vez en La Coruña, la Federación prohibió su inscripción, pero nadie podía parar al ‘pequeño diablo’, que alcanzó los 81 duelos con los deportivistas en la Segunda -desde 1928 a 1931-.

Evitó el fusilamiento del meta del Racing Trigo y el defensa Layas por los falangistas en un cabaré de La Coruña

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La fuga de Hilario generó ríos de tinta. El ‘caso Chéster’ de Araujo resultaría una anécdota. El futbolista de los líos fue detenido en Valladolid por ‘una estafa al vender un automóvil, después de expender las papeletas para rifarlo’. El propio jugador grancanario aclaró que todo fue un error y que se trataba de un malentendido. El Barça lo utilizó para retratar la traición y etiquetó el fichaje por el Dépor como ‘un acto vil de coacción’.

La RFEF dio la razón al club gallego y al ‘pequeño diablo’. El Real Madrid lo fichó por 100.000 pesetas. El ‘caso Hilario’ ya era historia. Alcanzó la condición de estrella y besó títulos. Fue internacional y acompañó a Luis Valle en la Roja. De Las Canteras al Olimpo.

La gran estrella de la Copa de España de 1934 fue este escapista del barco de los sueños. El Madrid premió su gran campaña con la entrega de un solar en La Castellana. Recibió un histórico bofetón con España en Inglaterra (7-1) en el histórico Highbury de Londres -9 de diciembre de 1931-. Jugó dos partidos con el Valencia, defendió la elástica del Barça y regresó al Dépor -en el que fue entrenador-.

El cartel de ‘no smoking’

En plena Guerra Civil, dos soldados falangistas irrumpieron en un cabaret de la capital gallega. Paco Trigo, meta del Racing, y el defensa Layas fueron detenidos. La intervención del ‘pequeño diablo’ evitó que fuesen fusilados. Hilario firmó dos autógrafos a los militares y se convirtió en un ángel de la guardia ante la barbarie. El otro Schindler. El corazón del genio.

Leyenda merengue, marqués del escapismo, pícaro, amante del baile y de su tierra. J.M. Saavedra elaboró en LA PROVINCIA, en febrero de 1989, un retrato del personaje con el título ‘Era bueno’. ‘Entre sus recuerdos, evoco una confesión del gran Hilario: ‘El chasco más grande de mi vida me sucedió en Londres cuando viajaba con la selección camino del recinto deportivo de la capital del Támesis, en una moderno guagua. Resulta que en los vehículos de allí afloraba un anuncio no smoking y pensé que no podía ir en traje’. Un barco, una peluca, tacones y la delirante vida del diablo.

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