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Un despilfarro sin huella

David Timor, por el que la UD hasta pagó un traspaso, se reencuentra con su exequipo

David Timor, jugador del Huesca y ex de la UD, la semana pasada en Ibiza. | | LALIGA

Un fichaje millonario sin huella. Un derroche de dinero para olvidar. Es el resumen del paso de David Timor, hoy en las filas de la SD Huesca, por la UD Las Palmas. Mañana (15.00 horas, Movistar LaLiga) se reencuentra por primera vez con el que fuera su equipo, del que se fue sin haber dejado rastro deportivo alguno, aunque sí un agujero económico de traca y del que, por otra parte, en ningún caso fue responsable.

Era el verano de 2018, meses después de que el cuadro amarillo regresara a la Segunda División tras tres temporadas en la máxima categoría. Acababa de producirse un cambio en la dirección deportiva. De hecho, con la salida de Toni Cruz nadie figuró en ese cargo. El que vino, Toni Otero, lo hizo como secretario técnico, lugar que había dejado el que hoy lidera la parcela deportiva de la UD, Luis Helguera.

El presidente Miguel Ángel Ramírez, que sólo intervino para sumar a la plantilla a su yerno Deivid Rodríguez, a Nauzet Pérez y a Rubén Castro, dejó todo en manos del gallego, que disponía de una cantidad de dinero enorme –los equipos que descienden tienen una compensación– con la que debía formar un proyecto cortoplacista que habría de concluir con el regreso del equipo a Primera por la vía rápida.

Nombres

Otero, con la libertad absoluta de elegir un entrenador –Manolo Jiménez– y gastar lo que fuera en jugadores, contrató a hombres como Fidel, Maikel o Timor por los que incluso llegó a pagar, algo que prácticamente ningún club hacía –ni hace– dada la crisis generalizada en el mundo del fútbol. A todos ellos, además, les puso en bandeja contratos por varias campañas y con salarios altísimos. A esa lista se sumaron otros futbolistas como Juan Cala o Christian Rivera, que llegaron gratis pero gozaron de unos emolumentos elevadísimos.

El caso de Timor fue todavía más sangrante, puesto que la UD había apalabrado ya con el jugador su llegada y simplemente tenía que esperar al último día del mercado para ejecutar la operación, con la esperanza de que el Girona, al que entonces pertenecía el valenciano, bajara sus pretensiones económicas.

Finalmente, Las Palmas pagó a la entidad catalana entre un millón y medio y dos, y brindó al centrocampista un vínculo por cuatro cursos y un salario cercano al millón de euros brutos, lo que se consideró una barbaridad. Por nombres, o al menos por lo que costaban, Ramírez y Otero habían confeccionado una plantilla llamado a subir.

No lo hizo y la casa amarilla estalló por los aires, porque fiarlo todo a una carta tenía sus riesgos, como por ejemplo, empezar a acumular lastre económico después del descenso drástico del tope salarial del plantel, previsible si la UD no lograba regresar a la máxima categoría ese curso.

El secretario técnico, que había fracasado en si intento, se quedó una campaña más para arreglar el desaguisado en el que también influyó el cese de Jiménez cuando el equipo estaba en puestos de playoff. Luego llegaron Paco Herrera y Pepe Mel, pero cuando este aterrizó ya no había solución.

La premisa era clara: el que quisiera marcharse porque tenía alguna oferta, podía obtener la carta de libertad a cambio de perdonar los años de contrato que le restaban en la UD. Fue el caso de Timor, que se marchó al Getafe. Había jugado casi todo, pero sin relevancia. Cobró lo suyo y supuso un despilfarro.

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