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Richi, coach incorporado al grupo de trabajo de la UD, junto a García Pimienta sobre el césped de Ipurua, el viernes pasado. | | LP/DLP

La mano invisible de Richi , coach de la UD Las Palmas

Trabaja con la UD desde hace más de un mes para tratar el apartado anímico del grupo y tiene su cuota en la reacción

La Real Academia Española, en su primera acepción, la define como aquella «persona que asesora a otra para impulsar su desarrollo profesional y personal». Es la palabra coach, tan de moda en muchos ámbitos de la vida y desde hace unos meses, también en la UD Las Palmas. No es lo mismo, por tanto, que un psicólogo al uso, cuestión que dejan bien clara en la entidad. Porque Richi, como le llaman en la familia amarillo, se dedica a otra cosa: a tratar de sacar lo mejor de cada uno y del grupo en los buenos y en los malos momentos. Casualidad o no, su presencia ha coincidido con el despegue del equipo en las últimas jornadas.

Seguramente ha influido en la buena racha de los de Xavi García Pimienta en el último mes de competición, en el que han conseguido sumar 13 puntos de 15 posibles, después de cuatro victorias consecutivas –Valladolid, Leganés, Ponferradina y Amorebieta– y del empate del Viernes Santo frente al Eibar en Ipurua. Allí, en el coqueto recinto vasco, volvió a dejar su sello.

Antes del encuentro, durante el calentamiento, estuvo todo el tiempo sobre el césped, sin hablar con ningún jugador, sólo con el entrenador –en la imagen que ilustra esta información, aparecen mientras se retiran a la zona de vestuarios–. Situado en el semicírculo del lado donde calentó Las Palmas, permaneció de pie mientras comentaba alguna cuestión con García Pimienta.

Consignas y arriba

Minutos antes de que los titulares se retiraran al vestuario, Richi se situó en el túnel, y desde que vio venir a los once que salieron frente al Eibar despareció en las entrañas de estadio. Allí dio unas consignas a los jugadores y posteriormente se dirigió a la grada, desde donde siempre ve los partidos.

Si bien en el Estadio de Gran Canaria lo hizo en unos asientos justo por detrás del banquillo local –ahí se ubicó en el último choque en casa, frente a la SD Amorebieta–, en Ipurua lo hizo en la zona donde también su ubica la prensa, junto a Jerónimo Figueroa Momo, miembro del cuerpo técnico.

Ambos vivieron el partido con intensidad. A Richi se le escuhó dar ánimos a algunos jugadores en algún momento puntual, más o menos como Momo. Los goles los celebraron, sin la efusividad con lo lo hubieran hecho en Siete Palmas por respeto al lugar.

En cualquier caso, su cometido estaba en el descanso. Desde que López Toca pitó el final de la primera parte, ambos se dirigieron al vestuario; el técnico, seguramente, para aportar su visión de lo que había visto desde arriba, el coach, para ayudar en el apartado anímico. Con el marcado a favor o en contra, en la UD ya lo consideran necesario.

Entre otras cosas porque la presencia de Richi ya dio frutos en el pasado, en concreto, en el curso 2014-15, cuando Las Palmas subió por última vez a Primera División. No estuvo durante todo el curso, sino durante el tramo final, lo suficiente como para adentrarse en la familia que entonces encabezaba Paco Herrera para aportar el plus que necesitaba el grupo, que se había desinflado en las últimas jornadas y alcanzó el playoff por los pelos.

Ahora ha vuelto con la misma misión. De él no depende que la UD consiga su objetivo o no; su misión ya está cumplida. Porque casi nadie, incluidos los dirigentes del club, podían imaginar que tras el fiasco frente al Girona el equipo fuera a encadenar una buena racha que le ha permitido recuperar sus opciones de jugar la promoción. García Pimienta y los jugadores tomaron la bandera, pero Richi también tiene su cuota.

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