Corría el minuto 74 y 54 segundos del partido de ida de la eliminatoria del playoff entre la Las Palmas y CD Tenerife cuando el jugador blanquiazul Andrés Martín caía al césped desplomado llevándose las manos al rostro después de que el delantero sevillano se encarara con Álvaro Valles. El colegiado del choque Iglesias Villanueva optó por la decisión salomónica de no sancionar a ninguno de los dos implicados, en la tónica general del choque. Aun así, en ese momento el guardameta amarillo ya se ganó el odio de la grada tinerfeña, que tiene a su nuevo demonio en la Unión Deportiva.

¿Pero qué había pasado antes de ese 74:54? Segundos antes había llegado un balón llovido desde el costado izquierdo que Valles atajó sin problemas con la mano en alto. En esas, Andrés estaba pugnando con Raúl Navas para intentar rematar con el pie en alto y una vez la jugada había concluido, el punta blanquiazul chocó con su hombro con el guardameta. Ahí empezó el rifirrafe de tres actos.

El primero, cuando Valles se revira ante el empujón de Andrés y decide dirigirse hacia él. Una reacción desmedida, que ya de por sí empieza a poner en peligro la continuidad del cancerbero al entrar al trapo.

El segundo, cuando al 13 amarillo se disponía a reprocharle la acción al atacante rival y éste antes de tener contacto directo le suelta el brazo izquierdo para golpearle con la parte del bíceps.

Y el tercero y último. Tras el choque, Valles ya caliente se encaró con el jugador, que nada más sentir la cabeza del de La Rinconada con la suya se dejó caer simulando una agresión. En ese instante la condena a Álvaro por el bando tinerfeño ya era más que un hecho al interpretar que era merecedor de la expulsión.

Mientras el rugido del Frente Blanquiazul vibraba sobre los cimientos del Heliodoro Rodríguez López en la grada cercana a la portería donde se produjo la acción con tal de intentar empujar a Iglesias Villanueva a que revisara el VAR junto a su compañero Vicandi Garrido y pudiera ver alguna acción punible. En esas Eric Curbelo ponía cordura y agarraba a su compañero para que no continuara el enfrentamiento, aunque Valles ya tenía las manos arriba en claro mensaje de que él no había hecho nada grave.

Andrés, que permaneció un rato tirado en el césped tuvo que salir por la línea de banda mientras se tocaba la nariz. Gestos á los que Ramis se refirió en rueda de prensa tras el choque.

«Desde el banquillo me ha parecido expulsión y me sigue pareciendo cuando la he visto. No es penalti porque el balón no está en juego, pero creo que debía ser expulsado. Va a intentar dar porque Andrés tiene una marca en la nariz. Es una roja clarísima», indicó el técnico del Tenerife.

Después del altercado, antes de proceder a iniciar la jugada desde su área, Valles tuvo un último gesto para calentar más a la grada chicharrera pues recogió una botella de agua que habían lanzado desde el fondo y se la mostró al árbitro, decisión que elevó los decibelios de la afición blanquiazul.

Rubén y su hundimiento

A lo largo de los 66 derbis disputados hasta la fecha, muchos jugadores se han ido ganando el odio por parte de las aficiones contrarias por el hecho de defender sus intereses deportivos. Ya sea por declaraciones, gestos o por el simple hecho de vestir la camiseta del enemigo territorial.

Uno de los que más ampollas levantó fue Rubén Castro en marzo de 2004 cuando el por entonces joven delantero de la Isleta pronunció en la previa de un derbi sus intenciones: «Quiero ganar el domingo para hundir un poco más al Tenerife. Si los podemos hundir, lo haremos. Los dejaremos a ocho puntos si ganamos. Y espero que bajen», expresó El Moña, que a los 30 segundos del pitido inicial en el Heliodoro Sebastián Corona le dejó su sello de bienvenida merecedora de haber visto una tarjeta roja.

Otro de los que recibió críticas recientemente fue Pedri, quien fue objeto de insultos en los dos derbis que disputó tanto en su Isla natal como en el Gran Canaria.

En el primero de ellos, disputado en el Heliodoro Rodríguez López fue cazado por Luis Milla con una entrada violenta y mientras se retorcía de dolor en el pasto de Santa Cruz la afición blanquiazul le silbaba para que se levantara.

La misma hinchada que cuatro meses después le profirió amenazas de «cerrar» la tasca familiar que tiene en Tegueste, al igual que otra retahíla de insultos entre los que destacó uno bastante peculiar: «¡Bájate del caballo, subido!».

Otro tinerfeño que ha sido objeto de intimidación por parte de la hinchada tinerfeñista es Maikel Mesa, que después de anotar un gol en septiembre de 2020 en un amistoso contra el representativo de la Isla en la que nació el de Candelaria y señalarse el escudo de la UD fue objeto de todo tipo de amenazas por sus compatriotas.

«Aquí nos conocemos todos y tanto él como su familia cuando anden por Tenerife pueden recibir una paliza monumental» fue una de las más graves que se escribieron hace dos años en las redes sociales hacia el jugador.

También se llevó su ración de pitos en diciembre de 2013 el por entonces técnico de la UD, Sergio Lobera, cuando en la previa de un derbi dijo en rueda de prensa: «Si jugáramos como el Tenerife nos silbaría nuestra afición».

Unas palabras que sentaron mal en la Isla vecina y que aun se acrecentaron más cuando el Tenerife le endosó un 3-0 en casa y al final se llevó los silbidos del rival y de los suyos también.