UD Las Palmas

Dos minutos y 45 segundos

Vitolo se lesiona en una de sus primeras acciones tras entrar en el descanso y se marcha del campo hundido en un mar de lágrimas

Acción en la que Vitolo se lesiona a los dos minutos y 45 segundos del acto final. | | ANDRÉS CRUZ

Acción en la que Vitolo se lesiona a los dos minutos y 45 segundos del acto final. | | ANDRÉS CRUZ / Pablo Fuentes

El gafe de Víctor Machín Pérez Vitolo. No hay manera. El extremo de San José se rompió tan sólo dos minutos y 45 segundos después de haber entrado en el campo –lo hizo en el descanso–. Tuvo un percance en el isquio y se marchó del campo desconsolado y hundido en un mar de lágrimas. Suma 99 minutos. 

La vez que más tiempo iba a jugar, sólo duró dos minutos y 45 segundos. Recibió el balón en el costado zurdo, donde el entrenador le había situado justo tras el descanso para tratar de remontar un partido que pintaba negro para la UD Las Palmas. Luego se frenó, delante de un defensor, y realizó un finta con salida hacia la derecha en busca de un compañero. Fue fatal. En ese preciso instante, en esa acción tan normal, volvió a romperse. Otra vez. Lo que vino después se intuyó: se giró hacia el banquillo, levantó el brazo derecho y acto seguido se desplomó en el césped. Hundido, con las manos en la cara, sumergido en un mar de lágrimas. El gafe había vuelto a visitar a visitarle. A Vitolo.

Luego García Pimienta reveló que el problema había sido en el isquiotibial, pero daba igual, porque si no habría sido la rodilla o cualquier otro sido. El caso es que Víctor Machín no levanta cabeza desde que llegó al cuadro amarillo cedido por el Atlético de Madrid el verano pasado. Ha encadenado lesión tras lesión, sólo después de que tardara un mundo en estar listo para redebutar –lo hizo en la undécima jornada– y por todo ello se le ha visto durante 99 minutos, nunca como titular, sin completar un sólo partido durante la primera vuelta. Sea por lo que fuera, el fichaje ha salido rana.

De alguna manera, la grada, cariñosa en un nuevo despido al extremo, no cuenta con él. Desconsolado en el banquillo tras derramar sus primeras lágrimas de la noche, vio cómo la tristeza se transformaba en alegría al poco tiempo de marcharse –menos de dos minutos y 45 segundos– y cómo aparecía la tragedia cuando Curbelo perdió el balón porque se dejó quitárselo –pudo haber faltita– y Coco llegaba como un kamikaze al cruce de Higinio cuando este ni siquiera iba a tirar a puerta, sin confiar en la pericia de Álex Domínguez para evitar el gol, ni en la suya propia.

Ya al final, cuando había quedado sellada la tercera derrota de la UD este curso, la segunda en casa, Vitolo se dirigió al vestuario junto al resto y derramó sus segundas lágrimas, seguramente después de escuchar los cánticos de ánimo de la poca gente que quedaba ya en las gradas y, sobre todo, del fondo más animoso. Bajó las escaleras que llevan a las tripas del Estadio de Gran Canaria y allí le esperaba el capitán, Jonathan Viera, vestido de calle, para darle una muestra de cariño que tampoco consoló al grancanario.

Añoranza

Uno y otro, la doble V, lesionados, fuera del equipo, sin poder ayudar. Han pasado 20 encuentros y sólo se les ha podido ver a cachitos durante algunos encuentros. Nadie sabe a ciencia cierta cuándo podrán juntarse otra vez, en plena forma, las dos banderas de la cantera amarilla en la última década. Quizá nunca vuelvan a hacerlo.

De momento este año ya no será. A falta de conocer el nuevo tiempo de ausencia del de San José esa ansiada estampa, como mínimo, no se verá hasta enero, cuando Viera estará de vuelta. La última aparición del ‘7’ duró dos minutos y 45 segundos. Un infortunio volvió a cruzarse en su camino. La vida de la UD Las Palmas le pasa por el lado sin casi darse cuenta. Es el drama de Vitolo.

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