Locura y caos, dos términos válidos para describir lo que aconteció desde primera hora de la tarde hasta que se agotaron las últimas 173 entradas en los aledaños de la grada Curva del Estadio de Gran Canaria, donde se encuentran las taquillas que dispensaron los últimos billetes para presenciar el duelo por el ascenso entre la UD Las Palmas y el Deportivo Alavés el próximo sábado (20.00 horas). Los abonados tenían hasta las 20.00 horas para retirar su localidad. Las que sobraron finalmente se pusieron a la venta a las 22.00 horas y no al día siguiente a las 10.00, tal y como había anunciado la entidad amarilla en un primer momento. El motivo del cambio fue la previsión de que sobrarían muy pocas, por lo que no tenía mucho sentido que los aficionados pasaran la noche a la intemperie, toda vez que desde las 5.00 horas de la madrugada del lunes ya había dos personas junto a las ventanillas 7 y 8.
Eran Samuel y Daniel, padre e hijo, que vieron amanecer y fueron testigos de la llegada de los siguientes a partir de las 8.30. "Aquí comiendo, pasándolo bien con la gente, porque aquí conoces personas, y esperando a tener la entrada en la mano", comenta el joven poco después de que su progenitor recetara optimismo para todos: "Es que si no hay euforia e ilusión... por supuesto que vamos a ganar". La calma con la que vivieron las últimas horas de la noche del domingo al lunes y la mañana siguiente, pese a que hubo "algo de frío y algo de lluvia", se transformó en bullicio en el momento en que la UD anunció, poco antes de las 15.00 horas de ayer, que las entradas que los abonados no retiraran se pondrían a la venta a las 22.00.

Dos colas
A partir de entonces decenas y decenas de aficionados empezaron a llegar a la grada Curva, que acogía ya una larga cola de seguidores que llevaban horas allí. Fue por ello por lo que, instado por los propios hinchas, un miembro de seguridad apuntó en una lista a alrededor de 200 personas, las primeras que habían llegado, y la entregó al personal de las taquillas, tal y como pudo comprobar este medio. Sin embargo, no todos lograron registrar su nombre. Por eso se formaron dos colas, una con los aficionados apuntados y otra con los que no. Estos últimos, por tanto, tenían muy pocas posibilidades de conseguir una entrada por mucho que estuvieran entre los primeros de su fila.
El caos se formó cuando un miembro de seguridad llegó desde otra zona del Estadio y rompió la cola de seguidores no apuntados con el objetivo de que se alejaran lo máximo posible de la cancha de baloncesto en la que entrenaban niños.
A la carrera
La marabunta, confundida por la incertidumbre y la falta de claridad, comenzó a correr unos metros en dirección a la grada Tribuna para ubicarse al frente de otras dos taquillas. De repente, los primeros estaban los últimos y los últimos los primeros, lo que provocó que, ante la falta de explicaciones, todos regresaran al punto de origen tan sólo unos minutos después. Un río de personas alocadas con un objetivo casi imposible entre enfados, gritos, risas y decepciones.
Finalmente, la policía, alertada por los dos efectivos de seguridad que estaban desde el principio, hizo acto de presencia en una furgoneta para poner orden. Mientras, los abonados más rezagados retiraban su localidad en la taquilla 8 y los apuntados aguardaban a las 20.00 horas para saber cuántas entradas iban a sobrar y a ponerse a su disposición a partir de las 22.00. "Nosotros somos los primeros, así que algo cogemos", comentan con alivio Samuel y Daniel. Paco, otro seguidor, añade. "Están viniendo hasta los muertos con la lápida a comprar las entradas". La nota de humor en una tarde de locura por una entrada. Sólo 173, menos de los que había apuntados, fueron los afortunados.