Entrevista | José Artiles Autor de 'Las crónica bananeras'

«La UD es la Virgen del Pino de los agnósticos»

Observar a José Artiles (LPGC, 1958) mondando pipas en su asiento de abonado en la Tribuna del Estadio Gran Canaria es un cromo. Es el autor de 'Las crónicas bananeras'

José Artiles

José Artiles / LP/DLP

Observar a José Artiles (LPGC, 1958) mondando pipas en su asiento de abonado en la Tribuna del Estadio de Gran Canaria es un cromo. Permanece tan absorto como un místico sufí, pero sus neuronas están en ebullición, sin perder detalle del partido, para su nueva Crónica bananera, que, en clave de realismo sucio, difundirá con puntualidad de relojería suiza pocas horas después. La operación se repite en semanas alternas ante la tele de su casa de Tafira, esta vez en pantuflas y con munición etílica de un amarillo escocés. «Ya ves, soy abstemio a tiempo parcial por la gracia de Miguel Ángel Ramírez», bromea.

Licenciado en Historia y consultor de profesión, acaba de publicar una novela policiaca, Prometeo en Lima. Pero son esos artículos de fútbol (en https://lascronicasbananeras.blogspot.com/) los que se han vuelto virales. Iniciados en 2015, tras el anterior ascenso de la UD a Primera División, hoy cuenta con centenares de fieles seguidores hasta en 15 países, sobre todo europeos y americanos, pero también en Senegal y Guinea Ecuatorial, donde ha trabajado como consultor. «La mayoría son gente de nuestra diáspora, que sigue unida umbilicalmente al equipo», comenta este Charles Bukowski de Siete Palmas, que no escatima metáforas escatológicas para detectar jugadas o partidos «de mierda», y que, a la zaga del autor de La máquina de follar, no tiene empacho en medir al equipo rival por su bagaje de más o menos «follestible», o en qué momento está justificado que a un futbolista, sea propio o extraño, le hayan «dado por saco».

Decía Javier Marías que los partidos de fútbol importantes son un reencuentro con la infancia, y que cuando el árbitro toca el pito del inicio podemos sentir el mismo estremecimiento que cuando lloramos de bebé bocabajo… ¿usted qué opina?

Que ojalá que tuviéramos por estos lares un Javier Marías o un Vázquez Montalbán que escribiera el relato mítico del equipo y de su relación con la sociedad. Salvando las distancias, pretendo, a mi chusca manera, dejar constancia de los mitos, leyendas, éxitos y fracasos del Club y de su influencia en nuestras vidas. Aquí se olvida demasiado rápido, y me siento tan orgulloso de la UD como pueda estarlo cualquier equipo grande, y mi propósito es compartirlo con nuestra peña. No cejaremos hasta que nuestros chiquillos dejen de pedir la camiseta de Messi o de Vinicius, que me parece una aberración contra natura, y pidan la que les corresponde: amarilla.

Tiene razón en mostrar esa tarjeta roja. Los niños del ‘baby-boom’ compaginábamos la devoción por los grandes jugadores nacionales, e incluso por las estrellas internacionales, como Pelé o Beckenbauer, con la que sentíamos por las glorias locales: Germán, Guedes, Tonono…

Acabas de nombrar a la Santísima Trinidad amarilla. Hubo otros que fueron muy importantes, pero no tan brillantes. La cuestión es que antes se solía hacer carrera en casa, y, en estos últimos años, se ha producido una nueva tónica: jugadores que, como Valerón, Vitolo, Jesé, Pedri, Yeremi, Roque…, se marchan muy jóvenes, y apenas pueden dejar huella. La cantera canaria es una mina de oro, pero el Club siempre encuentra una buena excusa para que hagan sus carreras fuera de la UD. No me entra en la cabeza, por ejemplo, que el gran David Silva no haya jugado nunca ni un solo partido con la UD, ¡ni uno solo!

O sea, que más que un sentimiento o un color, la UD es un importante símbolo de cohesión social, ¿no? Y con denominación de origen: «El año 49 del siglo XX»…

La UD es la Virgen del Pino de los agnósticos. Para los pibes que crecimos en la Gran Canaria de los 60 y los 70, entre los plátanos escachaos con gofio y la leche en polvo, era un pilar fundamental de nuestra existencia. No exageramos, antes de que el turismo nos ayudara a sacar la cabeza del subdesarrollo más miserable, la UD era la única buena noticia de nuestras vidas y también la única institución de la canariedad que se conocía fuera del Archipiélago. Cuando se convirtió en un referente de Primera División –donde sigue siendo uno de los equipos que más temporadas ha permanecido– empezamos a dejar de ser una cagada de mosca en el mapa, que metían, además, en un recuadro por debajo de las Baleares. En el planeta fútbol todo cristo empezó a saber qué era la UD y dónde jugaba.

En sus Crónicas…, una de sus muletillas predilectas es «pase p’aquí, pase p’allá, pase p’a ná»; y no sólo se lo achaca a Pimienta, sino también a los anteriores. ¿Se ha intensificado el autoritarismo de los entrenadores?

La competitividad entre futbolistas es cada vez mayor, y, claro, un jugador tiende a hacer lo que le ordene el míster para que le siga alineando. El exceso de dirigismo no está mal si el jugador es un tarugo, pero a los jugadores de talento, es mejor darles aire. Una ley de hierro en la historia de la UD es que los entrenadores que confiaban el juego en los futbolistas clave de la plantilla, como Germán, Alexis, Valerón o el propio Viera, etcétera, han sacado más rendimiento del equipo, que los botarates que pasaron por aquí con muchas ínfulas y terminaron entrenando, por ejemplo, en México, la India o Marruecos.

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