ASCENSO UD LAS PALMAS

¡Unión 'Deporvida' Las Palmas!

La UD regresa a Primera División cinco años después tras empatar sin goles con el Alavés (0-0). Sandro y Viera perdonan y Valles evita el batacazo. Explosión de júbilo en un Gran Canaria extasiado

Celebración en la Plaza de España del ascenso de la UD Las Palmas a Primera División

Lourdes S. Villacastín

Hubo juego, hubo ocasiones, hubo tensión, hubo sustos, hubo drama, hubo, en definitiva, de todo en el partido UD Las Palmas - Alavés, pero por encima de cualquier cosa gobernaron dos sentimientos: alegría y emoción, porque el 27 de mayo de 2023 queda registrado en la historia de la Unión Deportiva Las Palmas como el de su séptimo ascenso a Primera División, otra vez en casa, otra vez ante más de 30.000 personas y otra vez con el apoyo de una isla entera. Le valía la victoria y el empate y sucedió lo segundo, pero el 0-0 frente al Deportivo Alavés, que de haber ganado habría arrebatado el ascenso al cuadro de Xavi García Pimienta, quedó en un últimisimo plano desde que el árbitro pitó el final del partido después de seis minutos de infarto, los del descuento, aunque el rival apenas inquietó. Para ese momento el equipo amarillo, el equipillo de todos, ya se había merecido volver a la categoría que siempre le correspondió. En esta ocasión, el fútbol fue justo.

Fiesta, locura, éxtasis, orgasmo... cualquier sinónimo valió para describir lo que se vivió en el Estadio de Gran Canaria, escenario de los últimos tres ascensos de la UD. Todos fueron especiales, pero el de este año tuvo la peculiaridad de una sensación generalizada en la ciudad, en la Isla y en el Archipiélago: la unión. De alguna manera, todos son más de Las Palmas como quedó demostrado no sólo en el día de la final por el ascenso, sino en todos y cada uno de los desplazamientos del equipo. La gran temporada, con un bajón que bien pudo significar la caída al playoff, quedó culminada con la consecución del objetivo tras un empate sin goles en un duelo que los amarillos dominaron más que su rival y que pudieron ganar si Sandro y Jonathan Viera hubiesen estado más acertados en sus tiros, pero que también pudieron perder si Valles no hubiese salvado un mano a mano a Villalibre a media hora del final. El fútbol y la justicia.

Lo que funciona casi nadie suele tocarlo, pero García Pimienta entendió que Fabio era el que tenía que actuar como pivote para aumentar el equilibrio del equipo, a la vez que la agresividad bien entendida y el carácter, necesarios también en duelos a vida o muerte. Una decisión, por tanto, indiscutible si no fuera porque tenía que sacrificar a uno de los habituales, y el elegido fue Alberto Moleiro. El tinerfeño no llegó al final del curso en su mejor momento, pero dolió a los ojos no verle. En cualquier caso, iba a tener su momento aunque este fuera más corto.

La variación táctica del técnico barcelonés tuvo otro significado, quizá más relevante: el traslado de Jonathan Viera a la banda, lo que le alejaba de la zona de creación que pasaron a ocupar Kirian y Loiodice, con el mediocentro como guardián. Con el capitán escorado la tendencia no podía ser otra que el giro del juego hacia la izquierda, lo que tampoco venía mal a la UD, que creó a los 10 minutos su primera ocasión desde ahí tras una combinación que terminó con un pase al centro en busca de Enzo, que llegaba desde atrás, pero el francés no pudo controlar bien la pelota.

El Alavés, por su parte, había dejado claro ya en sus acciones anteriores que su método para tratar de marcar iba a constar de centros laterales en busca de Villalibre o de Guridi, y lo que inventara Luis Rioja, el mejor jugador de los suyos y situado en el extremo derecho, el contrario de donde actuaba Abde. Esta vez el fútbol fue predecible, porque tal y como habían planeado los dos entrenadores, el mando fue de Las Palmas, que si bien no tiró entre palos en toda la primera parte, sí gozó de un par de ocasiones claras en las botas de Sandro. Lo que no estaba en el guion, en cambio, era la lesión muscular de Pejiño. Arrancada, rotura y cambio. Entró Marvin, pero el daño ya era muy grande.

La marea amarilla recibe a la guagua de la UD Las Palmas

H. U. D.

Pocas oportunidades

La primera oportunidad clara del delantero grancanario llegó con un balón en largo desde la defensa que Kirian no llegó a controlar, pero lo tocó lo justo para que lo recogiera Sandro, hiciera un reverso y avanzara a toda velocidad hacia al área. Cuando llegó, algo escorado, disparó con la derecha, pero se le fue al lateral de la red (23'). En la otra, mucho más clara y casi al filo del descanso, recibió un buen pase del de Candelaria, que venía de levantarse del suelo, para enfocar la portería y golpear con la zurda desde lejos. Si la pelota no entró fue de puro milagro: salió rozando el poste derecho de Sivera.

Poco antes, Villalibre, perdido en una guerra en solitario contra los centrales de la UD, se había girado en la frontal del área para luego tirar con la izquierda y registrar el primer lanzamiento de su equipo, pero no fue ni entre palos ni fuera, sino rechazado. Aún así, generó peligro y provocó la zozobra en la grada. La tensión, en ningún caso, habría de desaparecer. Ejemplo claro fue la protesta generalizado por un penalti inexistente sobre Sandro después de marcharse de tres y tras la que un miembro del banquillo vitoriano fue expulsado.

La salida de los jugadores del vestuario para afrontar la segunda parte confirmó lo que quedó avanzado desde antes del descanso, que Fabio estaba lesionado también. Otra caída muscular. Más drama todavía. Mfulu, que no actuaba desde hacía casi un mes, fue su sustituto. Cuando parecía que el Alavés había dado un paso al frente, la realidad de la superioridad de la UD le devolvió atrás, porque una pared extraordinaria que inició Jonathan Viera con un taconazo y que continuó Sandro acabó en un chut del capitán que medio estadio cantó como gol por el efecto óptico, pero el balón había tocado en uno de los palos que sujeta la red (57'). Había que sufrir.

Tensión tremenda

Y quedó demostrado con el aguante que necesitó la UD para soportar tres ocasiones del Alavés en un arreón que Luis García Plaza planeó con sus cambios. La entrada de Miguel en la delantera fue clave, junto al oxígeno que aportó Toni Moya. Pese al susto que había recibido el Glorioso se fue hacia arriba la última media hora tal y como había advertido su entrenador. La más clara de todas la tuvo Villalibre en un mano a mano que le brindó Guridi con un pase filtrado, pero Valles, salvador en tantas jornadas a lo largo del curso, volvió a ser milagroso con un paradón con la rodilla izquierda (63'). Fue el primer tiro entre palos en todo el choque. El segundo lo registró Miguel poco después, y a continuación una falta colgada al área generó la zozobra en Siete Palmas.

La tensión era ya tremenda. Las Palmas necesitaba cambios. El chut de Viera había sido un espejismo. Marc entró por Sandro, fundido, y poco después Curbelo por Kirian. Tocaba ya defender a seis minutos de la gloria. García Pimienta entendió que había que frenar a Luis Roja, que desbordaba una y otra vez a Lemos. Defensa de cinco y una ayuda para el gallego. Y cerrar la portería como fuera. El añadido de cinco minutos fue un infierno, más todavía cuando el colegiado añadió uno más, pero el Alavés apenas llegó al área con peligro. Llegó el final y con él el fiestón. La Unión Deporvida Las Palmas volvió a hacerlo.

Incidencias: partido correspondiente a la última jornada de LaLiga SamrtBank, disputado en el Estadio de Gran Canaria ante 31.790 espectadores.