Entrevista | Ignacio Oregui Portero de la UD entre 1961 y 1973

Ignacio Oregui: «La respuesta de la afición resultó clave para subir»

Ignacio Oregui vivió con pasión, a sus 85 años, el reciente ascenso a Primera de la UD, un hito que él también saboreó en primera persona en la campaña 1963-64

Ignacio Oregui, en la actualidad, con una foto de su época de portero. | |

Ignacio Oregui, en la actualidad, con una foto de su época de portero. | | / JUAN CASTRO

Carlos Domínguez

¿Cómo vivió el ascenso?

Fue fantástico, después de una temporada complicada, peleando como muchos equipos que estaban también detrás del mismo objetivo. Cuando se trabaja y se lucha hasta el final, siempre suele llegar la recompensa. Ascender directamente te evita las siempre peligrosas liguillas. Aparte de los jugadores y el cuerpo técnico, la respuesta de la afición resultó clave al apoyar siempre, incluso en los momentos difíciles. El hecho de llenar el estadio en los últimos encuentros demuestra que la UD tiene unos seguidores de Primera División.

Equipo y afición de Primera...

La afición lo reúne todo. La de mi época y la de ahora. Es fiel y siempre está con el equipo. Cuando el resultado es bueno sale feliz del estadio hablando del partido con todo tipo de detalles, cuando se empata sale resignada y deseando que llegue la siguiente jornada y cuando se pierde apenas protesta, al menos en mi época como jugador. Era respetuosa con los árbitros y con nosotros, tanto en el día a día como después de los partidos. A nivel personal, todavía me recuerda la gente y me saluda con mucho cariño. Para mí es de las mejores del país, y lo ha vuelto a demostrar este año.

¿Sigue atento a la actualidad del equipo?

Sí, todavía me acerco al campo. Durante la temporada voy a siete u ocho partidos. Y ahora con ese súper estadio que tenemos, la comodidad que ofrece, cómo se siente el aliento del público. Es genial disfrutar de esos momentos aún. También sigo a la UD por televisión y la prensa, intento estar al tanto de lo que acontece alrededor del club.

Para los que no vivieron su época de esplendor. Haga una semblanza de Oregui.

Nací en Bergara, un pequeño pueblo de Guipúzcoa que se dedicaba a la labranza y a la ganadería. Mis padres, Asencio y María, vivían en un caserío de sus abuelos y allí criaron a sus seis hijos, dos niñas y cuatro niños. En ese ambiente familiar crecí hasta la adolescencia, cuando empecé a estudiar la carrera de delineante. Me gustaba dibujar. Siempre estaba dándole al lápiz. Pero cuidado, no era para nada creativo, a mi lo me gustaba era copiar, calcar. Era bueno, la verdad. Fíjese si lo hacia bien que terminé la carrera y luego trabajé durante años en una oficina técnica como delineante. En aquella época muchas empresas se asentaron en el País Vasco y solicitaban estos especialistas.

¿Cómo surgió su amor por el deporte, y por el fútbol?

Surgió desde niño, en la escuela como suele suceder. Allí teníamos el seminario y fueron los monjes los que nos animaban a practicar una serie de actividades deportivas. A mí lo más que me gustaba era jugar a pelota vasca y al fútbol.

¿Y lo de ser portero?

Fue muy curiosa la forma en la que me hice, o mejor dicho, me hicieron portero. En uno de los recreos, los capitanes se encargaban de elegir a los jugadores. ‘Tú, para aquí; tú, para allá’. Me eligieron el ultimo y mi capitán dijo ‘tú de portero’. Así, en un patio de colegio, empezó mi historia deportiva.

¿Cómo concretó su primer contrato deportivo?

El director del colegio y cura de mi pueblo, el padre Miguel Antúnez, era también secretario y presidente del Bergara. Supo de mi evolución y me envió un recado para que fichara como portero por nueve mil pesetas. La verdad es que me cogió de sorpresa, no esperaba que me hiciera una propuesta tan buena. No me lo pensé mucho y firmé. Esa temporada quedamos campeones de la fase territorial.

¿Cómo llegó a Gran Canaria?

Tenía 20 años, me llamaron a filas y me tocó Gran Canaria de destino. Al ser del cuerpo de aviación nos llevaron a Gando para realizar el periodo de instrucción. A los pocos días de estar en el cuartel, el Brigada Iglesias me citó y me dijo que fuera al Estadio Insular para entrenar con el equipo aficionado de la UD. Estaba desconcertado, pero no hice preguntas. Me dieron dinero para el taxi, fui y entrené con los muchachos. Jugué dos partidos, uno contra el Gáldar y otro frente al Tenerife. Tras la jura de bandera me destinaron al cuerpo de policía del Estado Mayor y estuve en Deportes con el capitán Jesús Telo, pero la mayor parte del tiempo estaba entrenando con el equipo aficionado de Las Palmas en el Estadio Insular. 

¿Cuándo acabó el servicio militar se planteó quedarse?

Cuando me licencié tenía el petate preparado para volver a mi tierra, pero la UD se interesó por mí en firme, después de verme entrenar y jugar con el aficionado. Me buscaron una pensión, la de Doña Dolores, en el Parque Santa Catalina; me abonaban la comida y me daban un sueldo para mis gastos. Por cierto, el dinero que recibía, unas mil y pico pesetas, me lo daba el señor Apolinario, farmacéutico y presidente del filial. Yo estaba encantado, tenía 20 años y no me creía lo que me estaba pasando. Era como un sueño hecho realidad. Entre los jugadores del primer equipo y la gente de aquí fui perdiendo la timidez y me volví una persona más abierta.

En septiembre de 1961 da el salto al primer equipo.

El secretario García Panasco, el presidente Juan Trujillo y un directivo, un tal Márquez, me citaron en la sede del club, que entonces estaba en la calle Luis Antúnez. Allí me hablaron del interés que tenían y de las condiciones económicas, a decir verdad, un tanto raras. Eran unas escalas por partido o algo así. Aquello no me convenció y les dije que no. Aproveché la reunión para decirles que me estaba esperando una empresa en Bergara para trabajar de delineante, mis amigos y mi familia. Dicho esto, Trujillo me preguntó: ‘¿Pero tú cuánto quieres ganar?’. Le dije una cantidad y al día siguiente Jorge Quintana, un empleado del club, me trajo un sobre con el dinero que les pedí. Ese mismo día firmé el contrato.

¿No tenía morriña de la tierra estando solo en la Isla?

Era soltero y estaba bien. Salía con los compañeros y con amigos que hice. Íbamos al cine, algún baile que otro. En uno de esos encuentros conocí a Matilde, mi novia. Después de un tiempo saliendo nos casamos y tuvimos tres hijos, Aranzazu, Iñaki y Natalia. A Iñaki le dio por el fútbol y la portería; apuntaba condiciones, pero un par de lesiones le impidieron continuar. Con la familia nos fuimos a vivir a la calle Jacinto Mejías, en Escaleritas, y a los tres años nos mudamos a la calle Italia, en Alcaravaneras. Hoy soy abuelo de cuatro nietos.

En su primera temporada el equipo estaba en Segunda y usted apenas jugaba. ¿Le afectó?

El entrenador, Casimiro Benavente, tenía a Bermúdez y a Ulacia para defender la portería y no me hacia ni caso. No viajaba, me tenía apartado. Meses después las cosas no iban muy bien, prescindieron de sus servicios y contrataron a Paco Campos. Desde que este cogió las riendas me puso de titular y no volvimos a perder un solo partido. Las ocho victorias consecutivas y un empate nos llevaron a ascender a Primera en la temporada 1963-64. Tras subir a la máxima categoría, la Unión Deportiva Las Palmas reforzó la plantilla con algunos porteros, pero ninguno cuajó. La portería nos la repartíamos entre Ulacia y yo, porque Betancor se fue a jugar con el Real Madrid. 

A partir de ahí empieza una etapa histórica en la UD, que incluso alcanza el subcampeonato liguero en Primera.

Fue en la temporada 68-69. Primero fue el Real Madrid, segundo la UD y tercero, el Barcelona. Teníamos a Luis Molowny como entrenador y realizamos una temporada tremenda. Logramos 15 victorias, más ocho empates y siete derrotas. Anotamos creo que 45 goles y recibimos 34. La afición de Las Palmas saboreó una época exitosa durante mucho tiempo.

También se llega a Europa.

Cómo olvidar aquella eliminatoria a dos partidos de la Copa de Ferias que jugamos contra el Hertha de Berlín. Aquí en el Insular empatamos a cero después de crear un montón de ocasiones; en Alemania perdimos por uno a cero con un gol de penalti cometido por Paco Castellano, muy riguroso y que marcó un tal Paztke. Creo que no fue penalti, pero como aquello iba camino de la prórroga y el frío era tremendo el árbitro lo pitó. 

Momentos de esplendor y de zozobra con el fallecimiento de Guedes y Tonono...

¡Qué dolor! Primero Juan Guedes, con 29 años, y cuatro años después, con 32, Tonono. Una tragedia que conmocionó a la afición amarilla y a la sociedad canaria. Estas dos personas, estos dos futbolistas, líderes indiscutibles del mejor equipo de la historia, eran muy queridos y respetados.

Con 35 años recibe una oferta del Real Murcia para jugar en Primera. ¿Qué tal le fue?

Muy bien. En todos los sentidos. La oferta económica era muy interesante y yo quería jugar un añito más en Primera. Hicimos las maletas y me fui con la familia. En pretemporada jugamos un cuadrangular con equipos de la zona y no recibí un gol. En la liga disputé 24 partidos como titular y el equipo cumplió el objetivo de mantener la categoría. Después de tantos años, terminé con más de 200 partidos en Primera.

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