Moleiro, por fin al campo
El tinerfeño, lesionado el 5 de agosto y que sufrió una recaída más grave el 28 de ese mes, se presenta pasado mañana en el escaparte de Primera División, donde espera «romperla»

Alberto Moleiro, vestido de calle porque estaba lesionado, se fotografía con niños en la previa del partido entre la UD Las Palmas y la Real Sociedad el pasado 25 de septiembre. | | JOSÉ CARLOS GUERRA / Pablo Fuentes
Alberto Moleiro está preparado. Por fin. No sólo para jugar, puesto que ya está recuperado después de su lesión con recaída, sino también de mente. La temporada pasada, la segunda suya en la UD Las Palmas, la primera con ficha profesional, tuvo «un bloqueo de todo», tal y como reconoció en una entrevista publicada por este medio el pasado 28 de julio, en el último día de concentración en Marbella. Entonces no sabía que un infortunio a la semana siguiente iba a privarle de empezar el curso junto al resto.
Porque ocho días después, el sábado 5 de agosto, el canterano amarillo sufrió una rotura en el bíceps femoral izquierdo en el último partido de la pretemporada, frente al Leipzig en Alemania, que le frenó en seco. Había entrado en el campo poco antes porque había sido suplente, pero debió hacerlo en frío, porque prácticamente al primer esfuerzo serio se rompió. Era su primera lesión de cierta entidad, todavía con 19 años.
Tampoco sabía que un mes después una serie de malas decisiones que nada tuvieron que ver con él le provocó una recaída y con ello una lesión mucho más grave: la rotura inicial se agrandó. La consecuencia: otros mes y medio sin poder jugar. Los servicios médicos del club determinaron que estaba en condiciones de realizar esprints cuando en realidad no y la prueba vino rápida: en el primer entrenamiento de la semana en la UD debía visitar al Girona, a principios de septiembre, el sobreesfuerzo le abrió el muslo.
Ocultación
Xavi García Pimienta intentó sin éxito alguno tapar la nueva lesión, pero varias declaraciones contradictorias durante sus comparecencias le delataron. El daño, en cualquier caso, estaba hecho, y el tinerfeño, dolido en primera instancia, tuvo que asumir que debía perderse más partidos, entre ellos los del Ramón Sánchez-Pizjuán y el Santiago Bernabéu, en los que habría podido estar si no se hubiera forzado su recuperación.
Con el paso de los días y las semanas Moleiro tomó consciencia de su situación y se mentalizó para volver después del parón de octubre. Ha tenido, ahora sí, el tiempo suficiente para ponerse a punto, y ahora la suma de minutos le brindará el ritmo de competición necesario para jugar al máximo nivel, más todavía en Primera División. Está listo, y a buen seguro debutará en la máxima categoría pasado mañana frente al Rayo Vallecano (13.00 horas).
Será entonces cuando Moleiro, uno de los estandartes de Las Palmas en los dos últimos cursos, se ponga en el escaparate mundial, cuestión que sabe, aunque no le preocupa. De alguna manera, el niño, ahora con 20 años, se ha vuelto mucho más maduro. «Quiero ‘romperla’, pero sin presión», confesó a este medio en aquella entrevista veraniega, al tiempo que reveló que su « reto a largo plazo es estar en los Juegos Olímpicos con España» el año que viene, en París.
Para ello primero deberá asentarse en la UD y en la categoría, porque por lo demás ya es seguido por Santi Denia, el seleccionador nacional sub 21 y quien ya le citara varias veces para la sub 19. Paso a paso. Encontrar un sitio en el equipo titular de Las Palmas, con una plantilla mejor –por lógica– que la de la campaña pasada, no será tarea fácil.
Buena sintonía
A su favor juega el aprecio futbolístico que le tiene Xavi García Pimienta, peleado con Jonathan Viera y quien podría darle por fin la alternativa como interior o mediapunta, donde más le gusta jugar al tinerfeño. Sin embargo, en los años anteriores el técnico catalán le situó más por la izquierda, pero el aumento de efectivos en las bandas podría abrirle camino por el centro.
«Hubo una época en la que no daba asistencias ni nada y pensaba que no hacía nada en el equipo», confesó el centrocampista desde el campo de entrenamiento de Estepona (Málaga) en julio. Ahora, con menos presión, la que él mismo se ha quitado con la ayuda de profesionales, espera, como él mismo dice, «romperla».
Entre sus deberes principales, más allá de la participación en el juego, la verticalidad y el regate que se le presuponen, está el gol. La temporada pasada no marcó, si bien estuvo cerca: los palos, hasta cinco, le frustraron. Pero tiene que marcar más. También lo sabe. Su balance en 80 partidos de amarillo entre Liga y Copa del Rey es de tan sólo tres tantos.
Todos los consiguió en el curso de su estreno, todavía con el dorsal 28 y no con el 10; fueron ante el Ibiza, el Amorebieta y el Oviedo. Por contra, cumplió con su misión de dar pases de gol, hasta nueve en total, ocho la campaña pasada. Números que ahora, en los campos de Primera, buscará superar.
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