La UD Las Palmas muerde el polvo ante el Athletic en otro de esos días raros (1-0)

Las Palmas volvió a morder el polvo en uno de esos días raros. Quizás la sensación con la que se va a marchar el equipo insular de su visita a un estadio de Champions es la de que pudo haber rascado un punto al terminar el partido atosigando a Unai Simón, pero lo cierto es que gastó una hoja más del calendario sin puntuar y restan cinco fechas para la conclusión del campeonato y el descenso sigue al acecho.

Continúa conviviendo con un luto extraño la UD después de haber sumado seis de los anteriores seis puntos en juego, pero incapaz de prolongar su racha positiva ante un Athletic que se llevó los tres puntos con muy poquito. Dos arreones al comienzo de cada parte de diez minutos, un gol tempranero de Iñaki Williams y poco más.

Amargo sabor el que se queda en el paladar amarillo después de que se encomendara a un Januzaj en los últimos veinte minutos y que en ese ratito inquietara a la Catedral. Primero con un tiro al larguero y posteriormente dejando a Jaime Mata en boca de gol con un centro medido con su pierna mala. Incomprensible que no tenga más protagonismo el extremo belga en este equipo necesitado de algo distinto.

Ahora toca pensar en el doble compromiso en Siete Palmas frente al Valencia y el Rayo Vallecano para no estar con la vista puesta en el calendario de un Alavés que está a un punto a falta de resolver su encuentro ante la Real Sociedad.

Bofetón tempranero

Cuatro minutos fue lo que tardó en darse cuenta la Unión Deportiva de que estaba en San Mamés. De que iba a jugar contra un equipo que explota los costados como pocos en Europa. Que debía tener la lección aprendida de lo que le pasó en la primera vuelta en Siete Palmas, después de que los centros y remate en la olla le hicieran claudicar ante los bilbaínos. 240 segundos en los que Iñaki Williams entró en el cuadrilátero de Horkas libre de marca y marcó a placer el 1-0.

Estaba prevenido el equipo insular de que el peligro le iba a llegar por las bandas primordialmente. Pero esta vez el tanto inicial ni tan siquiera llegó en un centro al área, sino que el mayor de los Williams vio cómo Mika Mármol no le seguía en la marca y e intuyó la grieta por la que ganarle la espalda sin mayor esfuerzo y tras un simple recorte a McKenna en el área chica alojó la pelota en las redes amarillas.

Tenía bien leído el partido Ernesto Valverde, conocedor de que la mayor debilidad de Las Palmas son los costados y ahí se concentró todo el plan de ataque rojiblanco al aprovechar a un hombre boya como Sannadi, portento físico donde los haya, aunque falto de soltura con la pelota en los pies.

Se las tuvo McKenna con el katxorro bilbaíno en el cuerpo a cuerpo. Entró el choque en una batalla física desde el zarpazo local. Por extraño que pareciese, se estaba encontrando cómoda la UD en el ida y vuelta de la pelota sobre el impoluto pasto vizcaíno. Tanto que hasta por momentos conseguía trenzar una secuencia larga de pases entre sus hombres.

Al fin y al cabo, ha quedado claro que a Diego Martínez lo que le viene bien es que su equipo no juegue a nada. Sin tener que llevar a cabo un plan concreto, renunciando a una identidad y lanzando una moneda al aire futbolísticamente hablando, es cómo han llegado los resultados, tanto en la racha de finales de 2024 como en las victorias ante el Getafe y Atlético.

En esas lindes, con lo único destacable del partido era la lesión del pichichi del Athletic Oihan Sancet, y el paso de las manijas del reloj, la UD consiguió congelar el ritmo local y se entregó a que se originase alguna jugada aislada con la que encontrar petróleo.

Esa ocasión llegó en el 37', cuando Sandro comandó una contra eléctrica y tras dejar a McBurnie en una posición idónea para la igualada con un pase exquisito, el escocés hizo lo que viene haciendo toda la temporada: llegar y fallar. Tiro al muñeco y el lamento una vez más de un delantero que echaba en falta la sociedad con Fabio Silva.

Resguardado el pichichi amarillo por las molestias en su aductor, Sandro fue el le dio el relevo, alternándose con Moleiro en la posición de segundo delantero y que fuera Marvin el que se colocara en la derecha para también sustituir a un Javi Muñoz que cumplía sanción.

Berenguer al larguero

Finalizada la primera parte, el Txingurri debió detectar la bajada de brazos de sus jugadores y al regresar al campo se notó un cambio de actitud en ellos, yendo a morder desde el primer balón, casi con una secuencia del guion idéntica al del comienzo del encuentro y volviendo a poner en problemas a los insulares.

Diez minutos de auténtica electricidad del Athletic inyectaron el nerviosismo en la UD, que tenía que volver a emplear el modo Rocky encajando golpe tras golpe, el más nítido el que dibujó Berenguer con su cabezazo al larguero después de otro centro lateral.

Pedía Martínez cabeza a los suyos, que se protegieran con el balón, que no agotasen sus pulmones persiguiendo sombras, entendiendo que para sacar algo positivo de San Mamés tenía que llevar el partido hasta el final con vida y encomendarse al azar. No hay otra con este equipo.

Consiguió de nuevo frenar las acometidas del Athletic el plantel insular durante diez minutos, en los que Jaime Mata y Fuster ingresaron en el campo por McBurnie y un Sandro cabreado con el técnico por su sustitución. En esas Nico Williams también hizo su puesta en escena y despertó a los suyos del letargo.

Horkas con dos paradones evitó el segundo en la Catedral a tiros cómodos de Canales y Sannadi merced a la pasividad de un McKenna que estaba sufriendo a campo abierto y desquiciando a Álex Suárez por su descordinación con la línea defensiva.

Agotar el crono

No le quedaba mayor recurso a Las Palmas que llevar el partido hasta los últimos compases y jugársela al toque de corneta y el Athletic se lo estaba permitiendo para cabreo de la hinchada bilbaína, alerta de que podía ocurrir un descalabro ante su pasividad.

Le quedaba el comodín de Januzaj a la UD para ver si la varita del belga podía chisporrotear algo en una plaza de altura, de las que le gustan a Adnan. Su aparición supuso un aliento para el equipo al incomodar a la zaga de casa con sus pases entre líneas y más tembleque les hizo sentir cuando estrelló una pelota en el larguero con un zambombazo desde 30 metros.

Las tuvo la Unión Deportiva gracias a que el belga se hizo dueño del partido. Primero al mandarle un centro a Mata que Unai Simón tapó con grandeza para evitar el 1-1 y posteriormente al abrir huecos con sus quiebros y llevar la pelota a la orilla rojiblanca, donde tuvo que sobrevivir todo un semifinalista de la Europa League.

La celebración de la Catedral con el pitido final fue la de una afición que se quitó un peso de encima increíble ante un rival que lucha por escapar del descenso y que puso en aprietos a un Athletic que casi puede dar por certificado su clasificación para la próxima Champions League.