Un adiós y tres reliquias de Moleiro con la UD Las Palmas

Tres de los aficionados que arroparon y apoyaron a Moleiro mientras estaba en el banquillo de la UD tras el partido, se llevaron a casa el recuerdo de sus botas y su pantalón

Alexia posa con el pantalón de Moleiro

Alexia posa con el pantalón de Moleiro / LP/DLP

Las Palmas de Gran Canaria

En el que todo apunta que fue el último partido de Moleiro defendiendo la camiseta de la UD Las Palmas, el diez amarillo no dudó en entregar sus dos botas y sus pantalones a los aficionados que le pidieron un recuerdo. 

Lo que hasta hace unas semanas era un secreto a voces, ayer en el Estadio de Gran Canaria, tras el pitido final en el encuentro entre la UD Las Palmas y el CD Leganés, Moleiro hizo saltar las alarmas con su futuro. Se resistió a abandonar el terreno de juego, y sobre todo el que ha sido su banquillo. Pensativo, cabizbajo y destrozado por el futuro que le esperaba al conjunto amarillo, Moleiro se sentó en el banquillo y estuvo alrededor de diez minutos mirando a la nada, pero seguramente pensando en todo.

Daniela Vargas y Fran Calcines, con las botas de Moleiro

Daniela Vargas y Fran Calcines, con las botas de Moleiro / LP/DLP

En un momento delicado, los chavales fueron los más beneficiados. Supieron aprovechar a la perfección la situación, y gritaron el nombre de Moleiro hasta que no les quedó voz. Se amontonaron a espaldas del banquillo y esperaron hasta que el diez amarillo se levantó y les miró. Pidieron su camiseta, y ante la negativa del jugador, que se disculpó por no poder dejarles ese recuerdo, suplicaron al jugador 'algo'. Fue entonces cuando sin dudarlo, se quitó los pantalones, las dos botas, y las lanzó a la grada.

Entre los agraciados, Daniela Vargas, de tan solo trece años. En su mano, una pancarta en la que pedía la camiseta del futbolista a cambio "de un plátano canario", que con ingenio había pegado en la cartulina. En sus manos, bien agarradas lleva una de las botas del jugador, y a su alrededor, aficionados que le piden por favor olerlas, o a modo de curiosidad, el número de pie que lleva el centrocampista. "Había más pancartas, pero él me miró, me dijo que la camiseta no podía, le pedí la bota y no dudó en quitársela y dármela", explica Vargas.

La bota de la suerte

La otra bota la atrapó Fran Calcines, abonado de la UD y con algo de suerte entre los demás por haber conseguido el otro par. En shock por lo que había ocurrido y sin tener claro en qué lugar de su casa la pondrá, Calcines indica que lo más seguro sea que se quede guardada en el armario. Sin embargo, una idea sucumbió su cabeza segundos después. "Cuando vuelva a jugar al fútbol, me compraré otra bota y esa me la pondré en el otro pie, así creo que jugaré con ventaja", expresó divertido.

Los pantalones de Moleiro cayeron en las manos de Alexia. Una prenda que tuvo que agarrar con fuerza para que no le arrebataran. "Moleiro es mi favorito de siempre, porque me he dado cuenta de que en los peores momentos él es el único que se esfuerza", asegura. Ella, que a pesar de sus trece años se estaba oliendo la situación, se dijo a sí misma que no se iría sin nada del diez amarillo. "Tenía claro que era su último partido; Moleiro es un jugador de Primera División y merecer brillar", indicó. "Lo voy a enmarcar en casa, ojalá este subidón no se me vaya nunca", apuntó Alexia.

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